Avergonzado por mi pecado
Joe Dallas
“Me retracto por lo que dije, y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento.” Job 42:6
En
enero de 1984 tuve una crisis de la verdad. Era un cristiano que había
recaído en conductas sexuales destructivas, y el conflicto entre mis
deseos sexuales y espirituales alcanzó su punto más alto. Ese fue el
comienzo de mi recuperación y por extraño que parezca, el momento más
oscuro de mi vida.
Tenía
que deshacerme de toda la pornografía que poseía, por supuesto. Hice
que cortaran mi servicio de cable. Cancelé mis suscripciones de canales
eróticos y busqué un lugar para vivir en otra ciudad.
Sólo
entonces me di cuenta que había arruinado todo lo bueno que me habían
dado. Al caer en mis pecados, abandoné un ministerio fructífero, una
familia amorosa, un gran potencial y todo perdido de una manera
vergonzosa. Y cuanto más pensaba en eso, más me hundía en un abismo de
disgusto conmigo mismo. Al pasar los días empecé a dormir, y luego me
despertaba horrorizado de mí mismo, recordando lo que había hecho, cada
vez veía las cosas desde una perspectiva terrible. Lloré revolcándome en
la cama con un ataque de llanto y gemidos.
Como
parte de mi ‘penitencia’, llamé a todos mis viejos amigos para
disculparme y decirles que estaba arrepentido. Sólo pude encontrar a
unos pocos, pero uno de ellos permanentemente interrumpió el ciclo de
“me odio a mí mismo” en el cual me había metido.
Cuando
lo tuve al teléfono y le conté lo que estaba pasando conmigo, rompí una
pared y comencé a desbordar la culpa, el estado miserable en que me
encontraba y el temor de que ya no había futuro para mí.
Bueno Joe, me dijo, si golpeándote la cabeza contra la pared vas a edificar el Cuerpo de Cristo, por favor, síguelo haciendo.
Pero
si no, ¿crees que toda esta energía que estás poniendo en la
autocompasión podría usarse en hacer algo útil con lo que te queda de
vida?
Eso
me calló completamente. Él continuó diciendo, “y quién sabe si algún
día, después de pasar por todo esto, es probable que hayas aprendido
algo digno de compartir con otros.”
Me
había estado ahogando en la vergüenza, tratando de superarme a mí
mismo, pero sin lograr nada que valiera la pena en el proceso. Decidí
esa noche encontrar algo y hacer algo más útil con mi dolor. Y por
extraño que parezca, ese dolor me dirigió a pedir ayuda en consejería, y
luego a un deseo de convertirme en consejero capacitado, y finalmente
en la oportunidad de trabajar con cientos de otros hombres que había
cometido errores muy similares a los míos.
Arrepiéntete
de tus pecados, en todo el sentido de la palabra. Pero no te revuelques
en la vergüenza. Mejor ora poderosamente para considerar cómo Dios
puede convertir sus peores fracasos en oportunidades útiles.
Solamente sorpréndete por el genio escondido detrás de la herida.
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