jueves, 18 de marzo de 2010

CONOCIENDO LA IGLESIA PRIMITIVA I

III. PEDRO Y JUAN (capítulo 3)


1. A la Puerta del Templo (3:1-11)

a. Un hombre cojo (3:1-3). Pedro y Juan iban al Templo para la hora de oración a las tres de la tarde. Junto a la puerta la Hermosa-en el lado este-vieron a un mendigo, cojo de nacimiento, a quien ponían cada día en este lugar para pedir limosna de los que entraban en el Templo. Desde allí habló a los dos apóstoles.

b. Levántate y anda (3:4-11). Las esperanzas del hombre fueron estimuladas cuando Pedro dijo: "Miranos." Pero pronto fueron destruidas por su siguiente de­claración: "No tengo plata ni oro." El apóstol tenía algo más que el oro-Dios. "En el nombre de Jesucristo de Nazaret," mandó al cojo, "levántate y anda" (v. 6).

Lo que Pedro dio al hombre era mucho mejor que el dinero; era la capacidad de ganar su propio sostén. El trabajo es una de las bendiciones más reales para la humanidad-física, psicológica, mental, moral, social, y espiritualmente. Nuestros hospitales, instituciones mentales y prisiones estarían aún más llenos de gente de lo que están si no fuera por el valor terapéutico del trabajo.

Sanado por el poder de Dios, el cojo respondió in­mediatamente al desafío de Pedro. "Saltando" (v. 8) - la palabra griega se encuentra solamente aquí en el Nuevo Testamento-el hombre "se puso en pie," por primera vez en su vida. Pero no se detuvo allí. Comenzó a andar y continuó andando (tiempo imperfecto). Con los dos apóstoles entró en el templo, "andando, y saltando, y alabando a Dios." ¿Quién tenía más derecho de hacer­lo? Tenía que compensar por el tiempo que había per­dido.

Mientras el hombre "tenía asidos a Pedro y a Juan"-su alegría exuberante no tenía límites-pronto se reu­nió en el Pórtico de Salomón una multitud. Este era un pasillo largo cubierto, como corredor que pasaba por el lado interior de la pared este del templo (que cubría co­mo diez hectáreas).

2. Pedro Respondió al Pueblo (3:12-26)

a. Vosotros negasteis al Santo (3:12-18). Pedro no era de los que pierden la oportunidad ofrecida por una audiencia ya reunida. Su personalidad impulsiva, ahora llena del Espíritu, sería propia para la ocasión. Por se­gunda vez (véase 2:14) predicó a un gentío excitado que se había reunido de repente.

Su introducción fue al principio otra vez en sentido negativo: "¿Por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?" (v. 12) No, no fue de nosotros, mas Cristo: "Y por fe en su nombre. le ha confirmado su nombre; y. ha dado a éste esta completa sanidad" (v. 16). Fue aquel nombre que Pedro invocó cuando mandó al cojo que se levantara (v. 6).

Y otra vez (véase 2:23) -con más vehemencia y con más énfasis-acusó a estos "varones israelitas" (v. 12) de haber matado a su Mesías. Su verdadero crimen fue que "negasteis al Santo" (v. 14). Notemos el contraste sorprendente: "Mas vosotros negasteis al Santo y al Jus­to, y pedisteis que se os diese un homicida." Prefirieron a Barrabás-un sedicionista que odiaba y mataba-antes que a Jesús, el que sanaba a los enfermos, daba vista a los ciegos, hacía a los cojos andar, limpiaba leprosos, le­vantaba muertos, echaba fuera demonios, y predicaba un mensaje de amor a los pobres. No solamente eso, pero era el Autor de la vida. - ¡Increíble que los hombres hi­cieran tal escogimiento!-decimos. Pero eso es exacta­mente lo que hace cada pecador cuando abraza el pecado que le traerá la muerte eterna y rechaza al Jesús tierno y manso, el único que puede dar la vida eterna.

b. Arrepentíos y convertíos (3:19-26). La conver­sión verdadera siempre está precedida por el arrepenti­miento. Esta se menciona una y otra vez en los Evange­lios y en los Hechos. A los que se arrepienten Dios enviará a Jesucristo" (v. 20).

La frase, "los tiempos de la restauración de todas las cosas" (v. 21), ha sido aceptada con ardor por los que enseñan el universalismo absoluto, es decir, que todos los hombres, no importa cuán malos al tiempo de su muerte, serán al fin salvos. Pero esta frase está clara­mente restringida por el modificador que sigue: "que ha­bló Dios por boca de sus santos profetas." Y en ninguna parte del Antiguo Testamento se enseña la salvación uni­versal. Se provee para todos y está disponible a todos. Pero nunca se declara que será aceptada por todos.

La cita en el versículo 22 (de Deuteronomio 18:15) se encuentra otra vez en la oración de Esteban (7:37). Aplicándose primeramente a Josué, el sucesor de Moisés como líder de Israel, apuntaba por siglos a Cristo, el Me­sías. Esto es lo que se llama el "principio telescópico de la profecía"-que muchas profecías tienen un cumpli­miento parcial en la situación del Antiguo Testamento y un cumplimiento completo y final en Cristo.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué mandó Jesús a sus discípulos que es­peraran?

2. ¿Cuál es la relación entre la santidad y las mi­siones?

3. ¿Cuáles son las tres divisiones de los Hechos?

4. ¿Qué sucedió en el Día de Pentecostés?

5. Describa el compañerismo en la Iglesia Primi­tiva.

6. ¿Qué pasó después de la sanidad del cojo?

continuarà en "No hay otro nombre"

1 comentario:

hsam R dijo...

MUCHAS GRACIAS POR SU COMENTARIO CORRERA AGREGADO