sábado, 29 de enero de 2011

El Purgatorio

¿ Verdad de Dios ?

por Daniel Sapia


"La familia, un padre con sus hijos, ocupaba el primer asiento en la iglesia. En el pasillo central había un ataúd con los restos de una amada y solícita esposa. Ella había sido una dama buena y amable, respetada por todos los que la conocían. La muerte, intrusa inoportuna, se había llevado su vida haciendo añicos el frágil mundo de su familia. En el gran edificio se escuchaba el eco de sus sollozos.

El repicar de las campanas del altar anunciaba que el sacerdote estaba listo para decir misa a intención de la difunta. Pasó unos minutos con la familia, luego anunció a la congregación que esa misa era ofrecida por el descanso del alma de su ser querido que había partido y que ahora estaba en el Purgatorio. Por medio del santo sacrificio de la misa, a la larga su alma sería liberada de las penas del Purgatorio."

El Purgatorio es una doctrina entretejida en las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. La creencia en el Purgatorio es fuerte, como lo demuestran las muchas misas que la familia y los amigos han ofrecido por los que han muerto. ¿Se ha preguntado usted alguna vez cuál es la necesidad del Purgatorio, y si hay alguna evidencia de su existencia?

Qué afirman los defensores católicos de esta teoría:

a) Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. (CIC N° 1030)

b) La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (Cf. DS 1304) y de Trento (Cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1Co 3, 15; 1P 1, 7) habla de un fuego purificador. (CIC N° 1031)

c) Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó (Judas Macabeo) hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberadas del pecado" (2M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular en el sacrificio eucarístico (Cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.

(CIC N° 1032)

d) Para algunos apologistas católicos, no es un lugar específico en el mas allá. Para otro si. Del mismo modo, para algunos, este proceso de "purificación o santificación" es instantáneo. Para otros, sin embargo, puede tener cierta duración en el tiempo.

e) Los vivos pueden elevar oraciones para que la persona que está siendo purificada, acorte su estadía o minimice sus padecimientos (Aunque nadie pueda decir en cuánto se acorta). La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.

f) A pesar de que, tal vez, la purificación del alma puede ser instantánea, no hay problemas en orar por las almas de los fieles difuntos que tuvieron tal destino. Como Dios está "fuera del tiempo", conoce el pedido desde toda la eternidad, lo que significa que puede aplicar su pedido a cualquier período de tiempo en que este sea relevante.

g) Según sus defensores, la teoría del Purgatorio es perfectamente bíblica. (2° Macabeos 12:45-46, Malaquías 3:2, Malaquías 4:1, Mateo 5:26, Mateo 12:31, 2°Timoteo 1:16-18, 1°Corintios 3:12-15)

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Bueno, hasta aquí una breve referencia de la doctrina católica referente al Purgatorio, expresado de manera tal que signifique una explicación mas completa de lo expresado en el Catecismo de la Iglesia Católica. Podríamos haber expuesto muchos mas comentarios. No obstante, para favorecer la dinámica del estudio, decidimos compartir solo estos, los cuales consideramos sirven como suficiente sustento para demostrar la creencia sostenida por el catolicismo

El Purgatorio: una Doctrina Católica Imprescindible

(extracto del libro "El Evangelio según Roma" de James McCarthy - Editorial Portavoz - Pag. 96-97)

A pesar de que no hay base bíblica para el Purgatorio, hay una fuerte necesidad filosófica para esta doctrina en la teología católico romana. La Iglesia Católica considera que la salvación es como un objeto de adorno o embellecimiento del alma. Es un proceso que comienza con el bautismo, mediante el cual se infunde la gracia santificante inicial. Se supone que esto hace al alma santa e inherentemente agradable a Dios. Otros sacramentos y buenas obras justifican más al alma y la hacen más atractiva a Dios. El objetivo es transformar el carácter esencial del alma en algo que en sí mismo sea objetivamente bueno. Por lo tanto, es lógicamente razonable requerir la limpieza total de cada vestigio de pecado antes que el alma pueda entrar en la presencia de Dios. Por consiguiente, el Purgatorio es la extensión lógica del proceso de salvación de la Iglesia Católica.

