2.2 INSPIRACIÓN
Hemos definido al Espíritu de Dios como su poder, pensamientos y disposición, los cuales Él revela por medio de las acciones que ejecuta su Espíritu. En la sección anterior mencionamos que se podía apreciar la obra del Espíritu de Dios en la creación: "Su Espíritu adornó los cielos" (Job 26:13). El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas para realizar la presente creación (Gn. 1:2). No obstante, también leemos que "por la palabra de Jehová" fue hecho el mundo (Salmos 33:6), como se ejemplifica en la narrativa de Génesis, que anota que "dijo Dios" cosas que se iban a crear, y así sucedió. Por lo tanto, el Espíritu de Dios se refleja en gran manera en su palabra. De la misma manera nuestras palabras expresan con toda propiedad nuestros pensamientos y deseos interiores, nuestro verdadero "yo". Jesús señaló sabiamente: "De la abundancia del corazón [mente] habla la boca" (Mt. 12:34). Así que si queremos controlar nuestras palabras, debemos primeramente dominar nuestros pensamientos. La palabra de Dios es, pues, un reflejo de su Espíritu o pensamientos. Es una gran bendición que tengamos anotadas en la Biblia las palabras de Dios para que podamos entender el espíritu o mente de Dios. David habló de cómo la palabra de Dios y su corazón son paralelos (2 Sam. 7:21). La mente/espíritu de Dios es expresada en su palabra. Dios logró este milagro de expresar Su Espíritu en palabras escritas por medio del proceso de INSPIRACIÓN. Este término se origina en torno a la palabra "espíritu".
IN-SPIRACIÓN
"Espíritu" significa "aliento" o respiración. "Inspiración" significa "inhalación". Esto quiere decir que las palabras que los hombres escribieron mientras se hallaban bajo la "inspiración" de Dios, eran las palabras del Espíritu de Dios. Pablo exhortó a Timoteo a no permitir que su conocimiento de la Biblia le hiciera olvidar lo maravilloso del hecho de que son las palabras del Espíritu de Dios y que, por lo tanto, proporcionan todo lo que necesitamos para tener un verdadero conocimiento de Dios:
"Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Ti. 3:15-17).
Si las Escrituras inspiradas pueden proporcionar semejante totalidad de conocimiento, entonces no hay necesidad de alguna "luz interior" que nos muestre la verdad acerca de Dios. Pero ¡cuántas veces la gente habla de sus sentimientos y experiencias personales como la fuente de su conocimiento de Dios! Si es suficiente una aceptación con fe de la palabra inspirada de Dios para equipar completamente a alguien en la vida cristiana, entonces no hay necesidad alguna de ningún otro poder de justicia en nuestra vida. Si hay tal necesidad, es evidente que la palabra de Dios no nos ha equipado completamente, como promete Pablo que lo hará. Sostener la Biblia en nuestras manos y creer que es realmente la palabra del Espíritu de Dios, requiere bastante fe. Los israelitas estaban tan razonablemente interesados en lo que la palabra de Dios tenía que decir, como muchos "cristianos" hoy en día. Todos necesitamos reflexionar en Hebreos 4:2:
"Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos [Israel en el desierto]; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron".
En vez de desarrollar una fe completa en el poder de la palabra/espíritu de Dios, es mucho más atractivo tomar un atajo espiritual: razonar que súbitamente viene un poder de justicia sobre nosotros, el cual nos hará aceptables a Dios, en vez de tener que experimentar los esfuerzos de poner nuestra vida en obediencia a la palabra de Dios, y por este medio dejar que el Espíritu de Dios verdaderamente influya en nuestro corazón.
La renuencia a aceptar el enorme poder espiritual que está en la palabra de Dios, ha llevado a muchos "cristianos" a cuestionar si todas las Escrituras son totalmente inspiradas por Dios. Han sugerido que gran parte de lo que leemos en la Biblia no fueron más que las opiniones personales de los escritores. Pero Pedro elimina eficazmente tan confuso razonamiento:
"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos... entendiendo primero esto [¡esto es vital!], que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 P. 1:19-21).
"Primero", debemos creer que la Biblia es inspirada. Por esta razón, hemos hecho de esto la cláusula fundamental de la Declaración de Fe Cristadelfiana. La doctrina de la inspiración es enfatizada a menudo en el texto de la Biblia (por ejemplo: Mt. 15:4; Mr. 12:36; Hch. 1:16; 28:25; He. 3:7; 9:8; 10:15).
