4.1 LA NATURALEZA DEL HOMBRE
La mayoría de la gente parece dedicar poco tiempo a pensar sobre la muerte, o acerca de su propia naturaleza. Esta falta de autoexamen conduce a una falta de autoconocimiento, y por consiguiente la gente va sin rumbo por la vida tomando sus decisiones de acuerdo a los dictados de sus propios deseos naturales. Existe un rechazo, si bien completamente disimulado, a abordar el hecho de que la vida es tan corta que demasiado pronto el final de la vida estará sobre nosotros. "Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece". "Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse". "Como la hierba que crece en la mañana. En la mañana [nuestra juventud] florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca" (Stg. 4:14; 2 Sam. 14:14; Sal. 90:5:6). Moisés, un hombre verdaderamente pensante, reconocía esto y rogaba a Dios: "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría" (Sal. 90:12). Por consiguiente, en vista de la brevedad de la vida, deberíamos hacer de nuestra adquisición de sabiduría verdadera, la prioridad número uno.
La respuesta del hombre a la terminación de la vida es variada. Algunas culturas han tratado de hacer de la muerte y los funerales, una parte de la vida para aminorar el sentido de pérdida y finalización. La mayoría de aquellos que se hacen llamar ‘cristianos’ han concluido que el hombre tiene en su interior un ‘alma inmortal´ o algún elemento de inmortalidad que sobrevive a la muerte, y que después va a algún lugar de recompensa o castigo. En vista de que la muerte es el problema y tragedia más fundamental de la experiencia humana, se ha de esperar que la mente humana se haya adiestrado para aminorar el impacto mental; por lo tanto, ha surgido una completa gama de falsas teorías referente a la muerte y a la naturaleza misma del hombre. Como siempre, estas se deben verificar con la Biblia a fin de encontrar la verdad genuina acerca de este tema vital. Se debe recordar que la primera mentira registrada en la Biblia es la de la serpiente en el huerto del Edén. Contrario a la clara declaración de Dios de que el hombre ciertamente moriría si pecaba (Gn. 2:17), la serpiente afirmó: "No moriréis" (Gn. 3:4). Este intento por negar la finalidad y totalidad de la muerte ha llegado a ser una característica de todas las falsas religiones. Es evidente que, especialmente en esta área, una falsa doctrina conduce a otra, y a otra, y a otra. A la inversa, una verdad conduce a otra, como se muestra en 1 Co. 15: 13-17. Aquí Pablo salta de una verdad a otra (note los "si... si... si").
Para entender nuestra verdadera naturaleza, necesitamos considerar lo que dice la Biblia acerca de la creación del hombre. El relato está en un lenguaje tan claro que no nos deja duda acerca de lo que exactamente somos por naturaleza (Véase Digresión 18 referente a la realidad literal del Génesis). "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra... porque de ella [de la tierra] fuiste [Adán] tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" (Gn. 2:7; 3:19). Aquí no hay absolutamente insinuación alguna de que el hombre tiene alguna inmortalidad inherente; no hay ninguna parte de él que continúe viviendo después de la muerte.
Hay un marcado énfasis bíblico en el hecho de que el hombre está compuesto fundamentalmente de polvo, solamente. "Nosotros [somos] barro" (Isaías 64:8); "El primer hombre es de la tierra, terrenal" (1 Co. 15:47); "cuyos cimientos [del hombre] están en el polvo" (Job 4:19); "y el hombre volvería al polvo" (Job 34:14,15). Abraham admitió que él era "polvo y ceniza" (Gn. 18:27). Inmediatamente después de haber desobedecido el mandato divino en el Edén, Dios "echó, pues, fuera al hombre... [para] que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre" (Gn. 3:24,22). Si el hombre por naturaleza tiene algún elemento inmortal en su interior, esto habría sido innecesario.
LA INMORTALIDAD ES CONDICIONAL
El mensaje del evangelio, reiterado constantemente, es que el hombre puede encontrar un camino para ganar vida eterna e inmortalidad por medio de la obra de Cristo. En vista de que este es el único tipo de inmortalidad que menciona la Biblia, se entiende que la idea de una eternidad de sufrimiento consciente por hechos pecaminosos, no tiene ningún apoyo bíblico. El único modo de ganar inmortalidad es por medio de la obediencia a los mandatos de Dios, y aquellos que son así obedientes pasarán la inmortalidad en un estado de perfección – el galardón de los justos.
Los siguientes pasajes deberían ser prueba suficiente de que esta inmortalidad es condicional, y que no es algo que poseamos por naturaleza:
-"Jesucristo... sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2 Ti. 1:10; 1 Jn. 1:2).
-"Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros [es decir, inherente en vosotros]. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero" [para darle esta "vida eterna"] (Jn. 6:53,54). El razonamiento de Cristo en todo el capítulo 6 de Juan es que él es el "pan de vida", y que sólo por medio de una correcta respuesta a él puede haber alguna esperanza de inmortalidad (Jn. 6:47,50,51,57,58).
-"Dios nos ha dado [a los creyentes] vida eterna; y esta vida está en su hijo" (1 Jn. 5:11). No puede haber ninguna esperanza de inmortalidad para aquellos que no están "en Cristo". Sólo por medio de Cristo se ha hecho posible la inmortalidad; él es el "Autor de la vida [eterna]" (Hch. 3:15), "autor de eterna salvación para todos los que le obedecen" (He. 5:9). Por lo tanto, la inmortalidad para los hombres se originó por medio de la obra de Cristo.
-El verdadero creyente busca la inmortalidad, y será galardonado por esto con el don de la vida eterna, algo que no posee por naturaleza (Ro. 2:7; 6:23; Jn. 10:28). Es necesario que nuestro cuerpo mortal "se vista de inmortalidad" al regreso de Cristo (1 Cor. 15:53); de modo que la inmortalidad es algo prometido, que no se posee actualmente (1 Jn. 2:25).
-Si Cristo no hubiera resucitado entonces quienes han muerto en él perecerían (1 Co. 15:18). De aquí que ellos no tenían ‘almas inmortales’ que fueran galardonadas en el cielo o en el infierno.
-Sólo Dios tiene inmortalidad por naturaleza (1 Ti. 6:16).
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