sábado, 13 de diciembre de 2014

ESPERANZA EN MEDIO DEL SILENCIO

FRATER DE GUATEMALA

En el año 83 los grupos subversivos secuestraban y asesinaban a la gente. Una de sus víctimas, muy reconocida en el país, fue el periodista Álvaro Contreras Vélez, uno de los fundadores de Prensa Libre. Uno de sus hijos, asistía a La Fráter cuando nos reuníamos en el Cine Reforma juntamente con su mamá, nos pidió  que oráramos por él y empezamos a interceder por su vida. Bendito sea Dios, después de varias semanas, varios meses de secuestro lo liberaron  y supo que habíamos estado orando por él y al recuperar su libertad pidió que fuera la Fráter el primer lugar en visitar. Llegó, nos dio su testimonio de lo que padeció en ese secuestro terrible. A nadie se le desea que sufra un secuestro, queda aislado, desconectado de su familia, por un día, por una semana, por un mes, por varios meses. Cuando usted está solo sufre, lo que él mismo escribió y llamó “Los ruidos del silencio”, es cierto que a veces queremos estar en solitud, es decir, sin compañía en algún lugar desierto, pero Dios dijo de Adán no es bueno que el hombre esté solo, le haré su ayuda idónea y así fue como creó a Eva y gracias a la mujer ya nunca hay silencio en la casa. Siempre tenemos a alguien con quien platicar, alguien con quien reír y tenemos esa virtud de nuestra compañera de hogar que nos platica y nos cuenta.
Comunicarse es uno de los elementos muy conocidos de cómo mantener viva una relación. Hoy podemos hablar por teléfono, por internet, por mensajitos, por watsapitos a cualquier parte del mundo, pero no nos podemos comunicar con aquel que está sentado a la par de la mesa del comedor en nuestra casa. Podemos hablar con alguien allá en el otro lado del mundo, pero no podemos hablar con aquel que duerme al lado nuestro. Por eso digo que el silencio separa más que la distancia. Triste es ver a una pareja entrar a un restaurante, sentarse y apenas dirigirse la palabra uno al otro. Si mucho se dirigen la palabra para decirse pásame el picante, pedí la cuenta. Ya no hay esa comunicación.
El silencio es triste porque denota muerte en las relaciones y además denota abandono. Entre a una casa abandonada y lo único que escuchará es silencio. No habrá vida, ni esperanza. Más ahora que se ha vuelto más individualista la comunicación. Está la familia, está la esposa, está el esposo, los hijos, a lo mejor uno o los dos abuelos y todos metidos en su celular, todos metidos en su IPad, todos enfocados en su aparato. No hay esa comunicación. Ahora imagínese usted, siendo hijo de esta época y que  llegue su papá o su mamá y le diga por tal o cual razón, el castigo que vas a tener es andar sin celular una semana. Cómo se siente alguien sin su aparato, una semana, un mes, un año, siente horrible.
La falta de comunicación denota muerte, y eso es lo que pasó, precisamente, en el pueblo de Israel, se quedó sin comunicación con Dios por más o menos 400 años, entre el libro de Malaquías y el Nuevo Testamento hubo cuatro siglos que se conocen como “cuatro siglos de silencio”. Imagínese a Dios callado, sin decirle nada a su pueblo. No había ningún profeta que les predicara, no había ningún predicador que les hablara. Y en medio de esos cuatro siglos, el pueblo de Israel vivía una situación de desesperación, una situación de opresión, una situación de cautiverio.
Israel estaba cautivo por distintos imperios, cuatro siglos de sufrir opresión, cautiverio, limitaciones, sufrimientos y el amor de Dios no se escuchaba, solamente se consolaban con el recuerdo  de las últimas palabras pronunciadas por el profeta Malaquías. ¿Qué dice Malaquías 4:1-6? »Miren, ya viene el día. Así comenzaba con esas palabras: ya viene el día,  pero pasó un día, pasó un año, cien años, doscientos años, cuatrocientos años y seguía diciendo ya viene el día, como ahora que les decimos ya viene el día de la segunda venida de Jesucristo, pero ¿y cuándo? Si ya pasaron dos mil años, pero yo le aseguro que Cristo viene otra vez. Tardará un poco pero vendrá otra vez Jesucristo a salvarnos completamente.
»Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego hasta dejarlos sin raíz ni rama —dice el Señor Todopoderoso—. Pero para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud. Y ustedes saldrán saltando como becerros recién alimentados. El día que yo actúe ustedes pisotearán a los malvados, y bajo sus pies quedarán hechos polvo —dice el Señor Todopoderoso—. »Acuérdense de la ley de mi siervo Moisés. Recuerden los preceptos y las leyes que le di en Horeb para todo Israel.  »Estoy por enviarles al profeta Elías antes que llegue el día del Señor, día grande y terrible. Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres, y así no vendré a herir la tierra con destrucción total.»
En medio del silencio los sostenían las palabras del profeta Malaquías. Estaban con la opresión de distintos imperios. Su esperanza en medio de su dolor es que llegaría un día ardiente como un horno en donde el Señor prometía liberarlos de los malvados y soberbios. Eso hablaba cada uno a sus hijos, y los hijos a sus hijos y los siguientes a sus otros hijos, y así venían de hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, de generación a generación dando un mensaje de esperanza. Esta semana almorzaba con un amigo que fue un líder político importante en el país, funcionario público importante, y me decía ¿hasta cuándo seguiremos aguantando la corrupción? ¿Hasta cuándo pondrán límite a su codicia y avaricia los que están robando los dineros del pueblo? Yo le decía, quizá algunos podrán decir llegué a viejo, me estoy muriendo y nunca me agarraron, nunca me hicieron juicio, pero no saben que el día que salgan de esta Tierra tendrán que presentarse ante Dios nuestro Señor y el Señor no aceptará una mordida de un millón ni de dos, ni de diez ni de  cien quetzales. Dios juzgará a los malvados y a los soberbios y los hará sufrir el juicio que merecen.
Así que tenga paciencia un día vendrá y como dice Malaquías: Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, van a arder, van a ser juzgados. Sí, nos salen diciendo una cosa en los medios de comunicación y hacen otra y nosotros vemos un día y otro día las noticias y leemos un día y otro las noticias y decimos ¿hasta cuándo? Pues la Escritura dice ya viene el día ardiente como un horno y todos los serbios y malvados serán como paja y aquel día les prenderá fuego hasta dejarlos sin raíz ni rama  —dice el Señor Todopoderoso—. Pero para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud.  Y ustedes saldrán saltando como becerros recién alimentados. No solo habría juicio. Habría justicia que traería salud. El fuego iluminaba pero quemaría a los malvados y soberbios. El sol de justicia que se levantaría traería salud con sus rayos, aún en medio de esos terribles 400 años que estaba viviendo el pueblo de Israel.
A veces bromeamos y decimos hay que sacarlo en canasta que reciba el sol cuando alguien está ancianito y no puede moverse por sí mismo y aquí en Guatemala si hay frío, con mayor razón, andamos buscando el sol. Porque el sol da vida, y la fotosíntesis que se produce con el sol hace que nuestras legumbres y nuestras plantas crezcan y se desarrollen y podamos disfrutarlas. Nosotros necesitamos de ese sol  que da vida. Nosotros necesitamos la vida que nos da el sol.
El sol de justicia es Jesús, nos ha hecho nacer, nos ha hecho crecer, nos ha hecho reproducirnos y ser bendecidos. Jesús es el sol de justicia. Sus palabras hablaban que debía guardar la ley de Moisés. La ley de Moisés también había sido dada no en el silencio sino en medio del fuego en la montaña, en el Monte Horeb. Debían obedecer al Señor quien era fuego consumidor tal y como leemos en Éxodo 20. Debían obedecerlo aún en el silencio. Éxodo 20:18-21 “Ante ese espectáculo de truenos y relámpagos, de sonidos de trompeta y de la montaña envuelta en humo, los israelitas temblaban de miedo y se mantenían a distancia. Así que le suplicaron a Moisés: —Háblanos tú, y te escucharemos. Si Dios nos habla, seguramente moriremos.  —No tengan miedo —les respondió Moisés—. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que sientan temor de él y no pequen. Entonces Moisés se acercó a la densa oscuridad en la que estaba Dios, pero los israelitas se mantuvieron a distancia”. Sus palabras hablaban de esa llegada de Dios por medio de sus mandamientos. El fuego siempre estremece, siempre asusta. Cada vez que hay un incendio la gente se preocupa y allí había mucho fuego cuando Dios le estaba hablando al pueblo de Israel. Hoy en la tarde acá en Guatemala habrá mucho fuego, tenga cuidado, escóndase para no contaminarse con el humo o para que no lo quemen. La gente que nos visita, si desconoce esta costumbre se espanta de oír  tanto cohete y ver tanto incendio y ver lo que pasa.
