jueves, 3 de junio de 2010

TRES PRINCIPIOS PARA EL SERVICIO

Primero:------ABUNDANCIA EN LA ENCASES

(Mt. 14:13-21; 15:32-38; 16:5-12; Lc. 12:1)

Esto significa que cuando hay poco, cuando nosotros tenemos poco, entonces se da al Señor la oportunidad para que él haga un milagro mayor. Esto se puede decir también de la siguiente manera: “El poder de Dios se perfecciona en la debilidad” (2ª Cor. 12:9).

Al ver a un siervo que da mucho fruto quizá tú pienses que su fructificación se debe a que tiene muchos panes que ofrecer al Señor. Pero no es así. Si te acercas a él y le preguntas, seguramente te dirá: “Hermano, soy el más débil y el más inútil de los hombres”. Como Pablo, que decía que era menos que el más pequeño de todos los santos. ¿Es verdad eso referido a Pablo, el apóstol por excelencia, el que recibió la revelación más grande, aquél ante quien Dios descubrió el velo que ocultaba el misterio de Cristo y la iglesia? Sí, tiene que haberlo sido. Dios conocía la debilidad y pequeñez de Pablo. A nosotros nos parece que es un grande, pero Dios le conocía de verdad.

De modo que no importa si tienes poco, lo que importa es si lo poco que tú le ofreces al Señor es tu todo. Si tu todo es poco, el Señor recibirá mayor gloria cuando haya multiplicación. Quien quiera prestar un servicio delante de los hombres, tiene que primero ministrar delante del Señor. Nadie puede comenzar realizando cosas externas, primero debe haber una entrega del corazón, una aceptación de la cruz. Luego el Señor podrá usar a esa persona para un ministerio público, para servir a los hermanos o a los que están afuera. Siendo la multiplicación un asunto que se manifiesta en lo exterior; sin embargo, su suerte se decide en lo interior. La multiplicación que habrá mañana se decide hoy. El servicio que tú prestarás mañana, se está decidiendo ahora. De la misma manera que el servicio que tú estás prestando hoy se decidió ayer, cuando determinaste el grado de tu entrega y de tu consagración.

El Señor espera que nosotros hoy tomemos una decisión más radical que la que tomamos ayer, habiendo ya caminado un tramo, habiendo sido instruidos, habiendo sido socorridos por el Señor de tantas maneras. Hoy día se requiere de nosotros una consagración un poco mayor.

Puede haber abundancia en la escasez. No pensemos que es muy poco lo que tenemos; más bien asegurémonos de que lo poco que tenemos lo hemos puesto todo delante del Señor. En nuestra debilidad, en nuestra pequeñez

Segundo:------DEJAR PARA RECIBIR

Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” (Mateo 19:29.)

Muchas veces nos parece que no podemos servir al Señor, porque no tenemos qué poner delante de los demás: nos vemos vacíos. Nuestro corazón y nuestras manos están vacíos ¿Qué compartiremos con otros? ¿Qué les diremos? Nos parece que ni siquiera hemos recibido un talento con el cual poder servir al Señor.

Mira por un momento tu corazón. ¿Qué afectos hay en él? ¿Qué preocupaciones? ¿Qué planes tiene para el futuro inmediato? ¿Qué ambiciones secretas? Mira tu corazón. Ve si estás dispuesto a dejar hoy algo de eso que llena tu corazón para que el Señor pueda poner en su lugar algo que puedas ofrecer a los demás, algo con que saciar la necesidad de los demás. Si lo haces, habrá entonces alguna gracia, alguna virtud, alguna vislumbre de la gloria del Señor, algún destello de su amor que El te dará para bendición de otros.

Ahora, mira tus manos. Por un momento mira tus manos. ¿Qué cosas están aferrando tus manos? El Señor no puede poner nada en ellas, porque están ocupadas. Si sueltas lo que tienes, Él podrá llenarlas de bendición. Y podremos cantar con verdad esa antigua canción: “Tengo mis manos llenas de bendiciones, y estas son para ti”. Necesitamos tener las manos llenas de bendiciones para que, al tocar al hermano, él sea bendecido.