El Purgatorio es también un elemento integral del sistema penitencial católico romano. Según la Iglesia Católica, cada pecado acredita castigo temporal a la cuenta del pecador. Los actos de penitencia, sufrimiento e indulgencia adeudan dicha cuenta. Puesto que los pecadores no pueden pagar totalmente por el pecado en esta vida, el Purgatorio en el más allá es necesario para hacer el balance del libro mayor.

Finalmente, la Iglesia Católica usa el Purgatorio para motivar a los católicos a que vivan una vida de justicia. Si no hubiera Purgatorio, piensa la Iglesia, la gente continuaría pecando sin temor.

La salvación bíblica, por otra parte, no tiene necesidad de un lugar como el Purgatorio. La salvación bíblica no depende de las obras ni del sufrimiento de pecadores, sino solamente de Cristo. El Señor Jesucristo efectuó «la purificación de nuestros pecados» (He. 1:3) en la cruz. Su sangre puede limpiar al más vil pecador (He. 9:14). No queda ningún castigo temporal por el cual el creyente deba expiar; Jesús pagó por todo: «Y él es la propiciación por nuestros pecados» (1 Jn. 2:2).

La salvación bíblica no tiene necesidad de un lugar como el Purgatorio donde el alma supuestamente se vuelve objetivamente hermosa para Dios. Más bien está arraigada en la imputación de la propia justicia perfecta de Dios (2 Co. 5:21). La salvación bíblica produce una justicia que es por la fe desde el principio hasta el fin: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe ... » (Ro. 1: 17). El pecador coloca su confianza en Cristo para la justificación. Camina por fe, y mediante la capacitación del Espíritu vive rectamente. Sin embargo, no tiene la esperanza de que alguna vez podría ser personal y objetivamente tan bueno en sí mismo como para comparecer en la presencia de Dios. Confía sólo en Cristo para la salvación (Fil. 3:7-9).

En vez de centrarse en las buenas obras y el sufrimiento de la persona, la salvación bíblica destaca la perfecta obra de Cristo. Cristo es suficiente para presentar a los pecadores ante Dios «sin mancha delante de su gloria con gran alegría» (Jud. v. 24). Dios no mira más a la persona como a un pecador inmundo, sino que lo ve sólo en Cristo (Ef. 1: 1- 14), «santos y sin mancha delante de él» (Ef. 1:4).

Finalmente, la salvación bíblica involucra un nuevo nacimiento que resulta en una nueva creación (Jn. 3:7; Ef. 2:15). Un cristiano nacido de nuevo quiere obedecer a Dios. Es motivado por el amor de Cristo, no por el temor de una dolorosa retribución (2 Co. 5:14; Ro. 8: 15).
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La ( supuesta ) Base Bíblica del Purgatorio

Sin bien, para sustentar el fundamento de la doctrina del Purgatorio en las Sagradas Escrituras se menciona una serie de textos bíblicos, en realidad la mayoría no hace mas que incluir en él la palabra "fuego" o "purificación", no involucrando en el texto ninguna mención directa al tan mentado sitio de santificación final.

Ni la palabra "Purgatorio" misma, ni la idea del Purgatorio, puede encontrarse, aunque sea una sola vez, en toda la Biblia.

El texto que podemos considerar como el mas firme utilizado por la Iglesia Católica para sustentar la divinidad del Purgatorio, es el de 2° Macabeos 12:46, tal cual es mencionado en el Catecismo de la Iglesia Católica N° 1032, y el cual se refiere a un acontecimiento que ocurrió 160 años antes de Cristo, durante una guerra entre Judas Macabeo, un general judío, y Georgias, gobernador de Idumea.

Dice 2° Macabeos 12:46

"Es, pues, un pensamiento santo y saludable rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados."

No obstante, tenemos malas noticias para quienes pretenden sustentar bíblicamente el Purgatorio con 2° Macabeos 12:46. Este versículo tiene 2 heridas mortales que lo dejan totalmente fuera de cualquier consideración.

