martes, 2 de noviembre de 2010

CONFESION DE FE DE WESMINSTER

CAPITULO 25: DE LA IGLESIA

I. La iglesia católica o universal, que es invisible, se compone del número de los elegidos que han sido, son o serán reunidos en uno, bajo Cristo la cabeza de ella; y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de Aquel que llena todo en todo. (1)

1. Efesios 1:10,22,23; 5:23,27,32; Colosenses 1:18.

II. La iglesia visible, que también es católica o universal bajo el evangelio (no está limitada a una nación como anteriormente en el tiempo de la ley), se compone de todos aquellos que en todo el mundo profesan la religión verdadera, (1) juntamente con sus hijos, (2) y es el reino del Señor Jesucristo, (3) la casa y familia de Dios, (4)

fuera de la cual no hay posibilidad ordinaria de salvación. (5)

1. 1 Corintios 1:2; 12:12,13; Salmos 2:8; Apocalipsis 7:9; Romanos 15:9-12.

2. 1 Corintios 7:14; Hechos 2:39; Ezequiel 16:20-21; Romanos 11:16; Génesis 3:15; 17:7.

3. Mateo 13:47; Isaías 9:7.

4. Efesios 2:19; 3:15.

5. Hechos 2:47.

III. A esta iglesia católica visible ha dado Cristo el ministerio, los oráculos y los sacramentos de Dios, para reunir y perfeccionar a los santos en esta vida y hasta el fin del mundo; y por su propia presencia y espíritu, de acuerdo con su promesa los hace eficientes para ello. (1)

1. 1 Corintios 12:28; Efesios 4:11-13; Isaías 59:21; Mateo 28:19,20.

IV. Esta iglesia católica ha sido más visible en unos tiempos que en otros. (1) Y las iglesias específicas que son parte de ella, son más puras o menos puras, de acuerdo como se enseñe y se abrace la doctrina del Evangelio, se administren los sacramentos y se celebre con mayor o menor pureza el culto público en ellas. (2)

1. Romanos 11:3,4; Apocalipsis 12:6,14.

2. 1 Corintios 5:6,7; Apocalipsis 2 y 3.

V. Las más puras iglesias bajo el cielo están expuestas tanto a la impureza como al error, (1) y algunas han degenerado tanto que han llegado a ser, no iglesias de Cristo, sino sinagogas de Satanás. (2) Sin embargo, siempre habrá una iglesia en la tierra para adorar a Dios conforme a su voluntad. (3)

1. 1 Corintios 13:12; Mateo 13:24-30,47; Apocalipsis 2 y 3.

2. Apocalipsis 18:2; Romanos 11:18-22.

3. Mateo 16:18; 28:19-20; Salmos 72:17; 102:28.

VI. No hay otra cabeza de la Iglesia sino el Señor Jesucristo; (1) ni puede en ningún sentido el Papa de Roma ser cabeza de ella. (2)

1. Colosenses 1:18; Efesios 1:22.

2. Mateo 23:8-10; 2 Tesalonicenses 2:3,4,8,9; Apocalipsis 13:6.

CAPITULO 26: DE LA COMUNION DE LOS SANTOS

I. Todos los santos que están unidos a Jesucristo su cabeza, por su Espíritu y por la fe, tienen comunión con Él en sus gracias, sufrimientos, muerte, resurrección y gloria. (1) Y estando unidos unos a otros en amor, tienen comunión en sus mutuos dones y gracias; (2) y están obligados al cumplimiento de tales deberes, públicos y privados, que conducen a su mutuo bien, tanto en el hombre interior como en el exterior. (3)

1. 1 Juan 1:3; Efesios 3:16-19; Juan 1:16; Efesios 2:5,6; Filipenses 3:10; Romanos 6:5,6; 2 Timoteo 2:12.

2. Efesios 4:15,16; 1 Corintios 12:7; 3:21-23; Colosenses 2:19.

3. 1 Tesalonicenses 5:11,14; Romanos 1:11,12,14; Gálatas 6:10; 1 Juan 3:16-18.

II. Los santos, por profesión, están obligados a mantener una comunión y un compañerismo santos en la adoración a Dios y a realizar los otros servicios espirituales que promueven su edificación mutua; (1) y también a socorrerse los unos a los otros en las cosas externas, de acuerdo con sus diferentes habilidades y necesidades. Esta comunión debe extenderse, según Dios presente la oportunidad, a todos aquellos que en todas partes invocan el nombre del Señor Jesús. (2)

1. Hebreos 10:24,25; Hechos 2:42,46; Isaías 2:3; 1 Corintios 11:20.

2. Hechos 2:44,45; 1 Juan 3:17; Hechos 11:29,30; 2 Corintios 8:9.

III. Esta comunión que los santos tienen con Cristo no les hace de ninguna manera partícipes de la sustancia de su divinidad; ni ser iguales a Cristo en ningún respecto; el afirmar cualquiera de estas cosas sería impiedad y blasfemia. (1) Tampoco la mutua comunión como santos, invalida ni infringe el título o propiedad que cada hombre tiene sobre sus bienes y posesiones. (2)

1. Isaías 42:8; Colosenses 1:18,19; 1 Corintios 8:6; Salmos 45:7; 1 Timoteo 6:15,16; Hebreos 1:8,9.

2. Hechos 5:4; Éxodo 20:15; Efesios 4:28.

CAPITULO 27: DE LOS SACRAMENTOS

I. Los sacramentos son señales y sellos santos del pacto de gracia, (1) instituidos directamente por Dios, (2) para representar a Cristo y a sus beneficios y para confirmar nuestra participación en él, (3) y también para establecer una distinción visible entre aquellos que pertenecen a la iglesia y el resto del mundo, (4) y para obligarlos solamente al servicio de Dios en Cristo, conforme a Su Palabra. (5)

1. Romanos 4:11; Génesis 17:7,10.

2. Mateo 28:19; 1 Corintios 11:23.

3. 1 Corintios 10:16; 11:25,26; Gálatas 3:27.

4. Romanos 15:8; Éxodo 12:48; Génesis 34:14.

5. Romanos 6:3,4; 1 Corintios 10:16,21.

II. Hay en cada sacramento una relación espiritual o unión sacramental entre la señal y la cosa significada; de

donde llega a suceder que los hombres y efectos del uno se atribuyen al otro. (1)

1. Génesis 17:10; Mateo 26:27,28; Tito 3:5.

III. La gracia que se manifiesta en los sacramentos o por ellos, mediante su uso correcto no se confiere por algún poder que hay en ellos; ni depende la eficacia de un sacramento de la piedad o intención del que lo administra, (1) sino de la obra del Espíritu, (2) y de la palabra de la institución; la cual contiene junto con un precepto que autoriza el uso del sacramento, una promesa de bendición para los que lo reciben dignamente. (3)

1. Romanos 2:28,29; 1 Pedro 3:21.

2. Mateo 3:11; 1 Corintios 12:13.

3. Mateo 26:27,28; 28:19,20.

IV. Sólo hay dos sacramentos instituidos por Cristo Nuestro Señor en el Evangelio; y son el Bautismo y la Cena del Señor; ninguno de los cuales debe ser administrado sino por un ministro de la palabra legalmente ordenado. (1)

1. Mateo 28:19; 1 Corintios 11:20,23; 4:1; Hebreos 5:4.

V. Los sacramentos del Antiguo Testamento, en cuanto a las cosas espirituales significadas y manifestadas por ellos, eran en sustancia los mismos del Nuevo. (1)

1. 1 Corintios 10:1-4.

CAPITULO 28: DEL BAUTISMO

I. El Bautismo es un sacramento del Nuevo Testamento, instituido por Jesucristo, (1) no para admitir solemnemente en la iglesia visible a la persona bautizada, (2) sino también para que sea para ella una señal y un sello del pacto de gracia, (3) de su injerto en Cristo, (4) de su regeneración, (5) de la remisión de sus pecados, (6) y de su rendición a Dios por Jesucristo, para andar en novedad de vida. (7) Este sacramento, por institución propia de Cristo debe continuarse en su Iglesia hasta el fin del mundo. (8)

1. Mateo 28:19.

2. 1 Corintios 12:13.

3. Romanos 4:11; Colosenses 2:11,12.

4. Gálatas 3:27; Romanos 6:5.

5. Tito 3:5.

6. Marcos 1:4.

7. Romanos 6:3,4.

8. Mateo 28:19,20.

II. El elemento externo que ha de usarse en este sacramento es agua, con la cual ha de ser bautizada la persona en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, por un ministro del Evangelio legalmente llamado para ello. (1)

1. Mateo 3:11; Juan 1:33; Mateo 28:19,10.

III. No es necesaria la inmersión de la persona en el agua; sin embargo se administra correctamente el bautismo por la aspersión o efusión del agua sobre la persona. (1)

1. Hechos 2:41; 16:33; Marcos 7:4; Hebreos 9:10, 19-22.

IV. No sólo han de ser bautizados los que de hecho profesan fe en Cristo y obediencia a ÉL, (1) sino también los niños hijos de uno o de ambos padres creyentes. (2)

1. Marcos 16:15,16; Hechos 8:37,38.

2. Génesis 17:7,9; Gálatas 3:9,14; Colosenses 2:11,12; Hechos 2:38,39; Romanos 4:11,12; 1 Corintios 7:14;

Mateo 28:19; Marcos 10:13-16; Lucas 18:15.

