Max Weber
En una sola frase la tesis de Weber es que el mundo protestante es más exitoso económicamente que el mundo católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus individuos: amor al trabajo, honradez, ahorro y un apego permitido a lo material, algo que el catolicismo solo supo predicar los domingos pero no controlar ni inculcar en la cotidianeidad de su pueblo.
En base a estudios estadísticos propios, en la Alemania de principios del s. XX, el autor comienza señalando que en dicho país los protestantes participan en la posesión del capital mucho más que los católicos. La primera causa de esta diferencia es que la Reforma trajo consigo una dominación eclesiástico-religiosa de la vida cotidiana mucho más estricta y rigurosa que la católica, en ese entonces un “poder extremadamente suave” sobre la vida de los individuos. La iglesia católica “castiga al hereje, pero es indulgente con el pecador”. Las pujantes clases burguesas aceptaron la tiranía puritana protestante e incluso la defendieron, ensalzando así el trabajo, la vida pura, el ahorro, entre otros.
También sus estadísticas señalan que los protestantes acuden y estudian para profesiones de tipo industrial y mercantil en mayor proporción que los católicos, quienes prefieren en su mayoría los estudios humanistas. Plantea que las causas provienen de características propias a cada confesión y no a contingencias histórico-política.
El gusto por el humanismo en desmedro de la ciencias podría explicarse por un mayor “alejamiento del mundo” por parte del catolicismo, que ha educado a sus fieles en un espíritu de indiferencia ante los bienes mundanos. Los protestantes tachan esto de pereza; los católicos en cambio, a los protestantes, de materialistas… “que sería consecuencia de la laicización de todo el repertorio vital llevada a cabo por el protestantismo”. Weber da a entender que el católico es conformista y prefiere la seguridad, mientras que el protestante se atreve con el peligro y la exaltación.
Las “formas más puras e íntimas de la piedad cristiana” se hallan también en el área protestante. El énfasis protestante no está en la confesión sino en la conducta: trabajo, pureza, no alcohol, no fiestas, si familia, si ahorro. Los protestantes son famosos por su laboriosidad: los hugonotes en Francia son un buen ejemplo en el seno del catolicismo. Énfasis en la conducta: “minuciosa reglamentación religiosa de la vida”. Otro ejemplo es la tolerancia de Federico I de Prusia, quien permitió que los menonitas no hicieran el servicio militar porque sabía de su enorme capacidad de trabajo.
“La falta más absoluta de escrúpulos cuando se trata de imponer el propio interés en la ganancia de dinero es una característica peculiar de aquellos países cuyo desenvolvimiento burgués capitalista aparece “retrasado” en relación a la medida de la evolución del capitalismo en Occidente. Cualquier fabricante sabe que es justamente la falta de conscienziosità de los trabajadores de países como Italia (a diferencia de Alemania por ejemplo) uno de los obstáculos principales de su evolución capitalista, y aún de todo progreso en general”. Estas probidad y escrúpulo en un capitalismo exitoso provienen de la rigurosidad y vigilancia de los preceptos inculcados por el protestantismo en la vida de cada cual.
Continúa con el espíritu del capitalismo: la diferencia entre católicos y protestantes no está tampoco, según él, en la intensidad del “impulso adquisitivo” por parte de los segundos, ni en su desarrollo, puesto que una intensidad desenfrenada, sin escrúpulos, es perjudicial al espíritu capitalista.
Uno de los principales obstáculos que tuvo que afrontar el espíritu capitalista fue la conducta tradicional de trabajar para la suficiencia, “ganar lo necesario para seguir viviendo”. De poco sirvió para combatir esta conducta el trabajo a destajo (una temporada corta ganando mucho dinero); luego se intentó lo contrario, bajar el nivel de los salarios, asunto que resultó hasta ciertos límites. Capitalismo como selección económica de sujetos. Los salarios bajos a veces perjudican fisiológicamente y por lo tanto se selecciona a “los más inútiles”. Dice que el salario bajo es contrario a los trabajos cualificados.
El trabajo como un fin en sí, como “profesión”, como algo querido, es algo que el “capitalismo exige”, y que no se logra con salarios altos o bajos sino con educación, mediante moralización religiosa por ejemplo, asociándola con la economía.
Pre-capitalismo: trabajo doméstico, oficios. Por tradicional entiende el trabajo para cubrir las necesidades de la vida y un poco más, sin ansia de capital acumulándose. Esto es típico de sistemas precapitalistas. Pero cuando uno sólo decide enriquecerse (con cambios en sus medios de producción, reorganización de políticas de compras y ventas…) los demás están casi obligados a seguir sus pasos, porque el primero acapara. El hombre precapitalista detesta al capitalista.
