lunes, 24 de mayo de 2010

HIMNOS DE SIEMPRE


MENSAJES DEL HERMANO PABLO


LIBROS APOCRIFOS II

ECLESIASTICO

También llamado “Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac.” Se parece al libro de Proverbios. Escrito por un filosofo judío que había viajado mucho. Da reglas de conducta para todos los detalles de la vida cívica, religiosa y doméstica. Alaba a una larga lista de héroes del AT.

BARUC
Este libro pretende ser escrito por Baruc, el escriba de Jeremías a quien representa como pasando los últimos años de su vida en Babilonia. Se dirige a los exiliados. Su contenido es principalmente parafraseado de Jeremías, Daniel y otros profetas más una vehemente denuncia de la idolatría.

CANTO DE LOS TRES JOVENES (Daniel 3:24-90)
Un añadido apócrifo al libro de Daniel que pretende ser la oración de los tres amigos de Daniel en el horno de fuego y su canto triunfal de ser librados.

HISTORIA DE SUSANA (Daniel 13)
Otro añadido al libro de Daniel. Relata como la esposa piadosa de un judío rico en Babilonia, falsamente acusada de adulterio, fue liberada mediante la sabiduría de Daniel.

BEL Y EL DRAGON (Daniel 14)
Otro añadido apócrifo al libro de Daniel. Dos historias en las cuales Daniel demuestra que los ídolos Bel y El Dragón no son dioses. Una se basa en el relato del foso de los leones.

ORACION DE MANASES
Pretende ser la oración de Manases, Rey de Judá, cuando estuvo cautivo en Babilonia (II Cr. 33:12,13). De un autor desconocido, probablemente del primer siglo AC.

I MACABEOS
tra historia de gran valor sobre el período Macabeo, que cuenta eventos de la heroica lucha de los judíos para su independencia, 175-135 AC. Escrito alrededor del 100 AC por un judío de Palestina.

II MACABEOS
Este es también un relato de la lucha de los Macabeos pero se limita al período 175-161 AC. Profesa ser una abreviación de una obra escrita por un tal Jasón de Cirene, de quien nada sabemos. Complementa a I Macabeos pero es inferior a él.

OTROS ESCRITOS
Ademas de los libros apócrifos mencionados, hubo otros escritos del período entre el siglo 2 AC y el 1 DC. Generalmente son de estilo apocalíptico y en el que su escritor “toma el nombre de algún héroe muerto mucho antes, y relata la historia como si fuese profecía.”

Se componen de una trama de visiones que profesan derivar de personas de las escrituras más antiguas, llegando a relatos por lo demás fantasiosos. Hablan mucho del Mesías venidero. El padecimiento vivido en el período Macabeo acrecentaba la expectativa judía de su venida. Su base estaba dada en parte por tradiciones inciertas y por detalles imaginarios.

Estos son algunos de ellos:

LOS LIBROS DE ENOC
Un grupo de fragmentos de varios autores desconocidos, escritos en los siglos 1 y 2 AC que contienen revelaciones que se dicen haber sido dadas a Enoc y a Noé. Tratan del Mesías venidero y del Día del Juicio.

LA ASUNCION DE MOISES
Escrito por un fariseo cerca del tiempo del nacimiento de Cristo. Contiene profecías que se atribuyen a Moisés y que confió a Josué cuando estaba próximo a morir.

LA ASCENCION DE ISAIAS
Un relato legendario del martirio de Isaías y algunas de sus supuestas visiones. Se cree que haya sido escrito en Roma por un judío cristiano, durante la persecución de Nerón a los judíos.

LIBRO DE JUBILEOS
Un comentario sobre el Génesis escrito probablemente en el período Macabeo o poco después. El nombre proviene de su sistema de calcular los tiempos que se basa en los períodos de 50 años de los jubileos.

SALMOS DE SALOMON
Un grupo de cánticos acerca del Mesías venidero, escritos por un fariseo desconocido, probablemente poco después de la época Macabea.

TESTAMENTO DE LOS 12 PATRIARCAS
Un producto del siglo 2 AC que pretende dar las instrucciones de los 12 hijos de Jacob a sus hijos al morir. Cada uno relata la historia y las lecciones de su propia vida.

LOS ORACULOS SIBILINOS
Escritos en la época Macabea con añadidos posteriores en imitación del estilo de los oráculos griegos y romanos. Trata de la caída de los imperios opresores y del amanecer de la era mesiánica.