En Mateo 11-25 dice: Mientras se iban los discípulos de Juan, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: « ¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que usan ropa de lujo están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta. Éste es de quien está escrito: »“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino.”  Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.  Y si quieren aceptar mi palabra, Juan es el Elías que había de venir. El que tenga oídos, que oiga”. Juan el Bautista, fue el profeta Elías que había de venir, y vino a preparar el camino para el Rey Jesús. El camino para aquel que verdaderamente sería la esperanza eterna de Israel. Malaquías dijo vendrá el profeta, el espíritu de Elías, y eso era lo que resonaba en los oídos de Israel, hasta que apareció Juan el Bautista. Se pueden imaginar, Juan el Bautista se vestía con pieles de camello, no tenía vestidos lujosos como el de Jesús, a quien le regalaron vestidos lujosos, por eso su túnica  no se la repartieron o mejor dicho no la rompieron en la cruz sino que se la sortearon. Juan andaba con un vestido de piel de  camello.

Este año escuché el testimonio del pastor Rudy Gracia, contó cómo se le murió su esposa y cómo a pesar que oraron, ayunaron y vinieron los hombres y mujeres más famosos en el mundo que hacen milagros a orar por ella, no sanó y él decía: a veces llevamos en nuestro cuerpo las heridas que hemos padecido como esta por la muerte de mi esposa. Y dijo una frase que para mí fue elocuente: Las marcas de un apóstol no son Gucci ni Ferragamo. Así, hoy en día, usted ya es un poquito conocido y ya se viste de lujo, no estoy en contra de eso, pero las marcas son otras. Juan el Bautista no se vistió de lujo y, sin embargo, por ser el primer predicador que apareció cuatro siglos después del último las multitudes iban detrás de él.
Imagínese este escenario: se cierran todas las iglesias en Guatemala, menos la Fráter, ¿cómo estaría aquí de gente? Colas para entrar, hay más de veinte mil iglesias en Guatemala, gracias a Dios por eso. Juan estaba  dando el mensaje que por siglos había esperado Israel, mensaje de salvación, mensaje de esperanza, esperanza es un estado de ánimo optimista basado en  la expectativa de resultados favorable, relacionado a eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto, incluye esperar confiado. Cuatro cientos años de espera, pero Israel esperaba confiado.  Decimos que el que espera, desespera, pero el que espera desespera si no espera en Cristo Jesús nuestro Señor, porque cuando esperamos en Cristo, Él  nunca falla, Él siempre cumple, siempre responde. Por algo la esperanza es una de las tres virtudes teologales, junto con la fe, la esperanza y el amor, por eso el mensaje de Juan traía esperanza, “viene tras de mí otro que es más poderoso que yo, decía, y se refería precisamente a Jesús.
En Lucas 1: 67-80  está el relato tan hermoso de Juan y dice: “Entonces su padre Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a redimir a su pueblo.  Vino a redimir al pueblo de Dios que a veces está atado, está esclavizado, oprimido por enfermedades, por problemas financieros, por problemas políticos, familiares, espirituales. Nos envió un poderoso salvador en la casa de David su siervo (como lo prometió en el pasado). Hacía siglos que se había prometido esto, siglos que se había anunciado que vendría un redentor, un salvador…  para librarnos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos aborrecen; para mostrar misericordia a nuestros padres al acordarse de su santo pacto. Así lo juró a Abraham nuestro padre: nos concedió que fuéramos libres del temor.
Esto es algo que agobia al pueblo de Dios, el temor. La gente tiene miedo, miedo a la oscuridad. Los especialistas le llaman al miedo a la oscuridad nictofobia, al miedo a los espacios muy abiertos agorafobia, a los espacios muy encerrados claustrofobia y hay quienes le tienen miedo hasta a las cucarachas, cucarachofobia. La gente tiene miedo y el miedo más grande que tiene es el miedo a la muerte, pero la Biblia dice que para eso vino el Señor, para librar a los que por el temor a la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre. Por eso Pablo decía, para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia, yo no le tengo miedo a la muerte. Así que no tenga más miedo. ¿Miedo de qué tiene usted? ¿De quedarse viejo? No se preocupe, la Biblia dice: fui joven y ahora que soy viejo no he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan. ¿Miedo de qué tiene usted? porque Cristo es el mismo de ayer, de hoy y por todos los siglos. Jesús nos ha venido a liberar del temor.