LOS ESCRITORES DE LA BIBLIA
Por consiguiente, una sólida creencia en la total inspiración de las Escrituras es vital. Los hombres que escribieron la Biblia fueron guiados irresistiblemente por el Espíritu que los inspiraba, de manera que sus palabras no eran suyas. Siendo la palabra de Dios la Verdad (Jn.17:17), que proporciona reprensión y corrección (2 Ti. 3:16,17), no es sorprendente que sea impopular para muchas personas, porque la Verdad hiere. El profeta Jeremías sufrió mucha oposición por proclamar las palabras que le inspiró Dios, así que determinó no escribir o publicar las palabras que le fueron dadas. Pero debido a que la escritura de la palabra de Dios es el resultado de su voluntad, más bien que del deseo humano, él fue "llevado por el Espíritu Santo", de modo que no tenía elección en el asunto. "Cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí... y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo y no pude" (Jer. 20: 7,9). Pedro describe esta idea de los escritores de la Biblia "llevados" (la Versión Reina-Valera 1960 traduce "inspirados") con la misma palabra griega usada en Hechos 27:17,27 acerca de un barco siendo llevado por el viento, fuera de control.
Asimismo, cuando Balaam estaba determinado a maldecir a Israel. el Espíritu de Dios le hizo pronunciar, en cambio, una bendición sobre ellos (Nm. 24:1-13 compárese con Dt. 23:5). El no pudo ‘escapar’ de la palabra de Dios (Nm. 22:12 Heb.)
Un sorprendente número de hombres a los cuales inspiró Dios para que declararan su palabra, pasaron por períodos en que eran renuentes a hacerlo. La lista es impresionante:
-Moisés (Ex. 4:10)
-Jeremías (Jer. 1:6)
-Ezequiel (Ez. 3:14)
-Jonás (Jo. 1:2,3)
-Pablo (Hch. 18:9)
-Timoteo (1 Ti. 4:6-14)
-Balaam (Nm. 22:24)
Todo esto confirma lo que aprendimos en 2 Pedro 1:19-21, que la palabra de Dios no es la opinión personal de los hombres, sino el resultado de hombres que fueron inspirados para escribir lo que les fue revelado. El profeta Amós reflexionó: "Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?" (Amós 3:8). En algunas ocasiones Moisés perdió el sentido de su propia personalidad, tan fuerte era su inspiración de parte de Dios: "Todos estos mandamientos que Jehová ha dicho a Moisés" (Nm. 15:22,23); en realidad, estas palabras las dijo el propio Moisés (versículo 17). Jeremías habló "de parte de Jehová" y también Yahvé habló "por boca de Jeremías" (2 Cr. 36:12,22). Esto muestra la relación estrecha entre Dios y los hombres por medio de quienes hablaba. La boca de ellos era Su boca. Hay muchas textos en los escritos de los profetas donde es difícil determinar si los pronombres personales se refieren a Dios o al profeta (Ej., Jer. 17:13-15); tan estrecha era la manifestación de Dios por medio de ellos. "El principio de la palabra de Jehová por medio de Oseas" (Oseas 1:2) es el prefacio de Su mandato a Oseas para que vaya y muestre el amor de Dios hacia el Israel infiel, casándose y viviendo con una mujer indigna. Oseas fue la palabra de Dios a los hombres, como fue tan supremamente el Señor Jesús, "la palabra hecha carne", y nosotros de la misma manera debemos poner en práctica el espíritu que está en la palabra de Dios.
Otra pieza de evidencia de esto es que los escritores de la Biblia se daban cuenta de que no entendían plenamente lo que estaban escribiendo. Ellos "indagaron" acerca de la interpretación correcta: "A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas" que ellos escribieron (1P. 1: 9-12). Las palabras textuales que escribieron no eran suyas sino de Dios, y ellos deseaban entender mejor las cosas que registraban para Él. Los siguientes proveen ejemplos obvios: Daniel (Dn. 12:8-10), Zacarías (Zc. 4:4-13), Pedro (Hch. 10:17). De la misma manera, el niño Samuel no conocía a Yahvé pero aun así habló su palabra (1 Samuel 3:7).
Si estos hombres eran inspirados sólo en parte, entonces no tenemos acceso a la verdadera palabra o Espíritu de Dios. Si lo que ellos escribieron era realmente la palabra de Dios, entonces se sobrentiende que ellos tenían que ser absorbidos completamente por el Espíritu de Dios durante el período de inspiración. De otro modo, el producto no habría sido la palabra de Dios en su pureza. Una aceptación de que la palabra de Dios es completamente suya, nos proporciona más motivación para leerla y obedecerla. "Sumamente pura es tu palabra, y la ama tu siervo" (Sal. 119:140).
De este modo, los libros de la Biblia son la obra de Dios por medio de su Espíritu, más bien que la literatura de los hombres. La verdad de esto se muestra cuando se considera cómo se refiere el Nuevo Testamento a los escritos del Antiguo Testamento:
-Mateo 2:5 habla de cómo fue "escrito por el profeta". Dios estaba escribiendo por medio de ellos. La Versión Revisada en Inglés emplea siempre en el margen la palabra "por medio de" cuando describe cómo escribió Dios por los profetas.
