2.3 LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
En varias ocasiones, en sus tratos con los hombres, Dios ha delegado en algunas personas el uso de su poder (el "Espíritu Santo"). Sin embargo, esto nunca ha sido en forma de un "cheque en blanco," por decirlo así, que les permitiera hacer lo que les placiera; el uso de este Espíritu Santo ha sido siempre para un propósito específico. Una vez que se ejecutaba, se les retiraba el don del Espíritu Santo. Debemos recordar que el Espíritu de Dios actúa de tal manera que ayude a avanzar el propósito que Él tiene en mente. Este propósito puede permitir sufrimientos de corto plazo en la vida de los hombres, a fin de poner por obra su propósito de largo plazo (véase el estudio 6.1), así que se debe entender que no se usaría su Espíritu Santo necesariamente para aliviar el sufrimiento humano en esta vida. Cualquier alivio semejante que efectúe será para el propósito superior de comunicarnos la mente de Dios.
Esto presenta un contraste notable con la actitud cristiana popular hacia el Espíritu Santo hoy en día; da la impresión de que la creencia en Cristo tiene valor sólo debido a su beneficio físico; por ejemplo, la sanidad de enfermedades o una exaltación espiritual que supuestamente dará el Espíritu Santo. Esto explicaría por qué en países como Uganda, ha habido un notable surgimiento de personas que afirman poseer los dones espirituales de sanidad, e históricamente tales pretensiones a menudo han coincidido con épocas de grandes necesidades para la gente. Esto en sí mismo pone en tela de juicio las actuales pretensiones de posesión del Espíritu; si alguien anda en busca de experiencia que trascienda la crítica situación actual del género humano, es fácil afirmar que ha encontrado algo que llena los requisitos.
Dios siempre ha dado su Espíritu para llevar a cabo objetivos específicos y definidos. Debido a esto, aquellos que verdaderamente poseían los dones del Espíritu, sabían exactamente en qué los iban a usar y, por lo tanto, al usarlos no obtenían tan sólo un éxito parcial. Esto contrasta con los muchos fracasos y curaciones parciales que han experimentado aquellos que pretenden tener hoy en día los dones espirituales de sanidad.
Los siguientes ejemplos indican razones y objetivos específicos que había detrás del otorgamiento de los dones espirituales. En ninguno de estos casos había elemento subjetivo en relación con la posesión de los dones, ni tampoco podían sus poseedores usarlos como ellos estimaran conveniente. Debido a que estamos hablando del Espíritu de Dios, es inconcebible que los hombres pudieran dirigir su uso, ya que les fue dado para que llevaran a cabo ciertos deseos específicos de Dios, más bien que los de los hombres que tenían su uso temporal (compárese con Isaías 40:13).
-A comienzos de la historia de Israel, se les mandó hacer una detallada tienda ("tabernáculo"), en la cual se guardarían el altar y otros artículos sagrados; se dieron minuciosas instrucciones referente a cómo confeccionar todos los artículos que serían necesarios para la adoración a Dios. Para realizar esto, Dios dio su Espíritu a ciertos hombres. A estos se les llenó "de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón..." (Ex. 28:3).
-Uno de estos hombres, Bezaleel, fue lleno "del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte... para trabajar en oro... y en artificio de piedras... en toda clase de labor" (Ex. 31:3-5).
-Números 11:14-17 consigna cómo le fue tomada a Moisés una porción del poder/espíritu que se le había delegado a él, y le fue dada a los ancianos de Israel con el propósito de que pudieran juzgar correctamente las quejas del pueblo, para que hubiera menos presión sobre Moisés. Poco antes de la muerte de Moisés, se transfirió el poder espiritual de él a Josué, de manera que él también pudiera dirigir apropiadamente al pueblo de Dios (Dt. 34:9).
-Desde el tiempo en que el pueblo de Israel entró en su tierra hasta su primer rey (Saúl), estuvieron gobernados por hombres llamados jueces. Durante este período, a menudo los oprimían sus enemigos, pero el libro de los Jueces narra cómo vino el Espíritu de Dios sobre algunos de los jueces a fin de que salvaran milagrosamente a Israel de sus invasores: Otoniel (Jue. 3:10), Gedeón (Jue. 6:34) y Jefté (Jue. 11:29), ejemplifican esto.