Versículo 74  dice: nos concedió que fuéramos libres del temor, al rescatarnos del poder de nuestros enemigos, para que le sirviéramos. Nos rescató del poder de nuestros enemigos, para que le sirviéramos, recuerde, el que sirve, sirve y el que no sirve, no sirve. El que no vive para servir, no sirve para vivir. ¿Para qué sirve usted? Sirva, Si Dios lo ha rescatado del poder de sus enemigos, es para que le sirva con entusiasmo, con su tiempo, su talento y su tesoro, dice el siguiente versículo: con santidad y justicia, viviendo en su presencia todos nuestros días. Usted es joven, no diga que usted le servirá al Señor cuando sea viejo, si llega. Los jóvenes también se mueren, los padres quisiéramos que nuestros hijos nos enterraran, pero a veces los padres tienen que enterrar a sus hijos. Tenemos que estar en la presencia de nuestro Dios todos los días. No seamos cristianos como decía un conocido mío: cristianos “cadaocheros, aquellos que vienen cada ocho a la iglesia. Debemos de estar en la presencia de Dios todos los días. Dios no nos abandona, nosotros tampoco debemos de apartarnos del Señor.
76-80 Y tú, hijito mío, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para prepararle el camino. Darás a conocer a su pueblo la salvación mediante el perdón de sus pecados, gracias a la entrañable misericordia de nuestro Dios. Así nos visitará desde el cielo el sol naciente, para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad, para guiar nuestros pasos por la senda de la paz.» El niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivió en el desierto hasta el día en que se presentó públicamente al pueblo de Israel. Jesús es el Sol de Justicia, el Sol Naciente prometido. Jesús fue la promesa dada al pueblo de Israel y que lo sostuvo durante esos 400 años de silencio. Aquel que vino a ser luz y salvación de nuestros pecados. Desde el cielo nos visitaba el Sol de Justicia para salvarnos de nuestros pecados. ¿Ha experimentado en su vida los rayos de luz sanadores del Sol naciente de Cristo Jesús? Por algo dijo Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8:12).
Aún en el silencio, Dios está sosteniendo su mano. Que Dios no lo permita que a usted le toque estar preso y pase un día, un mes, un año, un lustro, una década y usted se sienta solo, pero sepa que ahí Dios estará con usted, ahí Dios sostendrá su mano. Dios no permita que a usted le toque estar en un área de cuidados intensivos en el hospital, quizá usted  se sienta solo, pero usted no estará solo, porque el Señor ha prometido estar con usted todos los días hasta el fin del mundo. Su madre quizá lo abandonará, su padre quizá lo abandonará, su esposa quizá lo abandonará, sus hijos, pero Dios nunca lo abandonará, Jesús estará siempre con usted allí en los momentos del difícil silencio.
En medio de las pruebas como la cautividad que tuvo Israel, quizá usted tenga pruebas difíciles, pero el Sol Naciente llegará, traerá salud para su vida, porque usted también tiene la promesa y sólo debe arrepentirse de sus pecados y creer en Dios. Dios no lo ha abandonado.  ¿Qué dice 1 Reyes 19:11-14? El Señor le ordenó: —Sal y preséntate ante mí en la montaña – Dios le hablaba a Elías –, porque estoy a punto de pasar por allí. Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le dijo: — ¿Qué haces aquí, Elías? Dios no estuvo en el terremoto, no estuvo en el fuego, estuvo presente en un suave murmullo. Elías estaba deprimido, creía que Dios lo había abandonado, pensaba que estaba solo y perseguido. La esposa de Acab, Jezabel, lo había amenazado de muerte y había jurado perseguirlo hasta matarlo, sin embargo, en medio de su depresión, en medio de su dolor Dios le dijo: sal y preséntate ante mí en la montaña y allí Dios le habló.
Querido amigo, querida amiga, aún en el silencio de su dolor, aún en la aparente ausencia de Dios, Dios está con usted. Quizás se ha sentido solo por mucho tiempo, pero yo le tengo buenas noticias, Apocalipsis 3:20 dice: Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. ¿Quiere que se acabe el silencio en su casa? Oiga el llamado del Señor. Abra la puerta, permita que Jesús entre a su alma, jamás estará solo, siempre tendrá con quien hablar, siempre tendrá a quien orar a nuestro Señor.

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