Para explicar la primera herida, basta con decir que el libro de 2° Macabeos es uno de los libros apócrifos (deuterocanónicos) de las Biblias católico romanas. Este libro del Antiguo Testamento nunca formó parte del Canon de la Ley Judía. El autor anónimo de 2° Macabeos no afirma hablar por Dios. Ni siquiera presenta su libro como una obra original. Declara que esto es un compendio de los escritos de otro hombre: "La historia de Judas el Macabeo... fue narrada por Jasón de Cirene en cinco libros, que nosotros nos proponemos compendiar en un solo volumen." (2° Macabeos 2:20-24 NC)

El mismo libro de Macabeos declara que no había profetas en ese tiempo y por lo tanto la inspiración de Dios había cesado: "Hubo una opresión tal en Israel cual no se había conocido desde que no había profeta" (1° Macabeos 9:27). Y de nuevo: "Y que los judíos y los sacerdotes a una habían resuelto que Simón fuese su caudillo y Sumo Sacerdote hasta la aparición de un profeta acreditado." (1° Macabeos 14:41)

Por consiguiente, los dos libros de Macabeos, en el mejor de los casos, sólo pueden considerarse como relatos históricos, pero no como Escritura, puesto que Dios no estaba inspirando a ninguno entre Su pueblo. Se hace evidente, entonces, de que uno no puede dar apoyo a ninguna doctrina verdadera citando este tipo de fuente.

La segunda herida, no menos mortal que la anterior, se basa en una explicación que amerita la comprensión total del relato de 2° Macabeos 12. Dice así:

"Al día siguiente fue Judas con su gente para traer los cadáveres de los que habían muerto en el combate, y enterrarlos con sus parientes en las sepulturas de sus familias; y encontraron debajo de la ropa de los que habían sido muertos algunas ofrendas de las consagradas a los ídolos que había en Jamnia, cosas prohibidas por la ley a los judíos (*Deuteronomio 7:25-26); con lo cual conocieron todos evidentemente que esto había sido la causa de su muerte. Por tanto, bendijeron a una los justos juicios del Señor, que había manifestado el mal que se quiso encubrir; y en seguida poniéndose en oración rogaron a Dios que echase en olvido el delito que habían cometido. Al mismo tiempo el esforzadísimo Judas exhortaba al pueblo a que se conservase sin pecado, viendo delante de sus mismos ojos lo sucedido por causa de las culpas de los que habían sido muertos. Y habiendo recogido en una colecta que mandó hacer doce mil monedas de plata, las envió a Jerusalén, a fin de que se ofreciese un sacrificio por los pecados de estos difuntos, teniendo, como tenía, buenos y religiosos sentimientos acerca de la resurrección. (Pues si no esperara que los que habían de resucitar, habría tenido por cosa superflua e inútil rogar por los difuntos), y porque consideraba que a los que habían muerto después de una vida piadosa, les estaba reservada una gran misericordia. Es, pues, un pensamiento santo y saludable rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados." (2° Macabeos 12:39-46, Biblia de Félix Torres Amat)

Según la doctrina del Purgatorio, quienes tienen como destino el Infierno, no tienen segundas oportunidades. Solo quienes mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, visitan el Purgatorio luego de su muerte.

Las personas mencionadas en 2° Macabeos 12:46 habían sido culpables de un acto que es ABOMINACION a los ojos de Dios: el tomar ofrendas consagradas a los ídolos (Deuteronomio 7:25-26) "y encontraron debajo de la ropa de los que habían sido muertos algunas ofrendas de las consagradas a los ídolos que había en Jamnia, cosas prohibidas por la ley a los judíos con lo cual conocieron todos evidentemente que esto había sido la causa de su muerte". Por lo tanto, esta actitud habría enviado a esos hombres, no al Purgatorio, sino al infierno, del cual nadie los puede sacar. De allí que la idea de orar por ellos es inútil, y difícilmente podría aceptarse como buena base (...y "bíblica"...) para aceptar la doctrina del Purgatorio.
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Más sobre el Purgatorio

(extracto del libro "Una Mujer Cabalga la Bestia" de Dave Hunt - Editorial The Berean Call)