-A otro juez, Sansón, se le dio el Espíritu para que pudiera matar a un león (Jue. 14:5-6); matar a treinta hombres (Jue. 14:19), y romper las cuerdas con las cuales se le había atado (Jue. 15:14), Por lo tanto, Sansón no poseía este "Espíritu Santo" en forma continua: vino sobre él para que realizara cosas específicas, y luego le fue retirado.
-Cuando Dios tenía un mensaje especial para su pueblo, el Espíritu inspiraba a alguien para que transmitiera la palabra de Dios. Cuando terminaba el mensaje, se le retiraba el don espiritual de hablar directamente en nombre de Dios, y entonces las palabras de esa persona eran de nuevo las suyas personales, más bien que las de Dios. Uno de los muchos ejemplos:
"Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías... y... les dijo [al pueblo]: Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová" (2 Cr. 24:20).
Véanse 2 Cr. 15:1,2 y Lc. 4:18,19 para otros ejemplos.
Por consiguiente, debiera ser evidente que recibir el don de usar el Espíritu de Dios para un propósito en particular no era
-una garantía de salvación
-algo que duraba toda la vida de una persona
-una fuerza mística dentro de ellos
-algo que se ganaba por medio de "una experiencia personal" extática.
Se debe hacer notar que en relación con los dones del Espíritu Santo hay mucha confusión. Algunas personas afirman que "han recibido el Espíritu Santo", y en más de una asamblea evangélica el predicador ofrece a aquellos que están considerando "aceptar a Jesús" la perspectiva de "recibir los dones espirituales". Pero se debe reiterar la pregunta: ¿Cuáles dones? Es inconcebible que los hombres no sepan exactamente cuál es el don que poseen. A Sansón se le dio un don espiritual para matar a un león (Jue. 14:5,6); cuando enfrentó al rugiente animal, el debe haber sabido exactamente para qué se le había dado el Espíritu. No debe haber habido ninguna duda en su mente: Esto presenta un severo contraste con aquellos que hoy en día pretenden haber recibido el Espíritu Santo. pero que no pueden realizar ningún acto específico; ni tampoco saben cuál don (o cuáles dones) se supone que tienen.
Sin duda no queda más alternativa que concluir que tales personas han tenido una dramática experiencia emocional en conexión con el cristianismo, y que el subsiguiente y drástico viraje en su actitud hacia la vida les ha dejado una extraña sensación de novedad dentro de sí. Dándose cuenta de esto, se han aferrado a los pasajes bíblicos que se refieren a los dones del Espíritu Santo, llegando a la siguiente conclusión: "¡Esto debe ser lo que estoy experimentando!"
Cuando luchamos contra la falacia de nuestros sentimientos (Jer. 17:9), debemos mantener los pies sobre la sólida roca de los principios bíblicos. En nada es más evidente esta necesidad que en un estudio de cómo obra el Espíritu de Dios. A todos nos gusta pensar que el poder de Dios está actuando en nuestra vida, Pero, ¿cómo y por qué lo está haciendo? ¿Poseemos realmente los dones espirituales como los hombres de los anales bíblicos? Si verdaderamente deseamos conocer a Dios y tener una relación viva con Él, reconoceremos la urgencia de entender estas cosas correctamente.
RAZONES DE LA EXISTENCIA DE LOS DONES EN EL PRIMER SIGLO
Teniendo presente los principios básicos que ya hemos aprendido acerca de los dones del Espíritu, veamos ahora lo que dice el Nuevo Testamento de los dones espirituales que poseían en la iglesia primitiva (es decir, los grupos de creyentes que vivieron en la generación después del tiempo de Jesús).En su último mandato, Cristo pidió a los apóstoles que fueran por todo el mundo a predicar el evangelio (Mr. 16:15,16). Ellos lo hicieron, dando prioridad en su mensaje al tema de la muerte y resurrección de Cristo. Pero recuerde que en aquel tiempo no existía el Nuevo Testamento que nosotros conocemos. Cuando en mercados y sinagogas predicaban acerca de este hombre, Jesús de Nazaret, su historia debió haber parecido fantástica: un carpintero de Israel que fue perfecto, murió y luego resucitó en exacto cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento, y que ahora les pedía que se bautizaran y siguieran su ejemplo.
En aquellos días había también otros hombres tratando de atraer adherentes a su culto, Tenía que haber alguna forma de probar al mundo que el mensaje que predicaban los cristianos procedía de Dios mismo, y no de la filosofía de un grupo de pescadores del norte de Israel.
