domingo, 10 de julio de 2011

LA FE

Fe

La fe es un concepto muchas veces atacado por intelectuales y sobrestimado por personas religiosas alrededor del mundo. Es por tanto conveniente tratar de comprender más acerca de ella y evitar, cuando la utilicemos, que nuestra fe sea referida como “fe ciega.”

Según el diccionario, fe es la creencia confiable en la verdad, la validez o seriedad de una persona, idea o cosa. Según la Biblia: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).

En muchas situaciones no tenemos control, no podemos tener control, de los eventos futuros, sin embargo tenemos que tomar decisiones y actuar como si supiéramos lo que va a ocurrir. La mayoría de la gente que vuela en un avión desconoce si cada uno de los elementos que permiten su correcto funcionamiento está en perfectas condiciones, sin embargo confía, tiene fe, en que el equipo mecánico de la empresa aérea realizó correctamente su tarea de mantenimiento y revisión y actúa en consecuencia: haciendo planes sobre lo que va a realizar luego de un aterrizaje normal. Sin fe, nos paralizaríamos.

Ahora bien, la fe no es una esperanza supersticiosa, la fe es la confianza derivada de la verdad, o al menos, de nuestro entendimiento de las verdades que gobiernan la vida, tanto en el pasado, como en el presente y en el futuro. En este sentido, la fe es individual. Nadie puede tener fe por otro, o transferirle fe embotellada.

Es cierto que la verdad es un concepto elusivo, especialmente cuando se discute lo que ocurrirá en el futuro. Por ello es importante distinguir a la fe de la presunción y de la obstinación. Supongamos que el clima ha estado agradable (soleado y sin viento), pero que el pronóstico del tiempo habla de un cambio repentino para el siguiente día a lluvias y vientos fuertes. Presunción sería hacer planes para el día siguiente basados en cómo ha estado el clima (soleado, sin viento) en los días anteriores, esto es, tomar en cuenta sólo lo que vemos hasta ese momento. Si en cambio, hacemos planes para el día siguiente basados en cómo deseamos que esté el clima, sería obstinación. De hecho, si nos agradan las nevadas, podríamos adquirir ropa apropiada, palas, anticongelantes, etc., sin siquiera considerar que no haya nevado en años: obstinación. En cambio, fe es confiar en que los meteorólogos saben lo que están pronosticando debido al gran número de aciertos en el pasado y prepararnos en consecuencia para las lluvias.

La fe es también ver lo que nadie más ve y actuar en consecuencia. Todas las personas somos diferentes y cada una visualiza el futuro de manera particular. Tomemos como ejemplo a Samuel Morse, el inventor del telégrafo. Él era un artista, no un inventor o científico, ni siquiera ingeniero, pero cuando escuchó casualmente una plática acerca de la electricidad y el electromagnetismo, apenas en desarrollo por ese entonces (esto ocurrió a principios del siglo XIX), visualizó un medio de comunicación a distancia en base a dichos conceptos. Y más aún, confiado en que funcionaría, abandonó su carrera de pintor y dedicó su vida a desarrollar su idea. Padeció muchos rechazos y pasaron 12 años antes de que el Congreso Americano aceptara tender una línea de telégrafo entre Washington y Baltimore. El resultado, un medio de comunicación que acercó al mundo. Esta “visión” más allá de los sentidos, es fe.

La fe no es “un salto a ciegas en la oscuridad” como dijera Soren Kierkegaard a principios del siglo XIX y cuya frase se simplificó posteriormente a “la fe es ciega.” La verdadera fe se basa en algo seguro. Hay quienes dicen que la fe en Dios es ciega, pero en realidad hay tanta evidencia que señala a la existencia de un Creador, que la real ceguera sería no tener fe en Dios. Así como la razón respalda la fe en Dios, debe respaldar a cualquier persona, trabajo o idea en la que coloquemos nuestra fe. Fue el científico Blaise Pascal quien dijo: “La fe nos dice con seguridad lo que no dicen los sentidos, pero no lo contrario a lo que los sentidos ven; está por encima de ellos, no en contra.”

Es gracias a la fe que podemos estar confiados en el mañana. Un estudio sobre preocupación y ansiedad efectuado en la Universidad de Pensilvania reveló que un 15 por ciento de los norteamericanos pasan más de la mitad del tiempo (sin contar horas de sueño) preocupándose, ya sea por la salud, las finanzas, la familia, el empleo, la seguridad, o las relaciones con los demás. Si bien, una pequeña dosis de preocupación es sana, debemos contrarrestar el exceso con una buena dotación de fe.

Finalmente, la fe debe reflejarse en nuestro carácter. La confianza en Dios, en nuestra familia, en nuestros compañeros de trabajo, nos permitirá concentrarnos en nuestras propias responsabilidades sin preocuparnos desmedidamente en cuestiones fuera de nuestro control, aún cuando de momento los resultados nos sean adversos. Debemos tener siempre presente, que un buen carácter, con su dosis de fe incluida, produce frutos a su debido tiempo. Y por supuesto jamás olvidar la fuente de la fe: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17).

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