4.2 EL ALMA
A la luz de lo anterior debería ser inconcebible que el hombre tenga un ‘alma inmortal’ o algún elemento inmortal en su interior por naturaleza. Ahora intentaremos aclarar la confusión que rodea la palabra ‘alma’.
Las palabras hebrea y griega (nefesh y psique, respectivamente) que se traducen como ‘alma’ en la Biblia también se traducen de las siguientes maneras:
cuerpo; aliento; ser; corazón; mente; persona; él mismo
Por lo tanto, ‘alma’ se refiere a la persona, cuerpo o ser. El famoso S.O.S. (‘salven nuestras almas’) significa claramente ¡Sálvennos de la muerte! Por lo tanto el ‘alma’ es ‘usted’, o la suma de todo lo que forma una persona. Por lo tanto, es comprensible que muchas versiones modernas de la Biblia (por ejemplo, la Biblia de Jerusalén) raramente usan la palabra ‘alma’, traduciéndola, en cambio, como ‘usted’ o ‘la persona’. A los animales que creó Dios se les llama "seres vivientes... todo ser viviente" (Gn. 1:20,21). La palabra hebrea que aquí se tradujo como "ser" es "nefesh", que también se traduce como ‘alma’, por ejemplo en Génesis 42:21: "... vimos la angustia de su alma". De modo que el hombre es un ‘alma’, tal como los animales son ‘almas’. La única diferencia entre el género humano y los animales es que el hombre es mentalmente superior a estos; él ha sido creado a imagen de Dios (Gn. 1:27; véase el Estudio 1.2), y algunos hombres son llamados a conocer el evangelio por cuyo intermedio tienen acceso a la esperanza de inmortalidad 2 Ti. 1:10). Con respecto a nuestra naturaleza fundamental y a la naturaleza de nuestra muerte, no hay diferencia entre el hombre y los animales:
"Lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es [note el doble énfasis]: como mueren los unos, así mueren los otros... ni tiene más el hombre que la bestia... Todo [es decir, el hombre y los animales] va a un mismo lugar [el sepulcro]; todo es hecho de polvo, y todo volverá al mismo polvo" (Ec. 3:19,20).
El escritor inspirado de Eclesiastés rogó que Dios ayudara a los hombres a darse cuenta de este difícil hecho:
"Que [los hombres] vean que ellos mismos son semejantes a las bestias" (Ec. 3:18).
Por lo tanto, es de esperar que mucha gente encontrará este hecho difícil de aceptar; en verdad, puede ser humillante darse cuenta de que por naturaleza no somos más que animales, viviendo toda la vida los mismos instintos de autopreservación, supervivencia del más apto y procreación. Eclesiastés 3:18 dice que Dios ‘prueba’ al hombre haciéndole ver que no es más que un animal; es decir, aquellos que son suficientemente humildes para ser su verdadero pueblo se darán cuenta de la verdad de esto, pero aquellos que no lo son no pasarán esta ‘prueba’. La filosofía del humanismo – la idea de que los seres humanos son de suprema importancia y valor- se ha difundido silenciosamente en todo el mundo durante el siglo veinte. Es una tarea considerable limpiar nuestro pensamiento de la influencia del humanismo. Las claras palabras de Salmos 39:5 son de ayuda: "Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive". "Ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos" (Jer. 10:23).
Una de las cosas más básicas que conocemos es que todos los cuerpos humanos – en verdad todos "los seres vivientes" – finalmente mueren. Por lo tanto, el ‘alma’ muere; es exactamente lo opuesto a algo que sea inmortal. En realidad, de las 754 veces que la palabra hebrea nefesh aparece en las Escrituras, 652 se refieren a la muerte del alma. No es sorprendente que casi un tercio de todos los usos de las palabras traducidas en la Biblia como ‘alma´ se relaciona con la muerte y destrucción del alma. El hecho mismo de que la palabra ‘alma’ se use de esta manera muestra que no puede ser algo indestructible e inmortal:
- "El alma que pecare, esa morirá" (Ez. 18:4).
- Dios puede destruir al alma (Mt. 10:28). Otras referencias a que las almas son destructibles son: Ez. 22:27; Pr. 6:32; Lv. 23:30 (en esta última, la palabra nefesh ha sido traducida, persona).
- Todas las almas que estaban dentro de la ciudad de Hazor fueron muertas por espada (Jos. 11:11; compárese con Jos. 10:30-39).
- "... murió todo ser vivo [psique]" (Ap. 16:3; compárese con Sal. 78:50).
- La palabra hebrea nefesh también es traducida muerto en Números 9:6. Ningún hombre puede detener la muerte de su alma, es decir, su entrada al sepulcro (Sal. 89:48).
- Frecuentemente la ley de Moisés mandaba que toda "persona" (alma) que desobedeciera ciertas leyes debería ser muerta (por ejemplo, Nm. 15:27-31).
- Referencias a que el alma es estrangulada o atrapada con lazos sólo puede tener sentido si se entiende que el alma puede morir (Pr. 18:7; 22:25; Job 7:15).
- Nadie "puede conservar la vida a su propia alma" (Sal. 22:29).
- Cristo "derramó su alma [nefesh] hasta la muerte", de modo que su ‘alma’ o vida, fue hecha un sacrificio por el pecado (Is. 53:10,12).
Que el alma se refiere a la persona o cuerpo y no a alguna chispa inmortal en nuestro interior queda demostrado por la mayoría de los versículos donde aparece la palabra. Algunos ejemplos obvios son:
- "... sangre de las almas" (Jer. 2:34, Biblia de Jerusalén).
- "Si alguno [alma] pecare por haber sido llamado a testificar... y no lo denunciare... asimismo la persona que hubiere tocado cualquiera cosa inmunda... o si alguno [un alma] jurare a la ligera con sus labios... " (Lv. 5:1-4).
- "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser... Bendice, alma mía, a Jehová... el que sacia de bien tu boca" (Sal. 103:1,2,5).
- Números 21:4 muestra que un grupo de personas puede tener un ‘alma’. Por lo tanto, el alma, no puede referirse a alguna chispa de inmortalidad personal en el interior de cada uno de nosotros.
"Porque todo el que quiera salvar su vida [psique], la perderá, y todo el que pierda su vida [alma] por causa de mí... la salvará" (Mr. 8:35). Esto es prueba suficiente de que el alma no se refiere a ningún elemento espiritual en el interior del hombre; aquí, ‘alma’ (griego, ‘psique’) sólo significa la vida física de uno, que es el modo en que aquí se traduce. Debemos entregar nuestras vidas/almas del mismo modo que el Señor en la cruz, quien "derramó su vida hasta la muerte" (Is. 53:12).
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