domingo, 16 de enero de 2011

PRINCIPIOS BASICOS DE LA BIBLIA

3.2 LA PROMESA EN EL EDÉN

En Génesis capítulo 3 se relata la historia de la caída del hombre. La serpiente fue maldecida por tergiversar la palabra de Dios y tentar a Eva para que desobedeciera. El hombre y la mujer fueron castigados por su desobediencia. Pero surge un rayo de esperanza en este oscuro panorama cuando Dios le dice a la serpiente:

"Pondré enemistad [odio, oposición] entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta [la simiente de la mujer] te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Gn. 3:15).

Este versículo encierra una enseñanza múltiple; necesitamos definir cuidadosamente los diversos elementos que ahí se mencionan. Una "simiente" significa un descendiente o hijo, pero también puede ser plural y significar descendientes o hijos. Más adelante veremos que la "simiente" de Abraham era Jesús (Gal. 3:16), pero que si nosotros somos "en" Jesús por medio del bautismo, entonces también somos la simiente (Gal. 3:27-29). Esta palabra "simiente" se refiere también a la idea de esperma (1 P. 1:23); así que una verdadera simiente tendrá las características de su padre.

Por consiguiente, la simiente de la serpiente debe referirse a lo que tiene semejanza familiar con la serpiente:

-distorsiona la palabra de Dios

-miente

-conduce a otros hacia el pecado

En el Estudio 6 veremos que no existe una persona literal que haga esto, sino que es algo en nuestro interior:

-"nuestro viejo hombre" de la carne (Ro. 6:6).

-"el hombre natural" (1 Co. 2:14).

-"el viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos" (Ef. 4:22).

-"el viejo hombre con sus hechos" (Col. 3:9).

Este "hombre" de pecado que está dentro de nosotros es el "diablo" de la Biblia, la serpiente.

La simiente de la mujer había de ser una persona específica: "Tú [la serpiente] le herirás en el calcañar" (Gn. 3:15). Esta persona había de destruir para siempre a la serpiente, es decir al pecado: "te herirá en la cabeza". Pegarle a una serpiente en la cabeza es asestarle un golpe mortal, en vista de que su cerebro está en su cabeza. La única persona como probable candidato para simiente de la mujer tendría que ser el Señor Jesús:

-"Jesucristo, el cual [por medio de la cruz] quitó la muerte [y por lo tanto el poder del pecado – Ro. 6:23] y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2 Ti. 1:10).

-"Dios, enviando a su hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne", es decir, al diablo de la Biblia, la serpiente (Ro. 8:3).

-Jesús "apareció para quitar nuestros pecados" (1 Jn. 3:5).

-"Llamarás su nombre Jesús [que significa ‘salvador’], porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1:21).

Jesús fue literalmente "nacido de mujer" (Gal. 4:4). Era hijo de María, aunque su Padre fue Dios. En este sentido, él fue también la simiente de la mujer, pero no la simiente del hombre, puesto que no tuvo padre humano. Esta simiente de la mujer había de ser herida temporalmente por el pecado, la simiente de la serpiente: "Tú le herirás en el calcañar" (Gn. 3:15). La mordida de una serpiente en el talón es normalmente una herida temporal en comparación con el daño irreparable en una serpiente al golpearle en la cabeza. Muchas figuras de dicción tienen raíces bíblicas: ‘Golpearlo en la cabeza’ (es decir, detener o terminar algo por completo) probablemente se basa en esta profecía acerca de Jesús quien golpeó a la serpiente en la cabeza.

La condenación del pecado, la serpiente, ocurrió mediante el sacrificio de Cristo en la cruz; note cómo los versículos ya citados hablan de la victoria de Cristo sobre el pecado en tiempo pasado. Por lo tanto, la herida temporal que Jesús sufrió en el talón es una referencia a su muerte por tres días. Su resurrección demostró que ésta fue sólo una herida temporal en comparación con el golpe mortal que él dio al pecado. Es interesante notar que registros históricos extrabíblicos indican que a las víctimas de crucifixión se les clavaba a la estaca de madera atravezándoles los talones. De este modo, Jesús fue ‘herido en el talón’ mediante su muerte. En Isaías 53:4,5 se declara que Cristo fue "herido de Dios". Esto alude claramente a la profecía de Génesis 3:15 de que Cristo sería herido por la serpiente. Sin embargo, finalmente Dios aprovechó el mal que Cristo enfrentó, por lo que a Él se le describe aquí como el ejecutor del padecimiento (Is. 53:10), debido a que él controló las fuerzas del mal que hirieron a su hijo. Así Dios se vale también de las malas experiencias de cada uno de sus hijos.

EL CONFLICTO HOY DÍA

Pero quizás usted podría hacerse la siguiente pregunta: "Si Jesús ha destruido al pecado y la muerte (la serpiente), ¿por qué todavía se hallan presentes? La respuesta es que en la cruz Jesús destruyó el poder del pecado en sí mismo; la profecía de Génesis 3:15 se refiere fundamentalmente al conflicto entre Jesús y el pecado. Esto significa que debido a que él nos ha invitado a compartir su victoria, nosotros también podemos finalmente conquistar el pecado y la muerte. Por supuesto, aquellos que no son invitados a compartir su victoria, o que declinan el ofrecimiento, deberán inevitablemente experimentar el pecado y la muerte. Aunque el pecado y la muerte son también experimentados por verdaderos creyentes, mediante su relación con la simiente de la mujer al bautizarse en Cristo (Gal. 3:27-29), pueden tener el perdón de sus pecados y, por lo tanto, finalmente pueden ser salvos de la muerte, la cual es el resultado del pecado. De este modo, en perspectiva, Jesús "quitó la muerte" en la cruz (2 Ti. 1:10), aunque no será sino hasta que el propósito de Dios para con la tierra se haya completado al fin del milenio, que la gente dejará de morir; cuando la muerte jamás volverá a existir en la tierra: "Porque preciso es que él reine [en la primera parte del reino de Dios] hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte" (1 Co. 15:25,26).