V. Aun cuando el menosprecio o descuido de este sacramento sea un pecado grave, (1) sin embargo, la gracia y la salvación no están tan inseparablemente unidas a ella, de manera que no pueda alguna persona ser regenerada o salvada sin el bautismo, (2) o que todos los que son bautizados sean indudablemente regenerados. (3)

1. Lucas 7:30 con Éxodo 4:24-26.

2. Romanos 4:11; Hechos 10:2,4,22,31,45,47.

3. Hechos 8:13,23.

VI. La eficacia del bautismo no está ligada al preciso momento en que es administrado; (1) sin embargo, por el uso correcto de este sacramento, la gracia prometida no solamente se ofrece, sino que realmente se manifiesta y se otorga por el Espíritu Santo a aquellos (sean adultos o infantes) a quienes corresponde aquella gracia, según el consejo de la propia voluntad de Dios; en su debido tiempo. (2)

1. Juan 3:5,8.

2. Gálatas 3:27; Tito 3:5; Efesios 5:25,26; Hechos 2:38,41.

VII. El sacramento del bautismo ha de administrarse una sola vez a cada persona. (1)

1. Tito 3:5.

CAPITULO 29: DE LA CENA DEL SENOR

I. Nuestro Señor Jesús, la noche que fue entregado, instituyó el sacramento de su cuerpo y de su sangre, llamado la Cena del Señor, para que se observará en su Iglesia hasta el fin del mundo, para un recuerdo perpetuo del sacrificio de sí mismo en su muerte, para sellar en los verdaderos creyentes los beneficios de ella, para su alimentación espiritual y crecimiento en ÉL, para un mayor compromiso en y hacia todas las obligaciones que le deben a Cristo; y para ser un lazo y una prenda de su comunión con ÉL y de su mutua comunión, como miembros de su cuerpo místico. (1)

1. I Corintios 11:23-26; 10:16,17, 21 y 12:13.

II. En este sacramento Cristo no es ofrecido a su Padre, ni se hace ningún verdadero sacrificio por la remisión de los pecados de los vivos ni de los muertos; (1) sino que solamente es una conmemoración del único ofrecimiento de sí mismo y por sí mismo en la cruz, una sola vez para siempre y una ofrenda espiritual de la mayor alabanza posible a Dios a causa de esto. (2) Así que el sacrificio papal de la misa, como ellos le llaman, es la injuria más abominable al único sacrificio de Cristo, la única propiciación por todos los pecados de los elegidos. (3)

1. Hebreos 9:22,25,26,28.

2. 1 Corintios 11:24-26; Mateo 26:26,27.

3. Hebreos 7:23,24,27 y 10:11,12,14,18.

III. El Señor Jesús, en este sacramento, ha designado a sus ministros que declaren al pueblo su palabra de institución, que oren y bendigan los elementos del pan y del vino, y que los aparten así del uso común para el servicio sagrado; que tomen y partan el pan, y beban de la copa y (participando ellos mismos), den de los dos elementos a los comulgantes; (1) pero no a ninguno que no esté presente entonces en la congregación. (2)

1. Mateo 26:26-28; y Marcos 14:22-24; y Lucas 22:19,20; 1 Corintios 11:23-26.

2. Hechos 20:7; 1 Corintios 11:20.

IV. Las misas privadas o la recepción de este sacramento de un sacerdote o por cualquier otro privadamente; (1) como también el negar la copa al pueblo; (2) el adorar los elementos, el elevarlos o llevarlos de un lugar a otro para adorarlos y el guardarlos para pretendidos usos religiosos; todo esto es contrario a la naturaleza de este sacramento y a la institución de Cristo. (2)

1. 1 Corintios 10:16.

2. Marcos 14:23; 1 Corintios 11:25-29.

3. Mateo 15:9.

V. Los elementos exteriores de este sacramento, debidamente apartados para los usos ordenados por Cristo, tienen tal relación con El crucificado, que verdadera aunque sólo sacramentalmente, se llaman algunas veces por el nombre de las cosas que representan, a saber: el cuerpo y la sangre de Cristo; (1) no obstante, en sustancia y en naturaleza ellos todavía son verdadera y solamente pan y vino, como eran antes. (2)

1. Mateo 26:26-28.

2. 1 Corintios 11:26-28; Mateo 26:29.