Como lo indican las citas de la página anterior, el catolicismo enseña que aunque la muerte de Cristo hizo posible que los pecados fuesen perdonados, el pecador perdonado debe sufrir algún dolor o tormento de intensidad y duración desconocidas a fin de ser purificado y, por consiguiente, hecho apto para el cielo. Mientras el catolicismo dice que es teóricamente posible ser limpiado mediante los sufrimientos de esta vida y la muerte personal, ninguno, ni siquiera el Papa mismo, puede saber si es que tal cosa ha ocurrido. En consecuencia, casi todos los católicos esperan pasar algún tiempo de duración desconocida en el Purgatorio. El no aceptar la doctrina del Purgatorio trae la excomunión automática de la Iglesia Católica Romana.

Tanto el Concilio de Trento como el Segundo Concilio Vaticano hablan de los que, a pesar de que Cristo sufrió por sus pecados, "todavía deben hacer expiación [por sus pecados] en el fuego del Purgatorio". Aquí se da más explicación de esta doctrina por el Segundo Concilio Vaticano :

"La doctrina del Purgatorio demuestra con claridad que aun cuando la culpa del pecado ha sido eliminada, la pena de ella o las consecuencias de la misma pueden continuar para ser expiadas o limpiadas... En el Purgatorio las almas de los que han muerto en la caridad de Dios y se han arrepentido verdaderamente, pero que no habían hecho satisfacción con la penitencia adecuada por sus pecados y omisiones, son limpiadas después de la muerte con castigos designados para purificar la deuda." (Flannery, op.cit., tomo2, pp. 63-64)

¿Qué es "penitencia adecuada"? Nadie lo sabe. La Iglesia jamás la ha definido.

¿Dónde dice la Biblia que el castigo purifica del pecado? No lo dice.

Los orígenes, desarrollo y propósito de esta doctrina

La idea del Purgatorio, un lugar ficticio de purificación final, fue inventada por el Papa Gregorio el Grande en el año 593. Había tal renuencia en aceptar la idea (puesto que era contraria a la Escritura) que el Purgatorio no se hizo un dogma católico oficial por casi 850 años, en el Concilio de Florencia en 1439. Ninguna doctrina ha aumentado tanto el poder de la Iglesia sobre sus miembros ni añadido tanto a sus ingresos. Hasta este día la amenaza del Purgatorio cuelga sobre los católicos, quienes por lo tanto dan ofrendas con frecuencia a la Iglesia por su ayuda en sacarlos de ese lugar de tormento imaginario.

Roma promete que si se siguen sus decretos la persona finalmente será librada del Purgatorio y entrará al cielo. Sin embargo, la Iglesia jamás ha podido definir por cuánto tiempo cualquier persona debe pasar en el Purgatorio, ni cuánto de ese tiempo se acorta por cualquier medio que se ofrezca. Es una necedad extrema confiar la liberación del individuo del Purgatorio a una Iglesia que ni siquiera puede definir cuánto tiempo la persona debe pasar allí por cada pecado, ni cuánto tiempo cada ritual o acto de penitencia reduce el sufrimiento purgatorial. No obstante, los católicos continúan dando ofrendas a la Iglesia, y grandes sumas se dejan en testamentos (recuérdese a Enrique VIII) para hacer que se oficien muchas misas en favor del difunto. Ese proceso nunca se detiene, siempre se necesitan más misas, "por si acaso".

El Concilio de Trento, el Segundo Concilio Vaticano, y el Código del Derecho Canónico resultante, contienen muchas reglas complejas para aplicar los méritos de los vivos, y especialmente las misas, a los difuntos en la purificación de sus pecados y para reducir el tiempo en el Purgatorio:

"La Iglesia ofrece el Sacrificio Pascual por los difuntos a fin de que ... los muertos puedan ser ayudados por las oraciones y los vivos puedan ser consolados por la esperanza. Entre las misas por los difuntos, la Misa de Funeral es la que tiene el primer lugar en importancia ... Una misa por los difuntos puede celebrarse tan pronto como se reciban las noticias de una muerte ..." (Flannery, op.cit., tomo2, pp. 205)

