jueves, 19 de agosto de 2010

EVANGELISMO TEOCENTRICO

CAPÍTULO 7:



DIOS Y LA URGENCIA DEL EVANGELISMO

La heterodoxia VERSUS la urgencia del Evangelismo Cualquier doctrina de un período de prueba después de la muerte, tiende a disminuir la importancia del Evangelismo antes de la muerte. Durante toda la historia del Cristianismo ha habido quienes han argüido que no habiendo salvación fuera de Cristo es injusto de parte de Dios condenar a perdición eterna a los que nunca oyeron de Cristo durante su estancia en la tierra. Se olvidó la verdad de que la entera raza humana, habiendo pecado en Adán, merece el infierno. El castigo de cualquier pecado cometido por el hombre es la muerte eterna. Tampoco se tuvo en consideración la declaración de Jesús "Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Pero el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. (Lucas 12:47-48).

Cristo declara en su palabra que "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Juan 3: 36), que en el día del juicio sentenciará a los injustos al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25: 41-46) y que es aquel un lugar donde el gusano no muere y el fuego nunca se apaga (Marcos 9:44) Esto hace la predicación del Evangelio, a los no salvos, extremadamente urgente. Si se nos objeta que tanto los Testigos de Jehová como los Adventistas del Séptimo Día muestran un excelente celo misionero, la respuesta es que ellos se preocupan más del proselitismo que de la evangelización. Su propaganda tiene por objeto, más que proclamar el Evangelio escritural de salvación, difundir sus peculiares aberraciones del Cristianismo histórico. En la escena teológica de nuestros días, ha aparecido con gran fuerza el resurgimiento de un error que confundió al Cristianismo ya en los días de orígenes y que desapareció cerca de la mitad de la tercera centuria, es la herejía de la salvación universal.

Casi todos los teólogos liberales de ciertas denominaciones la aceptan, y aún el neo-ortodoxo Karl Barth, considerado como el teólogo más influyentes de nuestros días, la enseña; aunque no con perfecta consistencia. Hay finalmente otra herejía, muchos que se llaman cristianos están negando que el Cristianismo sea la única religión verdadera, que Jesucristo sea el único salvador, y que la salvación sea por gracia de Dios, con exclusión de mérito humano. La Ortodoxia y el Evangelismo urgente Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió no lo atrae.." (Juan 6: 44) "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). "Y nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu Santo" (1ª Corintios 12:3).

Precisamente porque el amor de Dios es infinito los que se resisten a aceptarlo merecen el peor infierno. Puesto que el amor de Dios es infinito, es un pecado de infinitas proporciones burlarse de Él. Dios ha manifestado su amor infinito enviando a su Hijo unigénito al mundo a morir por los impíos (Romanos 5:6); y con amor infinito asegura a los pecadores, por todas partes, que Él quiere que todos los hombres sean salvos (1ª Timoteo 2:4) y "que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento" (2ª Pedro 3:9) Por lo tanto, rechazar semejante amor es incurrir en el castigo de eterno destierro de la presencia de Dios. Responder a Él con fe y amor es hallar la Vida Eterna.

Nada puede ser más urgente que hacer esta elección. La vuelta de Cristo y la urgencia del Evangelismo El hecho de que Cristo no volverá hasta que el Evangelio haya sido predicado a todas las naciones, significa un fuerte llamamiento al Evangelismo. Por la predicación del Evangelio, la Iglesia hace una contribución indispensable a la Venida de Cristo, y cuando todas las cosas hayan sido sujetadas al Hijo, Él también se sujetará a aquel que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1ª Corintios 15:28) Por tanto, lo que por encima de todo hace al Evangelismo cristiano en gran manera urgente, es porque contribuye a apresurar el día cuando Dios recibirá toda la gloria debida a su grande y santo nombre.


CAPÍTULO 8



DIOS Y EL MOTIVO DEL EVANGELISMO

En los principios del colonialismo las misiones fueron empleadas algunas veces con el fin de ganar dominio sobre pueblos primitivos, y extraer riquezas de sus recursos naturales. Semejante uso del Evangelio, para fines materiales y mundanos, solamente puede ser juzgado como un insulto, tanto al Evangelio de Cristo como el Cristo del Evangelio ¿Qué declara la Escritura acerca de los motivos del Evangelismo? El amor propio como motivo de Evangelismo El hombre se ama a sí mismo porque lleva la imagen de Dios, quien se ama a sí mismo. Sin embargo, el hombre caído convierte el amor a sí mismo, en amor propio en el sentido de egoísmo. Y el egoísmo, no sólo es pecado, sino que es la raíz de todos los pecados. A los judaizantes de la Iglesia apostólica Pablo los juzgó de la siguiente manera: "Todos los que quieran agradar a la carne os obligan a que os circundéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aún los mismos que se circuncidan guardan la ley, pero quieren que vosotros os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne" (Gálatas 6: 12-13).