En nuestro tiempo nosotros recurrimos a lo que dice el Nuevo Testamento de la obra y doctrina de Jesús a fin de probar que nuestro mensaje procede de Dios; pero en aquellos días, antes de que fuese escrito y puesto al alcance de todos, Dios permitía que los predicadores usaran Su Espíritu Santo para reforzar la verdad de lo que decían. Esta era la razón específica del uso de los dones a la vista del mundo; la ausencia del Nuevo Testamento escrito habría hecho también que fuese difícil que los nuevos grupos de creyentes desarrollaran su fe. Los numerosos problemas prácticos que surgían entre ellos no habrían tenido una solución precisa; habrían tenido poca guía para desarrollar su fe en Cristo. Así que por estas razones se dieron los dones del Espíritu Santo para guía de los primeros creyentes, mediante mensajes inspirados, hasta que el registro del Nuevo Testamento de estos mensajes y la enseñanza de Jesús fuese escrito y distribuido.
Como siempre, las razones de la concesión del Espíritu Santo se dieron con toda claridad:
-"Subiendo [Jesús] a lo alto [el cielo]... dio dones [espirituales] a los hombres... a fin de perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo [es decir, los creyentes]" (Ef. 4:8,12).
-Así Pablo escribió a los creyentes de Roma: "Deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados" (Ro. 1:11).
En relación con el uso de los dones para confirmar la predicación del evangelio, leemos:
-"Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre", por medio de la realización de milagros (1 Ts. 1:5; compárese con 1 Co. 1:5,6).
-Pablo podía hablar de "lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras [milagrosas], con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios" (Ro. 15:18,19).
-En relación con los predicadores del evangelio, leemos: "Testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo" (He. 2:4).
-Una campaña de predicación del evangelio en Chipre estuvo acompañada de milagros, de modo que "el procónsul [gobernador], viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina" (Hch. 13:12).
De esta manera, los milagros hicieron que realmente fueran respetadas las doctrinas que se estaban enseñando. También en Iconio "el Señor... daba testimonio a la palabra de su gracia , concediendo que se hiciesen... señales y prodigios" (Hch. 14:3).
Todo esto se resume en el comentario sobre la obediencia de los apóstoles al mandato de predicar: "Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían" (Mr. 16:20).
COSAS ESPECÍFICAS EN OCASIONES ESPECÍFICAS
Por lo tanto, estos dones del Espíritu se dieron a fin de realizar cosas específicas en ocasiones específicas. Esto muestra el error de afirmar que la posesión milagrosa del don es una experiencia permanente durante toda la vida de una persona. Los apóstoles, incluyendo a Pedro, fueron "llenos del Espíritu Santo" en la festividad de Pentecostés, poco después de la ascensión de Jesús (Hch. 2:4). Por lo tanto, ellos pudieron hablar en lenguas extranjeras a fin de dar principio al evangelio cristiano de manera espectacular. Cuando las autoridades trataron de restringirlos, "Pedro, lleno del Espíritu Santo", pudo responderles de manera convincente (Hch. 4:8). Cuando fueron liberados de la prisión, los dones los capacitaron para seguir predicando. "Fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios" (Hch. 4:31).
El lector alerta notará que no dice que ellos, "estando ya llenos del Espíritu", hicieron estas cosas. Fueron llenos del Espíritu para realizar ciertas cosas, pero tuvieron que volver a recibirlo a fin de lograr el siguiente objetivo en el plan de Dios. Asimismo, Pablo fue "lleno del Espíritu Santo" al tiempo de su bautismo, pero años después fue nuevamente "lleno del Espíritu Santo" a fin de castigar con ceguera a un hombre malvado (Hch. 9:17; 13:9).
Al hablar de los dones milagrosos, Pablo escribió que los poseían los primeros creyentes "conforme a la medida del don de Cristo" (Ef. 4:7). La palabra griega para "medida" significa una porción o grado limitado" (Concordancia de Strong). Sólo Jesús tenía los dones sin medida, es decir, con total libertad para que los usara como él deseara (Jn. 3:34).
Ahora definiremos aquellos dones espirituales a los cuales parece que se les menciona con mayor frecuencia entre los que se poseían en el primer siglo.