VI. Esa doctrina que sostiene un cambio de sustancia del pan y del vino a la sustancia del cuerpo y de la sangre de Cristo, (llamada comúnmente transubstanciación), por la consagración del sacerdote, o de algún otro modo, es repugnante no sólo a la Escritura sino también a la razón y al sentido común; echa abajo la naturaleza del sacramento; y ha sido y es la causa de muchísimas supersticiones, y además una crasa idolatría. (1)

1. Hechos 3:21; 1 Corintios 11:24-26; Lucas 24:6,39.

VII. Los que reciben dignamente este sacramento, participando exteriormente de los elementos visibles, (1) también participan interiormente, por la fe, de una manera real y verdadera aunque no carnal ni corporal, sino alimentándose espiritualmente de Cristo crucificado y recibiendo todos los beneficios de su muerte. El cuerpo y la sangre de Cristo no están entonces ni carnal ni corporalmente dentro, con o bajo el pan y el vino; sin embargo, están real pero espiritualmente presentes en aquella ordenanza para la fe de los creyentes, tanto como los elementos mismos lo están para sus sentidos corporales. (2)

1. 1 Corintios 11:28.

2. 1 Corintios 10:16.

VIII. Aunque los ignorantes y malvados reciban los elementos exteriores en este sacramento, con todo, no reciben lo significado por ellos, sino que por acercarse indignamente son culpados del cuerpo y de la sangre del Señor para su propia condenación. Entonces, todas las personas ignorantes e impías como no son aptas para gozar de comunión con ÉL, tampoco son dignas de acercarse a la mesa del Señor, y mientras permanezcan en ese estado, no pueden, sin cometer un gran pecado contra Cristo, participar de estos sagrados misterios, (1) ni ser admitidos a ellos. (2)

1. 1 Corintios 11:27-29; 2 Corintios 6:14-16.

2. 1 Corintios 5:6,7,13; 2 Tesal. 3:6,14,15; Mateo 7:6.

EVANGELISMO TEOCENTRICO

CAPÍTULO 14

DIOS Y EL CELO PARA EL EVANGELISMO

Los reformadores y las iglesias de la Reforma a menudo han sido acusados de completa, o casi completa indiferencia para el Evangelismo. El entusiasmo protestante para las misiones alcanzó su más alto nivel en los siglos XIX y XX. Los reformadores estaban empeñados en una valerosa y difícil campaña que tenía por objeto la evangelización de Europa. La Biblia había sido trasladada a la lengua del pueblo, y cuando la Iglesia Romana había sustituido el Evangelio por ritos y ceremonias, el Protestantismo se esforzó en la predicación del Evangelio. Jóvenes de todas partes del continente, así como de las Islas Británicas, acudieron a los pies de Calvino y fueron enseñados a proclamar la Palabra de Dios. En lo que se refiere a misiones extranjeras las iglesias de la Reforma sufrieron dos serias dificultades: estaban envueltas en una terrible lucha para su propia existencia, y en segundo lugar muchas de las tierras recientemente descubiertas, África y América, estaban bajo el control de naciones católico-romanas, como España y Portugal.

En vista de estos hechos es difícil acusar a las iglesias de la Reforma de que han tenido poco o ningún interés por el Evangelismo. Celo sin conocimiento Todos somos o por lo menos pretendemos ser, celosos para el Evangelismo; y muy pocos toman un vivo interés por la doctrina cristiana. El Cristianismo es una vida; pero también, con toda certeza, es una doctrina; un Cristianismo sin doctrina no sería Cristianismo. Se conviene generalmente en que el Evangelismo tiene por objeto llevar la Palabra de Dios. Pero ¿qué significa esto? Todos comprenden que la tarea del Evangelista es predicar a Cristo; pero ¿qué Cristo? Todos comprenden también que el evangelista tiene que proclamar la salvación; pero ¿qué salvación? Los miembros de las iglesias prefieren que se les diga desde el púlpito lo que tienen que hacer, más no lo que tienen que creer. La iglesia que descuida el adoctrinamiento de las generaciones futuras, pronto no tendrá misioneros para enviar.

Por lo menos misioneros celosos para declarar el único Evangelio verdadero. El celo orientado hacia la Teología La fe Reformada, propiamente comprendida y creída de corazón, conduce al celo evangelístico. La voluntad soberana de Dios, sólo puede engendrar celo en la difusión del Evangelio. Dios escogió en amor; por consiguiente Dios no fuerza a los elegidos al cielo. Él ordenó que los tales serían salvos por el Evangelio y no por otro medio. De ahí se sigue que la Elección, demanda Evangelismo; y también que la Elección garantiza los resultados del Evangelismo. La Gran Comisión es un mandato del Dios soberano. Cuanto más seriamente se toma el hecho de la Soberanía divina, tanto más se siente un creyente obligado a cumplir este mandato. Dios requiere del hombre que ponga su confianza en su Creador, pide tan sólo aquello que podía hacer originalmente. Y aún cuando el hombre, en su estado caído, no sea capaz de ello, tiene que culparse a sí mismo, tan sólo por esta pérdida. El cristiano Reformado rechaza la enseñanza de que la Verdad se contradice a sí misma. Pero encuentra de un modo inequívoco que en la Escritura hay a veces dos verdades que no pueden ser reconciliadas en el tribunal de la razón humana, y en tal caso sujeta gustosamente su lógica a la Palabra divina. El más fuerte y noble motivo para el Evangelismo debe ser el amor para el adorable Señor y Dios.

CAPÍTULO 15

DIOS Y EL MÉTODO DEL EVANGELISMO

El método del evangelismo debe ser determinado por los principios del mismo. Dios es un Dios de ley y de orden, pero también es un Dios que admite variedad, que tiene también su lugar en el método evangelístico. La procedencia de la Iglesia organizada La Iglesia Cristiana es un agente ordenado por Dios para el Evangelismo. Según la Escritura, la Iglesia organizada es el primer agente del Evangelismo, y ello trae varias implicaciones definidas. En primer lugar, la Iglesia organizada debe realizar labor evangelística. En segundo lugar, las asociaciones voluntarias de creyentes, no deben, en circunstancias normales sustituir a la Iglesia. Los comités misioneros, y los evangelistas independientes de control eclesiástico, solamente deben ser organizados cuando la Iglesia falla en realizar la tarea asignada por Dios, y todos los esfuerzos para persuadirla han fracasado.

En tercer lugar, los concilios eclesiásticos no son iglesias. En cuarto, la razón porque Dios ha asignado la obra del evangelismo principalmente a la iglesia organizada, es porque el resultado ha de ser, convertidos que deben unirse a la Iglesia, El propósito del evangelismo no es meramente la salvación de almas individuales, sino la adición de almas salvas a la Iglesia. La prioridad del evangelismo Educativo Hay dos métodos de evangelismo en contraste, el evangelismo de masas y el evangelismo personal. Hay argumentos de valor contra el evangelismo de masas, como es concebido y generalmente llevado a cabo hoy día. Hoy día las masas del pueblo están casi totalmente ignorantes de la historia bíblica, y de la doctrina bíblica. Por consiguiente, la predicación debe ser hoy día, antes que todo, instructiva.

Existe una creciente y justa demanda a que el evangelista pruebe lo razonable de la religión cristiana. Se supone que el hombre no regenerado tiene capacidad, de su propia y libre voluntad, para aceptar a Cristo por la fe; y que es tarea del evangelista apelar por medio de una poderosa invitación, a la voluntad y emociones del hombre natural para "hacerle levantar". El evangelismo de masas tiene que ser estimulado porque tiene que ser llevado, tan pronto como sea posible, a tantos como sea dable alcanzar. Debe dar oportunidad de un modo u otro a aquellos que quieran conocer más acerca del camino de Salvación a que lo expresen. Es asunto de suprema importancia que aquellos que expresan tal deseo sean realmente instruidos después. De este modo el evangelismo personal sería el resultado del evangelismo de masas.

El método total El evangelista no debe solamente proclamar el evangelio de la salvación del pecado y de la muerte, más también impartir los beneficios de la cultura. Los medios modernos de transporte y comunicación Los medios modernos de transporte, los medios de comunicación entre otros inventos, representan el descubrimiento por parte del hombre de aquellas leyes de la naturaleza dadas por Dios desde un principio, de la creación. Dios quiere que su Iglesia haga un uso diligente y eficaz de los medios modernos de transporte y comunicación para la más pronta extensión del Evangelio a las partes más remotas de la tierra, apresurando así el día de la vuelta triunfal de Cristo (Mateo 24:14) La Iglesia indígena Cuando la Iglesia ha nacido en un país extranjero por la predicación del Evangelio, el misionero encargado debe trasladarse a otro país y dejar la nueva iglesia nativa organizada navegar por sí misma. El pastor nativo no tiene mayor deber de discutir y ganar personas de fuera que el enseñar a su rebaño la Palabra de Dios.