Los judaizantes miraban su propio bien y gloria. Nosotros también necesitamos hoy día ponernos en guardia contra los motivos egoístas del Evangelismo. El ministro que quisiera ser misionero de un pueblo atrasado a fin de escapar a la tarea difícil de educar a un auditorio de personas educadas en su patria, es culpable de egoísmo. Igualmente el misionero que se deleita en la aventura por encima, o al par, que con la evangelización. Si uno siente una compulsión interna a evangelizar, un anhelo que le lleva a no tener reposo hasta que se entrega a esta tarea, puede con buena conciencia dar su vida a las tareas del Evangelismo. No debe hacerlo solamente para su propia satisfacción, debe entregarse a la obra de Evangelización, principalmente para traer el Evangelio a otras almas, y sobre todo por amor a Dios, el autor de este impulso y deseo. El amor al prójimo como motivo del Evangelismo El cristiano al traer el Evangelio a los no salvos, debe ser impulsado por el amor a ellos, motivo altamente necesario.

La Biblia habla de dos clases de amor al prójimo: por un lado reconoce que el hombre no regenerado es capaz de amar a sus semejantes, y a menudo lo hace. Jesús dice: "Si amareis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? Lo mismo hacen los pecadores; pues también los pecadores aman a aquellos que les aman" (Lucas 6:32) Pero a sus discípulos les amonestó diciendo: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen" (Lucas 6:27). El primer amor es producto de la gracia común de Dios, el segundo es producto de la gracia salvadora, brota del amor a Dios. Las dos tablas de la ley: la primera que requería amor a Dios y la segunda que ordenaba amor al prójimo, son inseparables. La segunda está basada en la primera. Tenemos que amar a nuestros prójimos porque amamos a Dios; sólo cuando hacemos esto les amamos como Dios quiere. La ley de Dios nos dice que amemos a Dios porque se lo merece, y asimismo que amemos a nuestros semejantes, porque Dios se lo merece. Sólo los que han sido nacidos del Espíritu de Dios, y por, lo tanto, aman a sus prójimos porque Dios les ama, y aún a sus enemigos porque Dios ama y "bendice aún a los que le maldicen", manifiestan ser hijos del Padre celestial (Mateo 5:44-45).

El Señor Jesús rogó por los que le clavaban en la cruz: "Padre perdónales porque no saben lo que hacen" (Lucas: 23-34) El amor de Dios como motivo del Evangelismo Tanto el amor propio como al prójimo son motivos del Evangelismo adecuados solamente cuando parten del amor a Dios. El último motivo del Evangelismo es el amor a Dios. Con frecuencia el cristiano fervoroso halla aún difícil amarse a sí mismo a causa de sus pecados y debilidades y a causa de ellos se aborrece a veces a sí mismo; pero no hay tal dificultad en cuanto al amor a Dios en Cristo. El creyente sabe que Dios mismo es amor en sí, pues "Dios es Amor" (1ª Juan 4:8-16) En la negación, Pedro había traicionado su apostolado; pero en su gracia sobreabundante, el Señor resucitado quiso restaurarle a su exaltado oficio. En el mar de Tiberias, le fue presentada por tres veces la pregunta: "Simón, hijo de Jonás ¿me amas?" Era una pregunta humillante, ya no era Pedro, o sea la roca. Su amor al Salvador fue puesto a prueba, y con razón. Fue necesario que sus respuestas borraran su anterior negación. Tan sólo después que el Salvador, hubo recibido seguridad acerca del amor de Pedro, le encargó: "Apacienta mis ovejas", "apacienta mis corderos", y "alimenta mis ovejas" (Juan 21:15-17).

Todo aquel que quiera traer el Evangelio de Cristo, necesita estar impulsados por un sincero amor a Cristo. En 2ª de Corintios 5:14-15, el apóstol indica que el amor que Cristo les manifestó al morir por ellos, debería controlarles de tal manera que de aquí en adelante no vivieran para sí mismo, sino para Él. Los discípulos del Señor le aman porque Él les amó primero (1ª Juan 4:19) El amor para Dios y su Cristo garantiza en el creyente que ama a su Señor con un amor genuino y fervoroso, obediencia al mandamiento divino de evangelizar a las naciones. El amor para Dios y su Cristo capacitará al cristiano para dar testimonio, valientemente, frente a la persecución. Los verdaderos discípulos de Cristo están expuestos a padecer persecución en manos del mundo. Pablo declaraba a los nuevos convertidos del Asia Menor: "Es necesario que por muchas tribulaciones entréis en el Reino" (Hechos 14:22).

Las ocho bienaventuranzas de Jesús no son una descripción de ocho clases de cristianos, sino la declaración de ocho características de cada cristiano, la última de las cuales es "bienaventurados los que sufren persecución por causa de la Justicia pues de los tales es el Reino de los cielos. Bienaventurados cuando os vituperaren y os persiguieren y dijeren todo mal de vosotros por mi causa mintiendo. Gozaos y alegraos porque vuestra merced es grande en los cielos, que así persiguieron a los profetas y fueron antes de vosotros" (Mateo 5:10-12) La persecución no es un incidente casual a los que hablan la Palabra del Señor, sino un elemento propio en la vida del profeta. Por medio del Evangelismo se apresurará el día cuando toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor a la gloria de Dios Padre (Filipenses 2:11) Este es el principal motivo para aquel que ama a Dios.

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