LOS DONES ESPIRITUALES EN EL PRIMER SIGLO: PROFECÍA
La palabra griega para ‘profeta’ significa alguien que predice la palabra de Dios, es decir, cualquier persona inspirada para hablar las palabras de Dios, que a veces incluía predecir acontecimientos futuros (véase 2 P. 1:19-21). De modo que unos "profetas" –aquellos que tenían el don de profecía– vinieron "de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos" (Hch. 11:27-29). Esta clase de profecía, sumamente específica, que tuvo un claro cumplimiento al cabo de algunos años. no se encuentra en absoluto entre aquellos que ahora pretenden que poseen el don de profecía; en verdad, tan seguros estaban los hermanos de la iglesia primitiva de que ellos realmente poseían este don, que dieron su tiempo y dinero para aliviar la penuria que se había profetizado. Pocos ejemplos de esta clase de situación se pueden encontrar en las iglesias que supuestamente están "llenas del Espíritu". En realidad, si se posee el don de profecía debemos poder escribir la palabras ‘profetizada’ y tratarlas con el mismo respeto que tenemos por la Biblia.
SANIDADES
En vista de que los apóstoles predicaban las buenas nuevas (el evangelio) del venidero reino divino de perfección en la tierra, fue adecuado que confirmaran su mensaje realizando milagros que dieran un sabor anticipado de cómo sería ese tiempo cuando "los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará..." (Is. 35:5,6). Para más información sobre las condiciones que habrá en el reino de Dios, véase el Estudio 5. Cuando se establezca el reino de Dios en la tierra, promesas como estas no se cumplirán en medida parcial, ni habrá ambigüedad con respecto a si el reino está aquí o no. Por lo tanto, la milagrosa confirmación de Dios del mensaje de ese reino fue de una forma concluyente y definitiva, que no se podía contradecir; por esta razón, muchas de las sanidades milagrosas que realizaron los primeros creyentes fueron a la vista del público en general.
Un ejemplo clásico se halla en la sanidad que Pedro hizo al mendigo cojo que ponían cada mañana a la puerta del templo. En Hechos 3:2 se menciona que lo ponían allí diariamente; de modo que su presencia debe haber sido una escena conocida. Después de que Pedro lo sanó mediante el uso del don espiritual, "saltando, se puso de pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando... Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico" (Hch. 3:7-11).
Entonces Pedro inmediatamente dio principio a un discurso al aire libre acerca de la resurrección de Cristo. Teniendo ante ellos la evidencia indiscutible e irrefutable en aquel mendigo sanado, podemos estar seguros de que deben haber recibido las palabras de Pedro como procedentes de Dios. La puerta del templo, "a la hora novena, la de la oración" (Hch. 3:1), debe haber estado atestada de gente, como una moderna galería comercial en un sábado por la mañana. Fue en un lugar como este que escogió Dios para confirmar la predicación de su palabra mediante un milagro tan notorio. Asimismo, en Hechos 5:12 leemos que "por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo". Las pretensiones habituales que hacen los sanadores ‘pentecostales’ y otros similares, giran en torno a cosas que han ocurrido al interior de sus iglesias más bien que en las calles, y ante la audiencia de ‘creyentes’ incitados para que esperen que ocurra un ‘milagro’, más bien que en presencia del público insensible de la calle.
De paso sea dicho que el presente escritor ha tenido considerable experiencia en la discusión de estos asuntos con personas que pretenden tener la posesión del Espíritu, y que también ha sido testigo de muchas afirmaciones de posesión del Espíritu. No obstante, ‘mi testimonio personal’ de haber visto tantas ‘sanidades’ poco convincentes y, a lo más curas parciales, no requiere de un detalle específico; cualquier miembro honesto de estas iglesias admitirá que ocurren muchos casos como estos. En muchas ocasiones les he planteado a mis bien intencionados amigos pentecostales: ‘No soy reacio a creer que Uds. puedan tener estos grandes poderes. Pero Dios siempre ha mostrado claramente quién tiene su poder y quien no lo tiene; así que no es irrazonable que yo les pida que demuestren ese hecho, y entonces yo podría sentirme más inclinado a aceptar su posición doctrinal, que por ahora no puedo reconciliar con la Escritura’. Nunca se me ha dado una clara ‘demostración del Espíritu y del poder’.