Uno de los principales promotores de esta doctrina horriblemente falsa pero ingeniosamente lucrativa, fue un monje agustiniano de nombre Augostino Trionfo. En su época (el siglo XIV los Papas gobernaban como monarcas absolutos, tanto respecto al cielo como a la tierra. Mediante su poder de atar y desatar, ellos no sólo establecían y deponían reyes y emperadores, sino que se creía que podían, a discreción, abrir y cerrar las puertas del cielo a la humanidad. El genio de Trionfo extendió esta autoridad, por orden del Papa Juan XXII, a un tercer reino. Von Dollinger explica:

"Se había dicho que el poder del vicario de Dios se extendía sobre dos reinos, el terrenal y el celestial ... Desde fines del siglo XIII se añadió un tercer reino, el imperio gobierno sobre el cual los teólogos de la Curia habían asignado al Papa - el Purgatorio." (J.H. Ignaz von Dollinger, The Pope and the Council (Londres, 1869), pp.186-187)

Una contradicción fatal

Sólo la sumisión ciega a la Iglesia impide que el adherente católico romano vea que la doctrina de Purgatorio contiene una contradicción obvia y fatal. Por una parte, se nos dice que el sacrificio de Cristo no es suficiente para llevar a uno al cielo, pero además de los sufrimientos de Cristo en la cruz, el pecador perdonado debe personalmente sufrir tormento para ser purificado de su pecado. Por la otra, sin embargo, y en contradicción directa, se dice que la misa, la cual es la representación o renovación perpetua del sacrificio de Cristo, reduce (por una cantidad desconocida) los sufrimientos del individuo. Presuntamente, si se oficiaran suficientes misas uno sería purificado por la expiación de todos los pecados sin ningún sufrimiento en absoluto. Por consiguiente, después de todo, uno no debe sufrir para ser purificado.

Si uno realmente tuviera que sufrir antes de que las puertas del cielo pudieran abrirse, la Iglesia no tendría nada que ofrecer y perdería un importante medio de ingreso. Lo mismo sería cierto si el sacrificio de Cristo por el pecado, como la Biblia lo enseña, fuese suficiente para purificar al pecador. Nuevamente, la Iglesia Católica iría a la bancarrota. Por lo tanto, para que la Iglesia siga funcionando con sus cofres llenos, se enseña que uno puede purificarse del pecado por ciertos medios que la Iglesia le puede proveer, y que el sacrificio de Cristo en la cruz no fue suficiente para purificar del pecado, por lo que a la misa, por la cual la Iglesia recibe ingresos, se le puede acreditar la reducción del sufrimiento en el Purgatorio y la apertura de la puerta del cielo. ¡Es asombroso que lo que el sufrimiento de Cristo en la cruz no pudo efectuar, las alegadas repeticiones de ese sufrimiento representadas sobre los altares católicos pueden lograrlo!

Si la "purificación" que nos hace "limpios" ante Dios dependiera del personal sufrimiento de la persona en algún lugar o estado denominado "Purgatorio", entonces la Biblia miente

Escrito está...

"Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.”

(Judas 1:24-25)

"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios."

(1° Corintios 6:9-11)

" Consumado es "

(Juan 19:30)

"¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
4.2 EL ALMA

A la luz de lo anterior debería ser inconcebible que el hombre tenga un ‘alma inmortal’ o algún elemento inmortal en su interior por naturaleza. Ahora intentaremos aclarar la confusión que rodea la palabra ‘alma’.