LIBROS APOCRIFOS


Los libros individuales apócrifos del Antiguo Testamento se organizan en orden alfabético en la subsiguiente artículo. Pero aquí está el orden en el cual generalment se organizan estos 15 libros en las Biblias que contienen los apócrifos.

1. Primer libro de Esdras

2. Segundo libro de Esdras

3. Tobías

4. Judit

5. Adiciones a Ester

6. El libro de la Sabiduría

7. Eclesiástico o Sabiduría de Jesús, el hijo de Sirac

8. Baruc

9. La carta de Jeremías

10. La oración de Azarías y el cántico de los tres jóvenes.

11. Susana

12. Bel y el dragón

13. La oración de Manasés

14. Primer libro de los macabeos

15. Segundo libro de los macabeos

Descripción

A continuación damos un resumen del carácter, el contenido y la fecha de composición de los apócrifos (de los cuales los números 1, 2 Esdras y La oración de Manasés no se imprimen en las Biblias católico romanas).

Primer libro de Esdras

(3 Esdras en la Vulgata)

Es una traducción y compilación de 2 Cr 35.1–36.21, aumentada por la adición de un pasaje largo (3.1–5.3). Relata cómo Zorobabel obtuvo de Darío la autoridad y los fondos para reanudar la reconstrucción de los muros de Jerusalén y del templo. Se supone que fue escrito después del 150 a.C.

Segundo libro de Esdras

(4 Esdras en la Vulgata)

Es un libro apocalíptico que contiene en los caps. 3–14 siete visiones al parecer otorgadas a Esdras en Babilonia durante el siglo VI a.C. El autor está obsesionado por la razón del mal y del sufrimiento humano y procura justificar ante los hombres los caminos de Dios. El autor de estos caps. fue un judío desconocido que quizás escribió en arameo hacia fines del siglo I d.C. Los caps. 1, 2 y 15, 16 son adiciones posteriores de dos autores cristianos.

Tobías

Es un relato popular y edificante. El ángel Rafael soluciona los problemas de Tobit y de Sara, dos judíos piadosos, por mediación de Tobías, hijo de Tobit. El libro destaca los deberes con los muertos y el consejo de dar limosna. Apareció en el siglo II a.C.

Judit

Relata cómo una bella viuda judía, Judit, le cortó la cabeza a Holofernes, comandante asirio que sitiaba la ciudad de Betulia, y así salvó a los israelitas. La historia está repleta de errores y dislates históricos y geográficos que tal vez introdujo adrede el autor para centrar la atención en el drama religioso que constituye el fondo del relato. Es probable que el libro se escribiera en hebreo, alrededor del 100 a.C.

Adiciones a Ester

En el siglo I o II a.C. un tal Lisímaco (11.1) tradujo el texto hebreo de Ester al griego. En seis lugares distintos de la narración griega, él, u otro autor, introdujo pasajes que no se hallan en el texto hebreo y que suman 107 versículos. Todas estas adiciones, menos una, mencionan el nombre de Dios (recuérdese que el texto masorético no se refiere ni una sola vez a Dios). En la Vulgata estas adiciones se agregan al final del texto canónico, pero en la Biblia de Jerusalén están intercaladas en letra cursiva en los lugares correspondientes al texto canónico.

El libro de la Sabiduría

Aunque insinúa que su autor fue Salomón, en realidad lo escribió en griego un judío helenizado, quizás de Alejandría, entre 100 y 50 a.C. El autor parece tomar en cuenta diferentes clases de lectores: judíos tibios y apóstatas (caps. 1–5) y judíos fieles pero desanimados por las persecuciones (caps. 10–12 y 16–19). A posibles lectores gentiles les ofrece una apología a favor de la verdad del judaísmo y señala la insensatez de la idolatría (caps. 6–9 y 13–15). Recalca la creencia en la inmortalidad del alma (rasgo típicamente helenista) y ensalza el papel de la sabiduría, que se identifica con Dios en el gobierno del mundo (7.22–8.1).

GENEALOGIA

GENEALOGIA Y DOCUMENTOS AJENOS AL AT

Cortesia de IECA/SIG/HS

Lista que destaca el linaje de algunos individuos o las relaciones de parentesco entre grupos tales como familias, clanes, tribus o naciones. Se traza a través de los hombres, y las mujeres se mencionan solo excepcionalmente (por ejemplo, Gn 11.29; Nm 27.1–11).