En contraste con mi actitud, los judíos ortodoxos del primer siglo habían cerrado su mente a la posibilidad de que los cristianos poseyeran los milagrosos dones espirituales de Dios. No obstante, incluso ellos tuvieron que admitir: "Este hombre hace muchas señales" (Jn. 11:47) y: "Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha... notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar" (Hch. 4:16). Asimismo, aquellos que oyeron a los apóstoles hablar en lenguas estaban "confusos" (Hch. 2:6). Las multitudes que vieron los milagros de Cristo comentaron: "Nunca hemos visto tal cosa" (Mr. 2:12), como si ellos hubieran visto muchos falsos milagros como los que la ‘iglesia’ pretende actualmente, pero los del Señor Jesús fueron de una categoría evidente y diferente. En nuestros días no ocurre la misma respuesta reverente del público general ante el parloteo pentecostal. El hecho de que la gente con mejor disposición hacia los modernos ‘pentecostales’ puedan razonablemente negar que realmente realicen milagros, es sin duda un punto significativo en este debate. Si sólo un milagro se hizo famoso en todo Jerusalén, ¿no es razonable sugerir que si se efectuara un verdadero milagro en la Plaza Trafalgar de Londres, o en el Parque Nyaharuro de Nairobi, habría un reconocimiento a nivel mundial de que hoy en día se poseen los milagrosos dones espirituales de Dios? En cambio, los pentecostales esperan que el mundo acepte las siguientes ‘evidencias’ como razones de su fe en esto:
-Sanado (con el tiempo) de úlceras estomacales; se supone que el proceso de curación empezó después de una reunión de oración.
-Extremidades deformes volviéndose normales.
-La vista o la audición mejoran, aunque con frecuencia vuelven a su estado anterior.
-La depresión se quita.
A estos ejemplos se debe añadir el hecho de que las ambulancias llevaron pacientes del hospital a las cruzadas de sanidades de T. O. Osborn en Nairobi, Kenya; los conductores, enfrentados al dilema ético de quedarse o regresar, se quedaron, y de todos modos, los enfermos no recibieron curación alguna.
No obstante, muchos carteles de publicidad llevan un desafío como éste para asistir a tales reuniones: "¡Vengan esperando un milagro!" De este modo se prepara sicológicamente el escenario para todo género de autosugestión y cosas semejantes. En ningún pasaje del Nuevo Testamento hay la más leve insinuación de que antes de efectuar un milagro se necesitaba semejante ablandamiento sicológico masivo.
Es evidente que algunos de los que fueron sanados en el primer siglo, no tenían fe, y uno de ellos ni siquiera sabía quién era Jesús (Jn. 5:13; 9:36).
Un bombardeo sicológico similar se logra por medio de manipular la mente con oraciones repetitivas, el ritmo de tambores y música estimulante. No puede haber duda de que cualquier percepción racional de Dios, y de todo lo demás, se desvanece con todo esto. El escritor recuerda haber asistido a varias de estas reuniones en diversos lugares, y en cada ocasión experimentó un fuerte dolor de cabeza al tratar de mantener una percepción bíblica racional y equilibrada ante la tentación de dejarse llevar por el ritmo de los tambores y las manos. Que todo esto parece ser el preludio necesario para un ‘milagro’ pentecostal, es prueba suficiente de que las ‘sanidades’ son el resultado del acondicionamiento emocional y sicológico, más bien que la acción del Espíritu de Dios. En contraste, Pedro pudo usar el verdadero don de milagros para sanar a la gente que ponían en las calles (Hch. 5:15). El uso que hizo Pablo de los dones milagrosos fue presenciado por un incrédulo ministro de gobierno (Hch. 13:12), así como por muchos de los paganos que vivían en la ciudad de Listra (Hch. 14:8-13). Como lo requería el propósito y la naturaleza mismos de los dones espirituales, estas cosas se hacían públicamente, y de ninguna manera se podían soslayar con alguna explicación que no fuera la de admitir que aquí estaba el poder de Dios que sus siervos exhibían delante de todos.El efecto de uno de los milagros sanativos de Cristo fue similar: "Todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa" (Mr. 2:12).