Las palabras hebrea y griega (nefesh y psique, respectivamente) que se traducen como ‘alma’ en la Biblia también se traducen de las siguientes maneras:

cuerpo; aliento; ser; corazón; mente; persona; él mismo

Por lo tanto, ‘alma’ se refiere a la persona, cuerpo o ser. El famoso S.O.S. (‘salven nuestras almas’) significa claramente ¡Sálvennos de la muerte! Por lo tanto el ‘alma’ es ‘usted’, o la suma de todo lo que forma una persona. Por lo tanto, es comprensible que muchas versiones modernas de la Biblia (por ejemplo, la Biblia de Jerusalén) raramente usan la palabra ‘alma’, traduciéndola, en cambio, como ‘usted’ o ‘la persona’. A los animales que creó Dios se les llama "seres vivientes... todo ser viviente" (Gn. 1:20,21). La palabra hebrea que aquí se tradujo como "ser" es "nefesh", que también se traduce como ‘alma’, por ejemplo en Génesis 42:21: "... vimos la angustia de su alma". De modo que el hombre es un ‘alma’, tal como los animales son ‘almas’. La única diferencia entre el género humano y los animales es que el hombre es mentalmente superior a estos; él ha sido creado a imagen de Dios (Gn. 1:27; véase el Estudio 1.2), y algunos hombres son llamados a conocer el evangelio por cuyo intermedio tienen acceso a la esperanza de inmortalidad 2 Ti. 1:10). Con respecto a nuestra naturaleza fundamental y a la naturaleza de nuestra muerte, no hay diferencia entre el hombre y los animales:

"Lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es [note el doble énfasis]: como mueren los unos, así mueren los otros... ni tiene más el hombre que la bestia... Todo [es decir, el hombre y los animales] va a un mismo lugar [el sepulcro]; todo es hecho de polvo, y todo volverá al mismo polvo" (Ec. 3:19,20).

El escritor inspirado de Eclesiastés rogó que Dios ayudara a los hombres a darse cuenta de este difícil hecho:

"Que [los hombres] vean que ellos mismos son semejantes a las bestias" (Ec. 3:18).

Por lo tanto, es de esperar que mucha gente encontrará este hecho difícil de aceptar; en verdad, puede ser humillante darse cuenta de que por naturaleza no somos más que animales, viviendo toda la vida los mismos instintos de autopreservación, supervivencia del más apto y procreación. Eclesiastés 3:18 dice que Dios ‘prueba’ al hombre haciéndole ver que no es más que un animal; es decir, aquellos que son suficientemente humildes para ser su verdadero pueblo se darán cuenta de la verdad de esto, pero aquellos que no lo son no pasarán esta ‘prueba’. La filosofía del humanismo – la idea de que los seres humanos son de suprema importancia y valor- se ha difundido silenciosamente en todo el mundo durante el siglo veinte. Es una tarea considerable limpiar nuestro pensamiento de la influencia del humanismo. Las claras palabras de Salmos 39:5 son de ayuda: "Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive". "Ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos" (Jer. 10:23).

Una de las cosas más básicas que conocemos es que todos los cuerpos humanos – en verdad todos "los seres vivientes" – finalmente mueren. Por lo tanto, el ‘alma’ muere; es exactamente lo opuesto a algo que sea inmortal. En realidad, de las 754 veces que la palabra hebrea nefesh aparece en las Escrituras, 652 se refieren a la muerte del alma. No es sorprendente que casi un tercio de todos los usos de las palabras traducidas en la Biblia como ‘alma´ se relaciona con la muerte y destrucción del alma. El hecho mismo de que la palabra ‘alma’ se use de esta manera muestra que no puede ser algo indestructible e inmortal:

- "El alma que pecare, esa morirá" (Ez. 18:4).

- Dios puede destruir al alma (Mt. 10:28). Otras referencias a que las almas son destructibles son: Ez. 22:27; Pr. 6:32; Lv. 23:30 (en esta última, la palabra nefesh ha sido traducida, persona).

- Todas las almas que estaban dentro de la ciudad de Hazor fueron muertas por espada (Jos. 11:11; compárese con Jos. 10:30-39).

- "... murió todo ser vivo [psique]" (Ap. 16:3; compárese con Sal. 78:50).

- La palabra hebrea nefesh también es traducida muerto en Números 9:6. Ningún hombre puede detener la muerte de su alma, es decir, su entrada al sepulcro (Sal. 89:48).

- Frecuentemente la ley de Moisés mandaba que toda "persona" (alma) que desobedeciera ciertas leyes debería ser muerta (por ejemplo, Nm. 15:27-31).

