¿Te has preguntado alguna vez por qué crees en Cristo? ¿Y te has
preguntado qué encontrarías si hicieses esa pregunta en tu iglesia? Yo
sí. Y la razón de escribir esta reflexión está afirmada precisamente en
los resultados que obtuve. No he realizado una encuesta claramente
formulada -supongo que si alguien lo hiciera sería magnífico. Lo que sí
he hecho es dedicarme a preguntar ocasionalmente a mis hermanos y
conocidos (de distintas denominaciones e iglesias evangélicas), y he
hallado una abundante variedad de respuestas.
¿Por qué crees que Cristo es Dios? Hay quienes se confiesan
cristianos porque las enseñanzas de Cristo son un ejemplo de moralidad y
buena conducta. Otros afirman con mayor fuerza su creencia en Cristo
porque los sanó de alguna enfermedad. Otros, porque fueron prosperados
económicamente a pesar de tener un pasado de pobreza. Otros, porque
experimentaron un cambio de vida radical, ya sea porque salieron del
alcoholismo, la drogadicción, o porque hubo un cambio en la familia,
etc. Y un segmento no menor cree en él por haber tenido alguna especie
de ‘experiencia espiritual’.
No me opongo a ninguna de estas razones. De hecho, considero que
algunas más que otras son tremendamente significativas. He visto cómo
personas han experimentado cambios radicales de vida, y también
sanidades verificables. Por otra parte, me parece algo débil la
argumentación de fe a partir de la prosperidad material, lo mismo que
las experiencias espirituales –porque lo primero no es signo de una obra
de Dios, y lo segundo puede ser un interesante relato, pero tampoco
implica que sea Dios quien lo haga. Y la razón acerca del mensaje moral
de Jesús es conflictiva, porque puedo cumplir toda su enseñanza sin
haber creído quién fue él realmente. Y es precisamente a partir de este
punto que quiero elaborar mi reflexión.
Ninguna de las personas con las que he conversado el tema, ni una
sola, nadie –lo enfatizo radicalmente porque yo mismo me asombré-
respondió que creía en Cristo porque fuese el Hijo de Dios, o Dios
encarnado, o cualquier referencia similar a la doctrina de la deidad de
Cristo. Y esto me preocupó totalmente. Pues está claro que Jesús sanó,
cambió vidas, dejó una gran enseñanza para sus seguidores, incluso que
prospera y que también puede brindar cierta experiencia espiritual. Pero
hay que entender que ninguna de estas cosas es concluyente con respecto
a su deidad. Cristo no es Dios porque sane, pues también hallamos esta
clase de suceso en otras creencias. Tampoco porque prospere, pues de
hecho la prosperidad económica se da abundantemente fuera de las
iglesias también. Para qué hablar de las experiencias
espiritualistas-místicas, las hay en muchas otras religiones. Y su
enseñanza fue concluyente y significativa, pero solo fue parte de lo que
él hizo, no de lo que es. Tal vez, el único argumento fuerte pudiese
ser el cambio radical de vida, pero sigue sin ser una razón concluyente.
Un pastor al que estimo mucho suele decir que Cristo no trajo un
mensaje, sino que Él mismo es el mensaje. En muchas ocasiones pareciera
ser que se cree en él por lo que trajo e hizo, y no por quién Él fue.
Ahí está la cuestión de fondo. Todas las razones, y unas más que otras,
indican que se cree en Cristo por lo que hace, pero ninguna de ellas
indica que se cree en Cristo por quien es.
Vuelvo a señalar que esto no se trata de desacreditar lo que Dios
hace, para nada. La Biblia está llena de llamados a reconocer la obra
bondadosa de Dios en favor de sus hijos. Pero, sin duda alguna, está
mucho más repleta de llamados a creer en Dios no por lo que hace, sino
por quien es Él.