LENGUAS
Los apóstoles, siendo algunos de ellos toscos pescadores, recibieron la gran comisión de ir a todo el mundo, predicando el evangelio (Mr. 16:15,16). Quizá su primera reacción fue: "¡Pero yo no conozco otros idiomas!" Para ellos ni siquiera era un asunto de: "Yo no era bueno para los idiomas en la escuela", puesto que no tenían instrucción escolar. De todos ellos se dijo que "eran hombres sin letras y del vulgo" (Hch. 4:13) en relación con ese tipo de cosas. Hasta para los predicadores más educados (por ejemplo, Pablo), la barrera del idioma era aún formidable. Cuando se hicieron nuevos conversos, al no poder entenderse entre ellos debido a la diferencia de idiomas, se presentó un gran problema para la mutua confianza que necesitaban tener para su edificación (ya que no tenían el Nuevo Testamento escrito).Para superar esto, se concedió el don de hablar en idiomas (‘lenguas’) extranjeros y poder entenderlos. La nota al margen en algunas versiones vierte ‘lenguas’ como ‘idiomas’. Obviamente hay una total oposición entre este concepto de ‘lenguas’ y el de muchos cristianos ‘renacidos’, que describen como "lenguas" sus extáticas expresiones de sonidos ininteligibles. Esta confusión se aclara al mostrar que la definición bíblica de "lenguas" es "idiomas extranjeros".
En la festividad judía de Pentecostés, poco después de la ascensión de Cristo al cielo, los apóstoles fueron "llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas... se juntó la multitud [de nuevo una presentación pública de los dones]; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua [la misma palabra griega que se ha vertido como ‘idiomas’] en la que hemos nacido? Partos, medos,... les oímos hablar en nuestra lenguas... Y estaban todos atónitos" (Hch. 2:4-12). Es improbable que el doble énfasis en el asombro de la gente y en su admiración hubiese sido necesario si sólo hubiesen oído la farfulla incoherente que expresan aquellos que pretenden tener el don hoy en día; eso da origen a leve sarcasmo o indiferencia, más bien que al asombro y convicción que se produce al entender las palabras que se dicen, lo cual se experimentó en Hechos 2.Aparte del evidente paralelo entre "lenguas" e "idiomas" que se muestra en Hechos 2:4-11, en otras partes del Nuevo Testamento se usa el término "lenguas" inequívocamente con el significado de "idiomas"; la frase "pueblos, naciones, lenguas" se usa cinco veces en Apocalipsis para referirse a toda la gente del planeta tierra (Ap. 7:9; 10:11; 11:9; 13:7; 17:15). La palabra griega para "lenguas" se usa en la versión griega del Antiguo Testamento (llamada la "Septuaginta") en el sentido de idiomas (véase Gn. 10:5; Dt. 28:49; Daniel 1:4).En 1 Corintios 14 se halla una lista de mandatos referentes al uso del don de lenguas; el versículo 21 cita a Isaías 28:11 referente a cómo se usaría este don para dar testimonio contra los judíos: "En la ley está escrito: En otra lengua y con otros labios hablaré a este pueblo..." Isaías 28:11 se refiere fundamentalmente a los invasores de Israel, que hablarían a los judíos en idiomas ("lenguas") que no han conocido. El paralelo entre "lenguas" y "labios" indica que las "lenguas" eran idiomas extranjeros. Hay muchas otras indicaciones en 1 Corintios 14 de que el término "lenguas" se refiere a idiomas extranjeros. Este capítulo es la crítica inspirada de Pablo a los abusos de los dones que se estaban cometiendo en la iglesia primitiva, y como tal entrega mucha información acerca de la naturaleza de los dones de lenguas y de profecía. Ahora haremos un breve comentario sobre este asunto.
El versículo 37 es un pasaje clave:
"Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor".
Si alguno afirma que está dotado espiritualmente, entonces debe aceptar que los mandatos precedentes acerca del uso de los dones son inspirados de Dios. Por lo tanto, cualquiera que hoy en día desobedezca tales mandatos, está admitiendo claramente que juzga conveniente menospreciar las palabras inspiradas de Dios.
Versículos 11-17:
"Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí.
Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia.-Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla.
Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto.
¿Qué, pues? Oraré con el Espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el Espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.
Porque si bendices sólo con el Espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho.
Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado".
Por lo tanto, no tiene sentido hablar en un idioma que no entienden aquellos que están presentes en la reunión. El uso de farfulla incoherente queda descartado, pues, ¿cómo se puede decir un verdadero "Amén" al final de una "oración" compuesta de jerga ininteligible que no se puede entender? Recuerde que "Amén" significa "que así sea", es decir, ‘concuerdo totalmente con lo que se ha dicho en esta oración’. Hablar en un idioma que sus hermanos no entienden, no los edifica, dijo Pablo.