- Referencias a que el alma es estrangulada o atrapada con lazos sólo puede tener sentido si se entiende que el alma puede morir (Pr. 18:7; 22:25; Job 7:15).

- Nadie "puede conservar la vida a su propia alma" (Sal. 22:29).

- Cristo "derramó su alma [nefesh] hasta la muerte", de modo que su ‘alma’ o vida, fue hecha un sacrificio por el pecado (Is. 53:10,12).

Que el alma se refiere a la persona o cuerpo y no a alguna chispa inmortal en nuestro interior queda demostrado por la mayoría de los versículos donde aparece la palabra. Algunos ejemplos obvios son:

- "... sangre de las almas" (Jer. 2:34, Biblia de Jerusalén).

- "Si alguno [alma] pecare por haber sido llamado a testificar... y no lo denunciare... asimismo la persona que hubiere tocado cualquiera cosa inmunda... o si alguno [un alma] jurare a la ligera con sus labios... " (Lv. 5:1-4).

- "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser... Bendice, alma mía, a Jehová... el que sacia de bien tu boca" (Sal. 103:1,2,5).

- Números 21:4 muestra que un grupo de personas puede tener un ‘alma’. Por lo tanto, el alma, no puede referirse a alguna chispa de inmortalidad personal en el interior de cada uno de nosotros.

"Porque todo el que quiera salvar su vida [psique], la perderá, y todo el que pierda su vida [alma] por causa de mí... la salvará" (Mr. 8:35). Esto es prueba suficiente de que el alma no se refiere a ningún elemento espiritual en el interior del hombre; aquí, ‘alma’ (griego, ‘psique’) sólo significa la vida física de uno, que es el modo en que aquí se traduce. Debemos entregar nuestras vidas/almas del mismo modo que el Señor en la cruz, quien "derramó su vida hasta la muerte" (Is. 53:12).

PRINCIPIOS BASICOS DE LA BIBLIA

4.1 LA NATURALEZA DEL HOMBRE

La mayoría de la gente parece dedicar poco tiempo a pensar sobre la muerte, o acerca de su propia naturaleza. Esta falta de autoexamen conduce a una falta de autoconocimiento, y por consiguiente la gente va sin rumbo por la vida tomando sus decisiones de acuerdo a los dictados de sus propios deseos naturales. Existe un rechazo, si bien completamente disimulado, a abordar el hecho de que la vida es tan corta que demasiado pronto el final de la vida estará sobre nosotros. "Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece". "Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse". "Como la hierba que crece en la mañana. En la mañana [nuestra juventud] florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca" (Stg. 4:14; 2 Sam. 14:14; Sal. 90:5:6). Moisés, un hombre verdaderamente pensante, reconocía esto y rogaba a Dios: "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría" (Sal. 90:12). Por consiguiente, en vista de la brevedad de la vida, deberíamos hacer de nuestra adquisición de sabiduría verdadera, la prioridad número uno.

La respuesta del hombre a la terminación de la vida es variada. Algunas culturas han tratado de hacer de la muerte y los funerales, una parte de la vida para aminorar el sentido de pérdida y finalización. La mayoría de aquellos que se hacen llamar ‘cristianos’ han concluido que el hombre tiene en su interior un ‘alma inmortal´ o algún elemento de inmortalidad que sobrevive a la muerte, y que después va a algún lugar de recompensa o castigo. En vista de que la muerte es el problema y tragedia más fundamental de la experiencia humana, se ha de esperar que la mente humana se haya adiestrado para aminorar el impacto mental; por lo tanto, ha surgido una completa gama de falsas teorías referente a la muerte y a la naturaleza misma del hombre. Como siempre, estas se deben verificar con la Biblia a fin de encontrar la verdad genuina acerca de este tema vital. Se debe recordar que la primera mentira registrada en la Biblia es la de la serpiente en el huerto del Edén. Contrario a la clara declaración de Dios de que el hombre ciertamente moriría si pecaba (Gn. 2:17), la serpiente afirmó: "No moriréis" (Gn. 3:4). Este intento por negar la finalidad y totalidad de la muerte ha llegado a ser una característica de todas las falsas religiones. Es evidente que, especialmente en esta área, una falsa doctrina conduce a otra, y a otra, y a otra. A la inversa, una verdad conduce a otra, como se muestra en 1 Co. 15: 13-17. Aquí Pablo salta de una verdad a otra (note los "si... si... si").