Que nadie haya respondido algo así como “Creo en Cristo porque es
Dios encarnado” o “Creo que Cristo es Dios porque lo enseña la
Escritura” o por último cualquiera de esas dos con un “porque así me lo
han enseñado”, es preocupante. Me lleva a preguntar: ¿por qué somos
cristianos? ¿Son cristianos los evangélicos? Si no creen en Cristo por
quien es, ¿pueden llamarse cristianos con libertad? Predicar a Cristo
amparados en lo que puede hacer es un peligro latente: es una puerta
para transformar el evangelio en un ofertón de todo a mil ¿O acaso no
has notado cosas como: “si usted cree en Jesús él solucionará sus
problemas” o “lo prosperará”, o “arreglará su vida”, etc.? Al final del
día, ninguno de los sanados por Cristo estuvo con él cuando lo
crucificaban. Ni hablar cuando dicen “él le hará feliz” ¿de qué concepto
de felicidad me hablan? Por lo general se trata de una felicidad
afirmada en conceptos de bienestar económico-familiar-social, etc. ¿y
qué pasa con la felicidad de Pablo: “sea que vivamos o que muramos, del
Señor somos”?
Pareciera que hoy Cristo es importante para los cristianos por lo que
hace, pero no por lo que es. Es por eso que también notamos
fluctuaciones continuas en el carácter de algunos hermanos. Se
desalientan porque no ven respuesta a sus oraciones, lo cual no es
necesariamente malo; pero es un fuerte indicador notar que muchos de
ellos sencillamente se alejan de la fe. ¿Por qué creyeron entonces? ¿Por
lo que Cristo es, o por lo que les dijeron que Cristo hace?
A veces, mientras observo predicadores en plazas, o cuando me tratan
de evangelizar personalmente mientras camino por algún lugar, pienso que
los evangélicos de hoy están predicando a un Cristo incompleto que no
se parece en absoluto al de la Biblia. Pienso que mediante esos
ofertones de sanidad y prosperidad están pervirtiendo una fe por la cual
muchas personas dieron la vida siglos antes. Y eso me desconcierta.
Ellos no murieron por Cristo porque se les ofreciera sanidad,
prosperidad, una moralidad elevada, ni siquiera por una experiencia
mística-espiritual. Murieron porque confesaban que Cristo es Dios, Dios
Encarnado, en un mundo en que decir eso era una locura. Esa es la
verdadera locura cristiana, creer que Dios se hizo carne. Y a toda vista
notamos que es bastante diferente a la “bendita locura”[1] de muchos evangélicos, la cual a veces me parece más una bendita ridiculez.
La doctrina de la encarnación es lo único que diferencia al
cristianismo de cualquier otra forma de fe. Un cristiano que confiesa a
Cristo sin tener eso en mente no es digno de llamarse cristiano. La
ignorancia en torno a este tema la atribuyo por una parte al poco
interés de muchos cristianos por leer la Biblia –o que la leen, pero
seleccionando solamente los pasajes que fomentan sus creencias
erráticas-; pero con mucha más fuerza a la carencia de un liderazgo que
se enfoque en enseñar esta clase de tema. Es más fácil hablar de la
prosperidad de Job, la oración de Jabes, etc. Pero no se tiene en cuenta
que estas solo son señales. Y una señal es para indicar otra cosa.
El error fundamental de los evangélicos contemporáneos es que se
enfocan en las señales, y no en lo señalado, que es Cristo y la gloria
de su encarnación. Mientras no se tenga conciencia de esto, es mejor que
nos sigan llamando evangélicos, pues difícilmente seremos dignos de ser
llamados cristianos.
[1]
Se trata de una frase popular atribuida a Pablo –pero que no existe en
la Biblia-, usada con frecuencia para justificar todo tipo de acciones
de fe posiblemente reprochables. También se usa para indicar un
desprecio ante la opinión de quienes no creen en esos actos de fe. Con
frecuencia se ha utilizado para justificar muchas extravagancias que,
obviamente, no tienen nada que ver con la creencia en la encarnación de
Cristo.
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