Recuerdo que mientras me hallaba distribuyendo folletos al exterior de una cruzada de Billy Graham, pedía a la gente que regresara a un punto de vista más bíblico del cristianismo. Una mujer descontrolada trató de persuadirme de que mi doctrina cristadelfiana era "diabólica", mientras farfullaba en "lenguas" por diez minutos. De ninguna manera eso me "edificó"; sin duda esto es exactamente lo que Pablo recomienda no hacer.
Versículo 18:
"Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros".
Debido a sus extensos viajes en la predicación de Cristo, Pablo necesitaba más que nadie el don de idiomas ("lenguas").
Versículo 19:
"Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida".
Esto es bastante claro. Una breve frase en castellano acerca de Cristo me hará más bien que escuchar horas de predicación en un idioma extranjero o en farfulla incoherente.
Versículo 22:
"Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes".
Por lo tanto, el uso de lenguas se había de emplear principalmente para predicar el evangelio a extranjeros. Pero hoy en día la mayoría de las afirmaciones de posesión de ‘lenguas’ ocurre entre grupos de ‘creyentes’ o (aparentemente) en su experiencia personal e individual, mientras se hallan solos. Hay una ausencia crónica de ejemplos de que tales personas puedan hablar milagrosamente en idiomas extranjeros a fin de predicar el evangelio. A comienzos de la década de los años 90, se abrió la puerta de la oportunidad para predicar a Cristo en Europa Oriental, pero las (supuestas) iglesias ‘evangélicas’ tenían que distribuir su literatura en inglés debido a las barreras del idioma. Si realmente poseyeran el don de lenguas, ¿no deberían haberlo usado allí? Y Reinhardt Seiber, el gran evangelista de masas, aunque afirma disfrutar de una posesión fenomenal del Espíritu, no obstante tuvo que hablar a las multitudes en Kampala, Uganda, por medio de un traductor.
Versículo 23:
"Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?"
Esto es exactamente lo que ha ocurrido. Musulmanes y paganos por igual se han mofado del curioso comportamiento en toda África Occidental de aquellos que afirman tener el don de lenguas. Incluso un cristiano ecuánime que se asomara al interior de una reunión pentecostal se vería tentado a pensar que los miembros están locos.
Versículo 27:
"Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete".
Sólo dos o tres personas podían hablar en lenguas durante un servicio. Es improbable que entre el público asistente se hablara más de tres idiomas diferentes. Un servicio pronto perdería toda coherencia si se tuviese que traducir más de dos veces cada frase del orador. Si se manifestara el don de lenguas en una reunión en Hispanoamérica, compuesta por gente de habla hispana, con la presencia de algunos turistas franceses y alemanes, los oradores empezarían así:
Pastor: Buenas noches.
Intérprete para la primera lengua: Bonsoir (francés).
Intérprete para la segunda lengua: Guten Abend (alemán).
Pero, naturalmente, deben "hablar por turno", uno después del otro. Si hablaran todos simultáneamente, se produciría confusión; no obstante, debido a la naturaleza fundamentalmente emocional del "hablar en lenguas" en la actualidad, este fenómeno ocurre cuando muchas personas hablan al mismo tiempo. He observado que cuando empieza alguien, inmediatamente otros se sienten impulsados a hacer lo mismo. Parecería que la iglesia en Corinto tenía algunos que estaban haciendo lo mismo que en la actualidad hacen los pentecostales: se inducían a sí mismos a un comportamiento extático. Y Pablo está criticando esto completamente.
A menudo se debe haber usado el don de lenguas conjuntamente con el de profecía, de modo que se pudiera expresar un mensaje inspirado de Dios (por el don de profecía) en un idioma desconocido para el orador (por el don de lenguas). Un ejemplo de semejante uso de los dos dones se puede hallar en Hechos 19:6. Sin embargo, si en una reunión en Hispanoamérica, compuesta por gente de habla hispana y muchos visitantes franceses, el orador hablase en francés, la gente hispana presente no sería edificada. Por lo tanto tendría que manifestarse el don de interpretar lenguas (o idiomas) para que todos pudieran entender, como en nuestro ejemplo, la traducción del francés al castellano. Asimismo, si uno de los asistentes franceses hiciera una pregunta, el orador no podría entenderla sin ayuda, aun cuando tuviese el don de hablar en francés sin conocerlo personalmente. En consecuencia, para llevar a cabo esto, necesitaría contar con la ayuda del don de interpretación.