Tercero:------SIRVIENDO SEGÚN LA UBICACIÓN Y LOS TALENTOS

(Mateo 25: 14-30)

De acuerdo a la parábola de los talentos, vemos que el Señor ha repartido sus recursos espirituales de manera desigual (a unos cinco, a otros dos y a otros uno), pero no arbitrariamente. No es porque Él haya querido darle a unos más y a otros menos. Él lo hizo sobre la base de la capacidad de cada uno (versículo 15).

El me ha dado a mí lo que yo puedo administrar bien, según mi capacidad. Ni demasiado para que no me sienta abrumado, ni tan poco para que no me sienta menoscabado. Si yo fuera lo suficientemente sabio, y si hubiese estado en mi mano decidir cuántos talentos yo debía recibir, seguramente me habría otorgado la misma cantidad que tengo. No más. Porque cuando hay más recursos de los que se puede buenamente administrar, suele haber gran pérdida. Se pierde el siervo, se pierden los talentos y más encima se provoca un escándalo. Esto se produce cuando se tiene más de lo que buenamente puede uno administrar. Tú no tienes nada menos que lo que el Señor te ha dado. Y no tienes nada más que lo que buenamente tú puedes administrar. No hay lugar para quejas. Todo está bien. Dios es sabio. Ahora tienes que servir lo más fructíferamente posible, según tu ubicación y tus recursos. Tenemos lo suficiente como para dar frutos suficientes, de modo que se nos pueda decir en aquel día: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor.” (Mt. 25:21).

En la iglesia siempre habrá oportunidad para que todos sirvan. Siempre habrá lugar y oportunidad para que sirva el que es fiel, sobre todo el que es fiel. Sólo una anormalidad muy grande en la iglesia podría impedir que los hermanos sirvan. Cuando hay anormalidad, entonces sólo unos pocos sirven. Estos son considerados “ungidos”, como si los demás no lo fueran. Unos pocos talentosos lo hacen todo, en desmedro de los que no lo son tanto. Eso es una anormalidad. Nadie puede cerrarle el paso a otro para que no sirva, porque el Señor gobierna sobre su casa.

El hecho de que haya algunos que se destacan hoy por sobre otros hermanos de su misma capacidad, es señal de que han sido más fieles. Si algunos destacan sobre nosotros – hermanos de la misma capacidad – no nos sintamos envidiosos, sino más bien llenémonos de un santo temor. El que va adelante, siga; que así nos da un ejemplo para imitar. Él nos va abriendo una huella por la que nosotros podremos caminar.

Así que, los que van más adelante ¡avancen!, que nosotros queremos seguirles. Temamos, porque cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta a Dios de sí, según la función y los recursos que nos asignó. Si hoy somos siervos buenos y fieles, entraremos mañana en el gozo de nuestro Señor. Que Así Sea.

Todos deben servir

Esto es algo muy personal, y que tiene que ser aclarado por el Señor a cada uno en particular. Cada uno tiene que preguntarle al Señor con insistencia y con la certeza de que él le va a aclarar, cuáles son las obras que él preparó de antemano para que anduviese en ellas. Sabiendo cuál es el lugar que nos corresponde en el cuerpo, y cuáles son nuestros dones, entonces podremos poner todo nuestro esfuerzo, nuestro tiempo y energías al servicio del Señor, para que tales obras sean cumplidas. Porque si nosotros no las hacemos, tal vez nadie las hará. Y podría suceder que esas obras que están preparadas de antemano para nosotros, se queden sin hacer, y así después nosotros tengamos mucha vergüenza delante del Señor cuando Él nos pida cuenta de ellas.

Nosotros hemos recalcado esto: en la restauración de la iglesia todos los miembros deben servir. Todos tienen que encontrar su función y funcionar de acuerdo a ella, desarrollarse, aportar vida al cuerpo y hacer las obras que Dios preparó para cada uno. Esta no es una cosa sólo de los hermanos maduros. Este es un asunto de todos los hermanos, incluso de los más pequeños –los que tienen sólo un talento–. El Señor les ha dado una tremenda posibilidad de servicio y de enriquecer la vida del cuerpo, aun con lo poco que pudieran aparentemente tener.

El trabajo de las hermanas

Cuando en una iglesia hay hermanas que tienen algún don de Dios para la enseñanza, y tienen carga por servir al Señor, hay que ver la forma de que lo puedan hacer. Hay que hacer los arreglos necesarios para que las hermanas se reúnan cada cierto tiempo (una vez al mes o cada dos meses), según se requiera.

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