-Mateo 2:15 cita de Miqueas, pero dice: "Que dijo el Señor por el profeta..." De la misma manera Hebreos 2:6: "Alguien [en realidad, David] testificó en cierto lugar..." La persona del profeta es irrelevante comparada con el hecho de que es la palabra de Dios la que Él habló. Hay otros ejemplos en los cuales el nombre del profeta es suprimido como para mostrar que no es importante (Mt. 1:22; 2:23; 21:4).
-"El Espíritu Santo habló antes por boca de David" (Hch. 1:16. Así es como Pedro citó de los Salmos. (compárese con He. 3:7).
-"Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías" (Hch. 28:25. Así fue como Pablo citó a Isaías). Lucas 3:4 habla de "el libro de las palabras de Isaías", más bien que de tan sólo "el libro de Isaías".
Por lo tanto, los autores humanos de la Biblia eran relativamente poco importantes para los primeros cristianos; lo importante era el hecho de que sus palabras habían sido inspiradas por el Espíritu de Dios.
Concluiremos esta sección con una lista de versículos que muestran que el Espíritu de Dios se nos revela por medio de Su palabra escrita:
–Jesús dijo claramente: "Las palabras que yo os he hablado son Espíritu" (Jn. 6:63); El hablaba bajo la inspiración de Dios (Jn. 17:8; 14:10).
–Se nos describe naciendo de nuevo tanto del Espíritu (Jn. 3:3-5) como de la palabra de Dios (1 P. 1:23).
–"Las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas" (Zac. 7:12).
–La declaración "yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras" (Prov. 1:23). asocia un verdadero entendimiento de la palabra de Dios con la acción de su Espíritu sobre nosotros. Leer el libro sin entendimiento, de nada vale, debido a que no se nos está revelando el espíritu/mente de Dios.
–Hay paralelos entre el Espíritu de Dios y su palabra en muchos pasajes: "El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca" (Isaías 59:21); "Por tu palabra y conforme a tu corazón [espíritu]" (2 Sam. 7:21); "Y pondré dentro de vosotros [dentro de vuestro corazón, según el contexto] mi Espíritu"; "Daré mi ley... en su corazón" (Ez. 36:27; Jer. 31:33).
Dios es su espíritu (Jn. 4:24), y Dios es su palabra ("el verbo era Dios"); evidentemente se deduce que, por consiguiente, sus palabras reflejan su Espíritu. Nuestra actitud ante la palabra de Dios es nuestra actitud hacia Él. Porque esa palabra es pura, la amamos (Sal. 119:140); cuando desobedecemos los mandamientos estamos despreciando la palabra de Dios (Am. 2:4). Aquí es donde creer en la inspiración tiene un efecto práctico poderoso.
EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS
El Espíritu de Dios se refiere no sólo a su mente/disposición, sino también al poder por el cual expresa esos pensamientos; por lo tanto, podemos estar confiados en que su palabra/espíritu no es tan sólo una declaración de su mente; hay también un poder dinámico en esa palabra.
Con una verdadera apreciación de ese poder, deberíamos estar ansiosos de utilizarlo; cualquier sentimiento de turbación en relación con esto se debería eliminar con nuestro conocimiento de que la obediencia a la palabra de Dios, nos dará el poder que necesitamos para librarnos rápidamente de las pequeñeces de esta vida y avanzar hacia la salvación. Con mucha experiencia en esto, Pablo escribió:
"Porque no me avergüenzo del evangelio [la palabra], porque es poder de Dios para salvación" (Ro. 1:16).
Por lo tanto, el estudio bíblico y su aplicación en nuestra vida es un proceso dinámico. Esto no tiene relación con el enfoque frío y académico de los teólogos como tampoco con el ‘cristianismo’ conformista de muchas iglesias, cuando citan brevemente algunos pasajes; pero hacen esfuerzo alguno por entenderlos y aplicarlos. "La palabra de Dios es viva y eficaz"; "La palabra de su poder [de Dios]" (He. 1:3;4:12). "La palabra de Dios... actúa en vosotros los creyentes" (1 Tes. 2:13). Por medio de la palabra, Dios obra activamente en la mente de los verdaderos creyentes, cada hora del día.
Por consiguiente, el evangelio que Ud. está aprendiendo, es el verdadero poder de Dios; si Ud. se lo permite, puede obrar en su vida para transformarlo en un hijo de Dios, mostrando, hasta cierto grado, el espíritu/mente de Dios en esta vida, preparándolo para el cambio a la naturaleza espiritual de Dios, lo cual ocurrirá al regreso de Cristo (2 P. 1:4). La predicación de Pablo fue "con demostración del Espíritu y de poder" (1 Co. 2:4).
