lunes, 26 de julio de 2010

CONFESION DE FE DE WESTMINSTER

CAPITULO 18: DE LA SEGURIDAD DE LA GRACIA Y DE LA SALVACIÓN


I. Aunque los hipócritas y otros hombres no regenerados pueden vanamente engañarse a sí mismos con esperanzas falsas y presunciones carnales de estar en el favor de Dios y en estado de salvación; (1) cuya esperanza perecerá; (2) sin embargo, los que creen verdaderamente en el Señor Jesús y le aman con sinceridad, esforzándose por andar con toda buena conciencia delante de él, pueden en esta vida, estar absolutamente seguros de que están en el estado de gracia, (3) y pueden regocijarse en la esperanza de la gloria de Dios; y tal esperanza nunca les hará avergonzarse.(4)

1. Job 8:13,14; Miqueas 3:11; Deuteronomio 29:19; Juan 8:41.

2. Mateo 7:22,23.

3. 1 Juan 2:3; 5:13 y 3:14,18,19,21,24.

4. Romanos 5:2,5.

II. Esta seguridad no es una mera persuasión presuntuosa y probable, fundada en una esperanza falible; (1) sino que es una seguridad infalible de fe basada en la verdad divina de las promesas de salvación, (2) en la demostración interna de aquellas gracias a las cuales se refieren las promesas, (3) en el testimonio del Espíritu de adopción testificando a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; (4) este Espíritu es la garantía de nuestra herencia, y por EL cual somos sellados hasta el día de la redención.(5)

1. Hebreos 6:11,19.

2. Hebreos 6:17,18.

3. 2 Pedro 1:4,5,10.11; 1 Juan 2:3; 3:14; 2 Corintios 1:12.

4. Romanos 8:15,16.

5. Efesios 1:13,14; Efesios 4:30; 2 Corintios 1:21,22.

III. Esta seguridad infalible no corresponde completamente a la esencia de la fe, sino que un verdadero creyente puede esperar mucho tiempo y luchar con muchas dificultades antes de ser participante de tal seguridad; (1) sin embargo, siendo capacitado el creyente por el Espíritu Santo para conocer las cosas que le son dadas gratuitamente por Dios, puede alcanzarlas sin una revelación extraordinaria por el uso correcto de los medios ordinarios; (2) y por eso es el deber de cada uno ser diligente para asegurar su llamamiento y elección; (3) para que su corazón se ensanche en la paz y en el gozo del Espíritu Santo, en amor y gratitud a Dios, y en la fuerza y alegría de los deberes de la obediencia, que son los frutos propios de esta seguridad: (4) así de lejos está esta enseñanza de inducir a los hombres a la negligencia. (5)

1. Isaías 50:10; 1 Juan 5:13; Marcos 9:24; Salmos 88 y 77:1-12.

2. 1 Corintios 2:12; 1 Juan 4:13; Hebreos 6:11,12; Efesios 3:17,19.

3. 2 Pedro 1:10.

4. Romanos 5:1,2,5; 14:17; 15:13; Salmos 119:32 y 4:6,7; Efesios 1:3,4.

5. 1 Juan 2:1,2; Romanos 6:1,2; Tito 2:11,12,14; 2 Corintios 7:1; Romanos 8:1,12; 1 Juan 3:2,3; Salmos 130:4; 1 Juan 1:6,7.

IV. La seguridad de la salvación de los verdaderos creyentes puede ser, en diversas maneras, zarandeada, disminuida o interrumpida; por la negligencia en preservarla; por caer en algún pecado especial, que hiera la conciencia y contriste el Espíritu; por alguna tentación repentina o vehemente; por retirarlos Dios la luz de su rostro y permitiendo, aun a los que le temen, (1) que caminen en tinieblas, y que no tengan luz; sin embargo, nunca quedan totalmente destituidos de aquella simiente de Dios, y de la vida de fe, de aquel amor de Cristo y de los hermanos, de aquella sinceridad de corazón y conciencia del deber. De todo lo cual, por la operación del Espíritu, esta seguridad puede ser revivida en su debido tiempo; (2) y por todo lo cual, mientras tanto, los verdaderos creyentes son sostenidos para que no caigan en la desesperación total. (3)

1. Cantares 5:2,3,6; Salmos 51:8,12,14; Efesios 4:30,31; Salmos 77:1-10; Mateo 26:69-72; Salmos 31:22 y 8;

Isaías 50:10.

2. 1 Juan 3:9; Job 13:15; Lucas 22:32; Salmos 73:15 y 51:8,12; Isaías 50:10.

3. Miqueas 7:7-9, Jeremías 32:40; Isaías 54:7-10; Salmos 22:1; y Salmo 88.


CAPITULO 19: DE LA LEY DE DIOS

I. Dios dio a Adán una ley como un pacto de obras, por la que lo obligó a toda su posteridad a una obediencia personal, completa, exacta y perpetua; le prometió la vida por el cumplimiento de ella, y le amenazó con la muerte si la infringía; y le dio también el poder y la capacidad para guardarla. (1)

1. Génesis 1:26,27; 2:17; Romanos 2:14,15; 10:5; 5:12,19.

Véase Gálatas 3:10,12; Eclesiastés 7:29; Job 28:28.