Si somos "bautizados en Cristo", entonces las promesas referentes a Jesús, como aquella de Génesis 3:15, se vuelven personales para nosotros; dejan de ser sólo partes interesantes de la Biblia; ¡son profecías y promesas que también nos incluyen a nosotros! Aquellos que se han bautizado correctamente en Cristo mediante la inmersión en el agua, toman parte en su muerte y resurrección, simbolizados en el momento en que salen del agua (véase Ro. 6:3-5).

Si verdaderamente estamos en Cristo, entonces nuestra vida reflejará las palabras de Génesis 3:15; dentro de nosotros habrá un constante sentido de conflicto ("enemistad") entre el bien y el mal. El gran apóstol Pablo describió un conflicto casi esquizofrénico entre el pecado y su verdadero yo que luchaban dentro de él (Ro. 7:14-25).

Después del bautismo en Cristo, este conflicto con el pecado que se halla naturalmente dentro de nosotros, debiera aumentar y continuar así durante todos nuestros días. En un sentido es difícil porque el poder del pecado es fuerte. Pero en otro sentido no lo es, en vista de que estamos en Cristo, quien ya ha luchado y ganado el conflicto.

La primera simiente de la serpiente fue Caín. A diferencia de la serpiente, la cual no tenía entendimiento moral, Caín entendía lo que era la verdad y lo que era la mentira, y entendió lo que Dios requería de él; pero él prefirió seguir el pensamiento de la serpiente que lo condujo a matar y mentir.

En vista de que los judíos fueron el pueblo que verdaderamente dio muerte a Jesús, es decir, hirieron a la simiente de la mujer en el talón, se supone que ellos fueron los principales ejemplos de la simiente de la serpiente. Juan el Bautista y Jesús confirmaron esto:

"Al ver él [Juan] que muchos de los fariseos y de los saduceos [el grupo de judíos que condenó a Jesús] venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de [es decir, engendrados o creados por] víboras [serpientes]! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?" (Mt. 3:7).

"Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos [los fariseos], les dijo: ¡Generación de víboras! Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?" (Mt. 12:25,34).

El mundo tiene estas mismas características de la serpiente. Sólo aquellos bautizados en Cristo toman parte en la simiente de la mujer; todos los demás, en diversos grados, son la simiente de la serpiente. El modo en que Jesús trató a la gente que era la simiente de la serpiente, debe servirnos de ejemplo:

-Aunque les predicó en un espíritu de amor y verdadero interés,

-No permitió que ellos le influenciaran con sus costumbres y formas de pensar, y

-les mostró el carácter amoroso de Dios por la manera en que vivió.

No obstante, por todo esto ellos le odiaron. Su esfuerzo por ser obediente a Dios los puso celosos. Incluso su familia (Jn. 7:5; Mr. 3:21) y amigos cercanos (Jn. 6:66) le pusieron obstáculos y algunos hasta se alejaron físicamente de él. Pablo sufrió la misma experiencia cuando se lamentó ante aquellos que hasta entonces habían permanecido con él en la buena y en la mala fortuna:

"¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?" (Gál. 4:14-16).

La verdad nunca es popular; conocerla y practicarla como debiéramos, siempre nos creará alguna forma de problema, incluso podría resultar en persecución:

"Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu [ por el verdadero conocimiento de la palabra de Dios – 1P. 1:23.], así también ahora" (Gal. 4:29).

"Abominación es a los justos el hombre inicuo; y abominación es al impío el de caminos rectos" (Pr. 29:27). Hay un antagonismo mutuo entre el creyente y el mundo.

Si estamos verdaderamente unidos con Cristo, debemos experimentar algo de sus sufrimientos para que también podamos participar en su glorioso galardón. De nuevo, Pablo nos pone en esto un ejemplo incomparable:

"Por tanto, todo lo soporto... Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él [con Cristo], también viviremos con él; si sufrimos [con él], también reinaremos con él..." (2 Ti. 2:10-12).

"Si a mí [Jesús] me han perseguido, también a vosotros os perseguirán... todo esto os harán por causa de mi nombre" (Juan 15:20,21), es decir, debido a que estamos bautizados en el nombre de Jesús (Hch. 2:38; 8:16).

Ante versículos como estos es tentador razonar así: "Si eso es todo lo que me espera por estar unido a Jesús, la simiente de la mujer, prefiero abstenerme". Pero, por supuesto, nunca se nos pedirá que suframos algo que no podamos soportar. Aunque definitivamente se nos requiere abnegación para unirnos plenamente con Cristo, nuestra unión con él resultará en un galardón tan glorioso "que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Ro. 8:18). Y aun ahora, su sacrificio permite que nuestras oraciones en las que pedimos ayuda frente a los traumas de la vida sean especialmente poderosas ante Dios. Y añada a esto la siguiente gloriosa seguridad:

"Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Co. 10:13).

"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Jn. 16:33).

"¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Ro. 8:31).

No hay comentarios: