IV. TODOS LOS CRISTIANOS TIENEN DONES
Además de los dones generales (carisrnata) de la justifi¬cación y la vida eterna (Romanos 5:15-16; 6:23), cada cris¬tiano tiene cuando menos un don para servicio. Esto es lo que Pablo y Pedro declaran. Pablo dice de los miembros in¬dividuales de la iglesia: “De manera que, teniendo diferen¬tes dones, según la gracia que nos es dada” (Romanos 12:6) y añade: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Corintios 12:7). Prosigue dicien¬do, “cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10).
Dondequiera que haya cristianos ociosos en la obra del cuerpo de Cristo —la iglesia— es porque no han descubierto ni usado sus dones espirituales. No hay creyente que carezca por lo menos de un don para servicio. Esto constituye una parte de ser cristiano en el sentido del Nuevo Testamento.
Por otro lado hay que declarar que siempre que hay una tarea importante en la iglesia local sin hacerse, eso significa que alguna persona no está usando los dones que Dios le ha dado. La iglesia en general sufre hoy un serio “problema de desempleo”. No es que demasiada gente busque trabajo, sino que hay demasiado trabajo en espera de gente que lo haga. En dondequiera que se encuentra este problema, tanto la iglesia como sus miembros individuales están empobre¬cidos y raquíticos.
Una clara implicación de Romanos 12:3-8 y 1 Corintios 12:12-26 (en donde vemos los dones en e1 contexto de la vida del cuerpo), es que cada congregación local cuenta con sufi¬cientes personas con los dones necesarios para llevar a cabo todo lo que le corresponde hacer en el reino de Dios. Cada función real del cuerpo de Cristo tiene su miembro corres¬pondiente para ejecutarla, y cada miembro tiene una tarea que desempeñar.
Uno de los grandes problemas de la iglesia en todas par¬tes es que hay un gran número de creyentes cuyos dones espirituales están latentes, sin ser reconocidos, o sin ser usa¬dos. Los dones, tal como los talentos, pueden permanecer enterrados por años —listos a surgir en cuanto se manifiesten nuevas necesidades. Es tan importante descubrir y desarro¬llar los dones espirituales como los talentos naturales. La iglesia nunca llegará a estar completa ni a ser adecuada hasta que un número creciente de sus miembros desempeñen un papel más activo en la obra, por medio del uso de sus dones tan singulares y tan irreemplazables.
¿Cómo llegamos a descubrir nuestros dones espiritua¬les? Por lo general de la misma manera en que descubrimos nuestros talentos naturales: por la satisfacción que sentimos al tratar de usarlos. La persona con talento para el canto hallará placer en cantar. El que tiene talento natural de líder encontrará su realización en el liderazgo.
Nuestros dones espirituales —como los talentos— mu¬chas veces pueden ser advertidos por otra persona antes que nosotros nos demos cuenta que los poseemos. A menudo uno se siente llamado a cierta tarea, ya sea por Dios, o por algún líder de la iglesia, antes de reconocer en nosotros mis¬mos los dones espirituales necesarios para esa tarea. Estos surgen al asumir determinadas responsabilidades.
Dios ofrece los dones por su Espíritu no para esperar la admiración de los demás, ni para que la persona sea ensal¬zada, sino para ser usados. Cada don lleva consigo la respon¬sabilidad de su uso según la dirección de Dios.
El no tomar en cuenta los dones del Espíritu constituye un desprecio al Dador —cosa que ningún cristiano sincero quiere hacer. Por la iglesia, pero también para nuestra pro¬pia satisfacción en el servicio cristiano, es importante que descubramos y utilicemos los dones que el Espíritu Santo nos ha dado.