Estamos rodeados de aquellos que tienen una fe parcial en la Biblia como palabra de Dios, a pesar de sus afirmaciones de compromiso con Cristo. En forma similar, afirman creer en Dios, y no obstante no aceptan que Él es una persona real. Al negar la inspiración total de la Escritura y su supremacía sobre nuestros sentimientos y convicciones, están negando el poder de Dios. Las palabras de 2 Timoteo 3:5 vienen a la mente: "Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella", es decir, el poder de la palabra del evangelio.
El mundo se mofa de nuestro fundamentalismo (Ud. seguramente no cree de ese modo, ¿verdad?), y así también ocurrió con Pablo y su grupo de predicadores: "Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios" (1 Co. 1:18).
Teniendo presente todo esto, ¿no podemos acaso sostener la Biblia en nuestras manos con una creciente medida de respeto, y leerla cada vez con más avidez para entender y obedecer?
LA ACTITUD DEL PUEBLO DE DIOS HACIA SU PALABRA
Una sensitiva lectura de los anales bíblicos indica que los escritores de la Biblia no sólo reconocieron que escribían bajo inspiración, sino que también aceptaron como inspirados a otros escritores de la Biblia. El Señor Jesús destaca en esto. Cuando él citó de los Salmos de David, dio comienzo con la palabras: "David en el Espíritu..." (Mt. 22:43), mostrando su reconocimiento del hecho de que las palabras de David eran inspiradas. Jesús también habló de los "escritos" de Moisés (Jn. 5:45-47), mostrando que él creía que Moisés literalmente escribió el Pentateuco. Algunos críticos de la Biblia han dudado en cuanto a si Moisés sabía escribir, pero la actitud de Cristo claramente contradice su punto de vista. El se refirió a los escritos de Moisés como "el mandamiento de Dios" (Mr. 7:8,9). También se afirma que gran parte del Antiguo Testamento es mito, pero nunca Jesús ni Pablo lo consideraron así. Jesús se refirió a la reina de Seba como un hecho histórico aceptado (Mt. 12:42); él no dijo: "Según cuenta la historia de la reina de Seba..."
La actitud de los apóstoles era idéntica a la de su Señor. Pedro la compendió al decir que su experiencia personal de oír con sus propios oídos las palabras de Cristo quedaba eclipsada ante "la palabra profética más segura" (2 P. 1:19-21). Pedro creía que las epístolas de Pablo eran "Escritura", tanto como "las otras Escrituras", una frase que se usaba normalmente en relación a los escritos del Antiguo Testamento. De modo que Pedro consideraba las epístolas de Pablo de tanta autoridad como el Antiguo Testamento.
En los Hechos, las epístolas y Apocalipsis hay muchas alusiones a los evangelios (ver por ejemplo Hch. 13:51; Mt. 10:14), indicando que no sólo eran todos inspirados por el mismo Espíritu, sino que también los escritores del Nuevo Testamento los consideraban inspirados. En 1 Timoteo 5:18, Pablo cita por igual como "Escritura" a Deuteronomio 25:4 (en el Antiguo Testamento) y a Lucas 10:7. Pablo se esfuerza por dejar en claro que su mensaje provenía de Cristo, no de sí mismo (Gál. 1:11,12; 1 Co. 2:13; 11:23; 15:3). Los otros apóstoles también reconocieron esto; de modo que Santiago 4:5 cita las palabras de Pablo en Gálatas 5:17 como "Escritura".
Dios nos ha hablado en Cristo; por lo tanto, no hay necesidad de ninguna revelación adicional (Hebreos 1:2). Se puede observar que la Biblia alude a otros escritos inspirados que al presente no se hallan disponibles (por ejemplo, el libro de Jaser, las Crónicas del Profeta Natán, de Elías, de Pablo a los Corintios; además, la tercera epístola de Juan implica que él había escrito otra carta a la iglesia, la cual no se ha preservado, y que Diótrefes había rehusado obedecer). ¿por qué no se han preservado estos escritos para nosotros? Evidentemente porque no eran pertinentes para nosotros.
A veces se afirma que a los libros del Nuevo Testamento se les aceptó como inspirados sólo paulatinamente, pero el hecho de que los apóstoles consideraban mutuamente sus escritos como inspirados, desmiente esto categóricamente. Había un don milagroso del Espíritu, que se empleaba para probar si las epístolas y palabras que se afirmaba eran inspiradas, lo fueran realmente (1 Co. 14:37; 1 Jn. 4:1; Ap. 2:2). Esto significa que las epístolas inspiradas se aceptaban inmediatamente como tal. Si hubiese alguna selección humana, sin guía divina, en la composición de nuestra Biblia, entonces el libro no tendría ninguna autoridad.
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