II. Esta ley, después de la caída de Adán, continuaba siendo una regla perfecta de rectitud; y como tal fue dada por Dios en el Monte Sinaí en diez mandamientos y escrita en dos tablas; (1) los cuatro primeros mandamientos contienen nuestros deberes para con Dios, y los otros seis, nuestros deberes para con los hombres. (2)

1. Santiago 1:25; 2:8; 10-12; Romanos 13:8,9; Deuteronomio 5:32 y 10:4; Éxodo 34:1.

2. Mateo 22:37-40.

III. Además de esta ley, comúnmente llamada ley moral, agradó a Dios dar al pueblo de Israel, como una iglesia menor, leyes ceremoniales que contenían varias ordenanzas típicas; en parte de adoración prefigurando a Cristo, sus gracias, acciones, sufrimientos y beneficios, (1) y en parte expresando diversas instrucciones sobre los deberes morales. (2) Todas aquellas leyes ceremoniales están abrogadas ahora bajo el Nuevo Testamento. (3)

1. Hebreos 10:1; Gálatas 4:1-3; Colosenses 2:17; Hebreos 9.

2. 1 Corintios 5:7; 2 Corintios 6:17; Judas 23.

3. Colosenses 2:14,16,17; Efesios 2:15,16; Daniel 9:27.

IV. A los israelitas como a un cuerpo político también les dio algunas leyes judiciales, que expiraron juntamente con el estado político de aquel pueblo, por lo que ahora no obligan a los otros pueblos, sino en lo que la justicia general de ellas lo requiera. (1)

1. Éxodo 21 y 22:1-29; Génesis 49:10; comparado con 1 Pedro 2:13,14; Mateo 5:17 con 38,39; 1 Corintios 9:8-10.

V. La ley moral obliga por siempre a todos, tanto a los justificados, como a los que no lo están, a la obediencia de ella; (1) y esto no sólo en consideración a la naturaleza de ella sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador, quien la dio. (2) Cristo, en el evangelio, en ninguna manera abroga esta ley, sino que refuerza nuestra obligación de cumplirla. (3)

1. Romanos 13:8-10; Efesios 6:2; 1 Juan 2:3,4,7,8.

2. Santiago 2:10,11.

3. Mateo 5:17,19; Santiago 2:8; Romanos 3:31.

VI. Aunque los verdaderos creyentes no están bajo la ley como un pacto de obras para ser justificados o

condenados; (1) sin embargo, es de gran utilidad tanto para ellos como para otros; ya que como una regla de vida les informa de la voluntad de Dios y de sus deberes, les dirige y obliga a andar en conformidad con ella; (2) les descubre también la pecaminosa contaminación de su naturaleza, corazón y ida; (3) de tal manera, que cuando ellos se examinan delante de ella, puedan llegar a una convicción más profunda de su pecado, a sentir humillación por él y un odio contra él; (4) junto con una visión más clara de la necesidad que tienen de Cristo, y de la perfección de su obediencia. (5) También la ley moral es útil para los regenerados para restringir su corrupción, puesto que prohíbe el pecado; (6) y las amenazas de ella sirven para mostrar lo que merecen aún sus pecados, y qué aflicciones puedan esperar por ellos en esta vida; aún cuando estén libres de la maldición con que amenaza la ley. (7) Las promesas de ella, de un modo semejante, manifiestan a los regenerados que Dios aprueba la obediencia y cuáles son las bendiciones que deben esperar por el cumplimiento de la misma; (8) aunque no se deba a ellos por la ley como un pacto de obras; (9) así que, si un hombre hace lo bueno y deja de hacer lo malo porque la ley le manda aquello y le prohíbe esto, no es evidencia de que esté bajo la ley, sino bajo la gracia. (10)

1. Romanos 6:14 y 8:1; Gálatas 2:16; 3:13; 4:4,5; Hechos 13:39.

2. Romanos 7:12,22,25; Salmos 119:4-6; 1 Corintios 7:19; Gálatas 5:14,16; 18:23.

3. Romanos 7:7 y 3:20.

4. Romanos 7:9,14,24; Santiago 1:23-25.

5. Gálatas 3:24; Romanos 8:3,4 y 7:24.

6. Santiago 2:11; Salmos 119:101,104,128.

7. Esdras 9:13,14; Salmos 89:30-34.

8. Salmos 37:11 y 19:11; Levítico 26:1-14; con 2 Corintios 6:16; Efesios 6:2,3; Mateo 5:5.

9. Gálatas 2:16; Lucas 17:10.

10. Romanos 6:12,14; Hebreos 12:28,29; 1 Pedro 3:8-12; Salmos 34:12-16.

VII. Los usos de la ley ya mencionados, no son contrarios a la gracia del Evangelio, sino que concuerdan armoniosamente con él; (1) el Espíritu de Cristo subyuga y capacita la voluntad del hombre para que haga alegre y voluntariamente lo que requiere la voluntad de Dios, revelada en la ley. (2)

1. Gálatas 3:21.

2. Ezequiel 36:27; Hebreos 8:10; Jeremías 31:33.

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