Los exégetas distinguen dos géneros de genealogía: las históricas etnográficas (Gn 4.17ss; 5.1s; 6.9ss; 1.5ss; 10.1ss; etc.), y las tribales o patriarcales (Nm 1.5ss y passim; 1 Cr 2.12ss; 5.24ss y passim). La Biblia misma, sin embargo, no hace tal distinción entre el modo de crecimiento de un pueblo y el de una casa patriarcal, sino que afirma que todo el género humano tiene un padre común:  ADÁN. La  ELECCIÓN de Israel no es más que la selección de una familia (los descendientes de Jacob) de entre todos los seres humanos.

Entre los móviles que inspiraron la conservación de tradiciones genealógicas figuran: (1) identificar a un individuo para propósitos legales tales como la herencia; (2) establecer derechos para ocupar ciertos puestos, tales como el reinado y el sacerdocio (cf. Esd 2.59ss); (3) probar la pureza racial (cf. Esd 10.9ss; Jer 22.30; Ez 13.9); (4) demostrar con orgullo el parentesco con alguna eminencia del pasado; (5) fortalecer la autoridad de un oficio, trazando su origen al antepasado ilustre que lo recibió.

La genealogía es un género literario de difícil interpretación. En su composición intervienen móviles teológicos y artísticos que complican la recta comprensión. Por ejemplo:

1.El número de generaciones sigue a menudo una pauta esquemática; hay diez generaciones de patriarcas desde Adán hasta Noé y diez desde Sem hasta Abraham (Gn 5; 11.10ss); y en la  GENEALOGÍA DE JESÚS según Mateo aparecen tres series de catorce nombres cada una. En la mayoría de las genealogías, se calculaba convencionalmente que cada generación duraba cuarenta años (cf. Sal 95.10).

2. Para lograr tales esquemas, o para mencionar solo los personajes clave, hubo que dejar ciertas lagunas en las genealogías, se eliminó el nombre del padre de un individuo para relacionar a este más bien con su abuelo u otro antepasado (cf. Zac 1.1 con Esd 5.1). Por tanto, la expresión «hijo de» ha de entenderse a veces como «descendiente de». Además, las genealogías no ayudan mucho en la elaboración de cronologías exactas.

3. Los términos de parentesco pueden connotar otras relaciones además de las de sangre. «Hijo» puede significar «aprendiz» o «socio», y «hermanos» puede denotar a los firmantes de un pacto (Am 1.9).

4. La repetición de nombres en una lista puede reflejar la realidad histórica, porque en ciertas épocas los nombres personales se conferían como patrimonio familiar (por ejemplo, Lc 1.59, padre e hijo llevarían el nombre Zacarías). Además, un mismo individuo puede llevar varios nombres (por ejemplo, Eliú/Eliab/Eliel; 1 S 1.1; 1 Cr 6.27, 34).

A la luz de estas dificultades se hace evidente por qué las cartas pastorales advierten contra las contenciones que surgen en torno a la interpretación de genealogías, ya que algunos cristianos prestaban demasiada atención a las «fábulas y genealogías» (1 Ti 1.4; Tit 3.9).

Ciertos intérpretes del Antiguo Testamento entendían muy literalmente aun los silencios de las Escrituras. Porque Gn 14.18ss no menciona la familia de  MELQUISEDEC, el autor a los Hebreos saca la conclusión teológica de que este rey no tenía padre, ni madre, ni genealogía (Heb 7.3, 6).

APÓCRIFOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO, LIBROS

El término «apócrifos» significa «escondidos», y con él se designaron los libros no destinados al uso general, porque se consideraba que contenían verdades demasiado profundas para la mayoría, o porque se pensaba que contenían errores o herejías. El empleo evangélico (protestante) de este término, sin embargo, solo denota que estos libros no son canónicos, significado que se remonta a Jerónimo.

Origen

De acuerdo con la tradición atestiguada por Jerónimo, existen 14 ó 15 libros apócrifos. Todos se originaron en el período intertestamentario, que va del siglo II a.C. al siglo I d.C. Todos se escribieron originalmente en hebreo o en arameo, excepto Sabiduría, Oración de Manasés y 2 Macabeos, y gozaron de gran popularidad entre la numerosa colonia judía de Alejandría. Casi todos se incluyeron en la traducción griega del Antiguo Testamento llamada  SEPTUAGINTA (LXX), que se hizo en esa ciudad. Ello implica que estos judíos, en cierta forma, los consideraron revestidos de la misma autoridad que los demás libros del Antiguo Testamento.