Origen del capitalismo; dos leitmotiv según Sombart: la “satisfacción de las necesidades” y el “lucro”. La seguridad eterna, la despensa bien llena, o la capacidad de adquirir cualquier cosa. Así el enriquecerse se convierte en “profesión”.
Niega la racionalización del Derecho privado como algo fundamental en el auge del capitalismo. Tampoco la filosofía laica y racionalista (s. XVIII) “floreció de modo exclusivo ni siquiera dominante en los países económicamente más adelantados”. El racionalismo “no es en modo alguno campo abonado para que florezca esa relación del hombre con su “profesión”, en el sentido misional, que requiere el capitalismo”. “La dedicación abnegada … al trabajo profesional… era y sigue siendo uno de los elementos característicos de nuestra civilización capitalista”.
La palabra “profesión” tiene un matiz religioso en todos los pueblos de mayoría protestante, mientras que carece de él en los católicos, y en las lenguas antiguas sólo el hebreo parece tener un matiz religioso para esa palabra. Beruf, en alemán, y calling, en inglés. Dichas palabras nacieron de traducciones de la Biblia, pero “no del espíritu del texto original sino precisamente del espíritu del traductor”, de la traducción de Jesús Sirach pasó al lenguaje de los demás pueblos protestantes que la adoptaron. Así el trabajo obtiene un sentido sagrado. La “superación de la moralidad terrena” se realiza según el protestantismo mediante el cumplimiento de los deberes que cada cual se impone según su posición en la vida y su profesión, y no mediante la ascesis monástica. Pero sin embargo Weber no considera el sentido del trabajo como castigo desde la expulsión del paraíso, bastante distinto de “misión”, y si los protestantes en su mayoría siguen los preceptos y los sentidos de la Biblia, dicha concepción aparecida en el génesis no debió haber sido omitida.
El protestantismo rompe definitivamente con la vida monástica; según Lutero aquella es “el producto de un desamor egoísta” que “carece de valor para justificarse ante Dios”, que “se sustrae al cumplimiento de los deberes”; en cambio ensalza el trabajo profesional como amor al prójimo. Weber señala el nexo con Adam Smith: “la división del trabajo obliga a cada cual a trabajar para los demás”; de paso anula completamente la autosuficiencia.
La concepción del trabajo y la profesión es una de las mayores aportaciones de la Reforma y de Lutero. Pero Lutero no puede relacionarse directamente con el espíritu del capitalismo, pues se encuentran en sus palabras diatribas contra los grandes mercaderes, contra la usura, el préstamo y el interés.
La visión paulista del trabajo y de la profesión es la de un medio al que no de le debe atribuir excesiva importancia; pues lo importante es conseguir la bienaventuranza (p.69). Es decir que el trabajo no es la bienaventuranza para la concepción paulista. El protestantismo temprano asocia trabajo y profesión al destino: “cada cual debe permanecer en la profesión y estado en el que le ha colocado Dios…”.
La Reforma es inimaginable sin la evolución “personalísima de Lutero”, pero su “obra no hubiera sido duradera sin el calvinismo”. Católicos y luteranos aborrecen por igual al calvinismo, porque este muestra una enérgica dedicación puritana al mundo.
La reforma o las influencias religiosas no son indispensables ni para el nacimiento ni para el desarrollo del capitalismo pero si participan e influyen en él; basta “establecer si han existido afinidades electivas entre ciertas modalidades de la fe religiosa y la ética profesional” (p.76) para demostrarlo.
Iglesias reformadas, puritanas o ascéticas: calvinismo, pietismo, metodismo, bautistas (bautizantes), presbiterianas. El metodismo nace en XVIII dentro de la iglesia anglicana; se separa de ésta al llegar a América. El pietismo nace del calvinismo inglés y holandés, se unió a la ortodoxia y finalmente se incorporó al luteranismo. El movimiento puritano (o ascético) atacaba los fundamentos del anglicanismo, al parecer igual de poco riguroso con sus fieles que el catolicismo; el puritanismo se abocaba a la fidelidad moral-vida.
El hombre debe recorrer solo su camino en la búsqueda de la felicidad eterna, camino ignorado pero prescrito de antemano: “nadie podía ayudarle; no el predicador, porque sólo el elegido era capaz de comprender el espíritu de la palabra de Dios; no los sacramentos…” porque solo son medios para aumento de su gloria; tampoco la iglesia, que fuerza a los hombres a cumplir esos preceptos. “Este radical abandono… de la posibilidad de una salvación eclesiástico sacramental era el factor decisivo frente al catolicismo. Con él halló acabamiento el proceso de “desencantamiento” del mundo”. El hombre busca él solo Dios y la bienaventuranza, y además está predestinada a encontrarla.