Sin la presencia de alguien con el don de interpretación cuando fuera necesario, no había de usarse el don de lenguas: "... uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia" (1 Co. 14:27,28). El hecho de que muchos que aseveran poseer el don de ‘lenguas’ en la actualidad, hablen en un ‘idioma’ que nadie puede entender, y sin un intérprete, es sin duda un caso de simple desobediencia a estos mandatos.
Versículos 32,33:
"Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos".
Por lo tanto, la posesión de los dones del Espíritu Santo no puede estar vinculada a una experiencia que saque a una persona de la zona de conciencia normal; el espíritu está sujeto al control del que lo usa, más bien que una fuerza que se apodere de él al extremo de hacerlo actual sin voluntad. A menudo se asevera equivocadamente que los demonios o "espíritus malignos" poseen a los que "no son salvos" (véase el Estudio 6.3), pero que el Espíritu Santo llena a los creyentes. No obstante, el poder espiritual que se menciona en 1 Corintios 14:32 estaba sujeto al control del poseedor para fines específicos; no era una fuerza animadora del bien en contraste con la fuerza del mal que se halla en la naturaleza humana. Además, hemos mostrado anteriormente que los apóstoles recibieron estos poderes del Espíritu Santo sólo en ciertas ocasiones para realizar cosas específicas, y no que los hayan poseído en forma permanente.
La petición de que los poseedores de los dones los usen de una manera acorde con el amor por la paz y el odio al desorden que tiene Dios (versículo 33), parece que cae en oídos sordos, en las iglesias ‘pentecostales’ del presente.
Versículo 34:
"Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice".
En este contexto del uso de los dones espirituales, se sostiene innegablemente que una mujer no los debe usar durante un servicio de la iglesia. Un considerable desdén por estas instrucciones se ha de entender si el actual fenómeno de hablar en ‘farfulla incoherente’ se explica en términos de agitación emocional, que pasa de una persona a otra en una reunión. Mujeres, niños y, en verdad, cualquiera de los presentes que tenga la mente dispuesta, pueden resultar afectados por semejantes estímulos y de esta forma producir jergas extáticas que se hacen pasar por ‘lenguas’.
La prominencia de mujeres en pretendidos dones de ‘hablar en lenguas’ y de ‘profecía’ en las iglesias modernas simplemente no se puede reconciliar con el claro mandato de este versículo. El ridículo y desesperado argumento de que Pablo no simpatizaba con las mujeres queda invalidado en uno de los versículos posteriores. "Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor" (1 Co. 14:37), no opiniones personales de Pablo.
Cualquier creyente en la Biblia inspirada debe aceptar que estos mandatos de 1 Corintios 14 se deben tomar con toda seriedad; menospreciarlos públicamente sólo puede indicar una falta de creencia en la plena inspiración de la Escritura, o la admisión de que uno no está dotado espiritualmente, ya que alguien que carece de los dones negará que los mandatos de 1 Corintios 14 son mandatos del Señor para nosotros. La lógica de este argumento es elocuente, en verdad, devastadora. A la luz de esto, ¿cómo puede usted seguir siendo miembro de semejante iglesia, o estar dispuesto a unirse en comunión a ellos?Como nota marginal de esta sección, es altamente significativo que se haya demostrado científicamente que aquellas sectas que aseveran hablar en lenguas tienen mayores niveles de depresión en comparación con gente de otras tendencias. Keith Meador, profesor de siquiatría en la Universidad de Vanderbilt, U.S.A., realizó un estudio especializado analizando la relación entre la depresión y la formación religiosa. Descubrió que "la tasa de depresión seria entre cristianos pentecostales era del 5.4% en comparación con el 1.7% del grupo total del estudio". Los resultados de su trabajo están consignados en la revista "Hospital and Community Psychiatry" de diciembre de 1992.
Un artículo interesante, que llega a la misma conclusión, apareció en el International Herald Tribune, del 11 de febrero de 1993; el título habla por sí mismo: "Los pentecostales encabezan los listados en relación con la melancolía". ¿Qué significa esto? Sin duda tiene que ver con el hecho de que la ‘experiencia’ de posesión espiritual que pretenden los pentecostales (y otros), no es más que una penosa autosugestión sicológica.
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