Canonicidad

Sin embargo, los rabinos que se reunieron en el llamado Concilio de Jamnia en 90 d.C. asumieron la tarea de fijar el  CANON de los libros sagrados hebreos. Los criterios empleados por los rabinos fueron los siguientes: (1) composición del libro en hebreo o arameo; (2) antigüedad (por creerse que la profecía cesó con Esdras); (3) ortodoxia; y (4) calidad literaria. De acuerdo con estos criterios y otros factores, respecto a los cuales solo podemos conjeturar, los libros apócrifos quedaron excluidos del canon hebreo.

Sin embargo, la decisión de Jamnia no afectó a los cristianos de los primeros siglos de nuestra era, puesto que su Biblia era el Antiguo Testamento griego (LXX). Es cierto que ningún libro apócrifo se cita directamente en el Nuevo Testamento; no obstante, los apócrifos parecen haber influido directa o indirectamente en algunos escritos neotestamentarios: cf. Mt 11.28–30 con Ecl 24.25–31; Mt 9.17 con Ecl 9.15; Lc 12.6–20 con Ecl 11.14–20; Ro 1.19–20 con Sb 13.1–9; Ro 9.21 con Sb 15.7; Heb 1.3 con Sb 7.26; Heb 11.35 con 2 Mac 6.18–9.28.

Muchos padres de la iglesia antigua citaron estos libros sin reconocerlos como parte de la Biblia cristiana. Cirilo de Jerusalén (m. 381) y Jerónimo (m. 420) fueron más explícitos en distinguir los apócrifos de los libros canónicos del Antiguo Testamento. En su prólogo a los libros de Salomón, Jerónimo apunta que los apócrifos del Antiguo Testamento podían leerse para la edificación, pero «no para confirmar la autoridad de los dogmas de la iglesia». Los incluyó en el Antiguo Testamento de su versión latina de la Biblia (la Vulgata), pero señaló en los prólogos los libros que no se hallaban en el canon hebreo.

Evaluación Protestante

En el siglo XVI, Lutero y otros reformadores emplearon el Antiguo Testamento hebreo, que no contenía los apócrifos. Conocían los puntos de vista de Jerónimo y se alejaron de ciertas doctrinas que la iglesia de Roma basó en los apócrifos. En su versión alemana del Antiguo Testamento (1534), Lutero juntó los apócrifos, dispersos a través de la Vulgata, en una sola sección. Los colocó después del Antiguo Testamento y los encabezó con las siguientes palabras: «Apócrifos. Libros que no son tenidos por iguales a la Sagrada Escritura, pero cuya lectura es útil y buena». Otras traducciones protestantes de la Biblia a las lenguas vernáculas siguieron el ejemplo de Lutero, incluyendo la Biblia del Oso, de Casiodoro de Reina (1569).

Frente a esta actitud, la iglesia de Roma decretó, en el Concilio de Trento (1546), que quienes no reconocieran como sagrados y canónicos todos los libros contenidos en la Vulgata estaban «anatematizados». Libros como 1 y 2 Esdras y la Oración de Manasés, no incluidos en la lista de doce escritos declarados como canónicos en Trento, se publicaron más tarde en letra pequeña, a modo de apéndice, en la edición clementina de la Vulgata (1592). Debe observarse que los católicos romanos se refieren a los apócrifos como libros «deuterocanónicos», sin que ello implique menoscabo de su inspiración y autoridad.

En el artículo sexto de los «Treinta y nueve artículos de la religión», la iglesia anglicana recomienda la lectura de los apócrifos «por motivo del ejemplo de vida y la instrucción en las costumbres, pero no los emplea para establecer doctrina alguna». La Confesión de Westminster (1647), que ha sido autoritativa para las iglesias presbiterianas (calvinistas) de habla inglesa, rechaza categóricamente los apócrifos y los despoja de cualquier viso de autoridad. En 1827, la Sociedad Bíblica Británica, seguida por la Sociedad Bíblica Norteamericana, decidió excluir los apócrifos en los ejemplares de la Biblia publicados por ella.