Para entender nuestra verdadera naturaleza, necesitamos considerar lo que dice la Biblia acerca de la creación del hombre. El relato está en un lenguaje tan claro que no nos deja duda acerca de lo que exactamente somos por naturaleza (Véase Digresión 18 referente a la realidad literal del Génesis). "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra... porque de ella [de la tierra] fuiste [Adán] tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" (Gn. 2:7; 3:19). Aquí no hay absolutamente insinuación alguna de que el hombre tiene alguna inmortalidad inherente; no hay ninguna parte de él que continúe viviendo después de la muerte.

Hay un marcado énfasis bíblico en el hecho de que el hombre está compuesto fundamentalmente de polvo, solamente. "Nosotros [somos] barro" (Isaías 64:8); "El primer hombre es de la tierra, terrenal" (1 Co. 15:47); "cuyos cimientos [del hombre] están en el polvo" (Job 4:19); "y el hombre volvería al polvo" (Job 34:14,15). Abraham admitió que él era "polvo y ceniza" (Gn. 18:27). Inmediatamente después de haber desobedecido el mandato divino en el Edén, Dios "echó, pues, fuera al hombre... [para] que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre" (Gn. 3:24,22). Si el hombre por naturaleza tiene algún elemento inmortal en su interior, esto habría sido innecesario.

LA INMORTALIDAD ES CONDICIONAL

El mensaje del evangelio, reiterado constantemente, es que el hombre puede encontrar un camino para ganar vida eterna e inmortalidad por medio de la obra de Cristo. En vista de que este es el único tipo de inmortalidad que menciona la Biblia, se entiende que la idea de una eternidad de sufrimiento consciente por hechos pecaminosos, no tiene ningún apoyo bíblico. El único modo de ganar inmortalidad es por medio de la obediencia a los mandatos de Dios, y aquellos que son así obedientes pasarán la inmortalidad en un estado de perfección – el galardón de los justos.

Los siguientes pasajes deberían ser prueba suficiente de que esta inmortalidad es condicional, y que no es algo que poseamos por naturaleza:

-"Jesucristo... sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2 Ti. 1:10; 1 Jn. 1:2).

-"Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros [es decir, inherente en vosotros]. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero" [para darle esta "vida eterna"] (Jn. 6:53,54). El razonamiento de Cristo en todo el capítulo 6 de Juan es que él es el "pan de vida", y que sólo por medio de una correcta respuesta a él puede haber alguna esperanza de inmortalidad (Jn. 6:47,50,51,57,58).

-"Dios nos ha dado [a los creyentes] vida eterna; y esta vida está en su hijo" (1 Jn. 5:11). No puede haber ninguna esperanza de inmortalidad para aquellos que no están "en Cristo". Sólo por medio de Cristo se ha hecho posible la inmortalidad; él es el "Autor de la vida [eterna]" (Hch. 3:15), "autor de eterna salvación para todos los que le obedecen" (He. 5:9). Por lo tanto, la inmortalidad para los hombres se originó por medio de la obra de Cristo.

-El verdadero creyente busca la inmortalidad, y será galardonado por esto con el don de la vida eterna, algo que no posee por naturaleza (Ro. 2:7; 6:23; Jn. 10:28). Es necesario que nuestro cuerpo mortal "se vista de inmortalidad" al regreso de Cristo (1 Cor. 15:53); de modo que la inmortalidad es algo prometido, que no se posee actualmente (1 Jn. 2:25).

-Si Cristo no hubiera resucitado entonces quienes han muerto en él perecerían (1 Co. 15:18). De aquí que ellos no tenían ‘almas inmortales’ que fueran galardonadas en el cielo o en el infierno.

-Sólo Dios tiene inmortalidad por naturaleza (1 Ti. 6:16).