Ningún evangélico, por cierto, equipara los apócrifos con los libros canónicos. Sin embargo, los apócrifos constituyen un eslabón entre los dos testamentos, sin el cual se dificulta notablemente la comprensión del Nuevo Testamento, y puesto que formaban parte de la Biblia cristiana más antigua, los apócrifos deben estudiarse




KATHERINE HANKLEY

Durante el Avivamiento de 1859 en Irlanda, un viejo ministro fue visitado por uno más joven que le llevó las noticias. Cuando las nuevas del despertar habían sido dadas, el inválido, que estaba muriendo, dijo: “Dime la antigua, antigua historia, y nada más”.

La Srta. Braithwaite, una hermana anciana, Cuáquera, de Banbury, cuenta cómo en 1866, el año de la publicación, un amigo, Benjamín Seebohm, dio a su hermano Jorge, que entonces tenía 5 años, una copia de “La Antigua, Antigua Historia”, diciendo: “Aquí hay un pequeño libro para un niño pequeño; pondré su nombre en él y espero que tan pronto como sea lo suficiente mayor que lo aprenderá de memoria.”

Aquel pequeño libro fue guardado como un tesoro y memorizado. Cuando Jorge Braithwaite creció vino a ser un viajante comercial. A menudo invirtió su dinero comprando más copias del pequeño libro que regalaba en sus viajes por ferrocarril.

El pequeño libro parecía responder a la necesidad de la época, y por muchos años tuvo una gran circulación. Incluso fue traducido a varios idiomas Europeos, y a otros usados en campos de misión de Asia y África.

Se componía de 56 versos y está en dos partes: “La Historia Deseada” y “La Historia Contada”. La fecha de la primera es 29 de enero de 1866, la segunda es del 18 de noviembre de 1866. Es de esta parte mayor de la que se tomó este himno, y se le añadió un coro.

No se sabe mucho de la Srta. Hankey, pero una carta de su sobrina, la Srta. Agnes E. Rashdall, dice:

«Creo que probablemente pocas personas en la actualidad sabrían que el himno fue escrito originalmente como la introducción a un pequeño librito en verso, publicado alrededor de 1868, bajo el título “La Antigua, Antigua Historia”, siendo encabezadas las ocho estrofas del himno: “La Historia Contada”.

La Srta. Hankey siempre estuvo muy interesada en la enseñanza religiosa, y cuando era bastante joven, tenía una Clase Bíblica para jóvenes mujeres de negocios, yendo a los comercios, bajo la escolta de su madre, para dar invitaciones personales. Fue muy apreciada, y algunos de sus miembros llegaron a ser amigos de por vida y desarrollaron obra Cristiana. Probablemente fueron sus variadas experiencias en la enseñanza que le ayudaron especialmente a poner las verdades más profundas en el lenguaje más sencillo de “La Antigua, Antigua Historia”.

Murió en 1911, a la edad de 77 años.»

El Dr. W. H. Doane, compositor Americano, escribió la melodía con la que se suele cantar y añadió el coro. Sucedió de una manera extraordinaria: Un cierto Comandante-General Russell, cuyo nombre era familiar en relación con la represión de los motines en Irlanda, asistió a una gran Convención de la Asociación de Jóvenes Cristianos en Montreal, Canadá. Ante una gran audiencia leyó este poema, causó una profunda impresión. El Dr. Doane estaba presente y se sintió muy atraído por el poema. Obtuvo una copia y un día viajando en una diligencia por White Mountains le vino la música.

Dime la antigua historia

Del celestial favor;
De Cristo y de su gloria,
De Cristo y de su amor.
Dímela con llaneza
Propia de la niñez,
Porque es mi mente flaca
Y anhela sencillez.

Dime la antigua historia,
Cuéntame la victoria,
Háblame de la gloria
De Cristo y de su amor.

Dime esa grata historia
Con lentitud, y así
Conoceré la obra
Que Cristo hizo por mí.
Dímela con frecuencia
Pues soy dado a olvidar,
Y el matinal rocío
Suele el sol disipar.

Dime tan dulce historia
con tono claro y fiel;
Murió Jesús, y salvo
Yo quiero ser por Él.
Dime esa historia siempre,
Si en tiempos de aflicción
Deseas a mi alma
Traer consolación.


Dime la misma historia
Cuando creas tal vez
Que me ciega del mundo
La falsa brillantez.
Y cuando ya me alumbre
De la gloria la luz,
Repíteme la historia:
"Quien te salva es Jesús".