Los dones para un servicio especial son los que general¬mente describimos como regalos o dones espirituales. Estos han causado marcado interés en los últimos años y a eso obedece que dediquemos el resto de este libro a ellos.
III. DONES Y TALENTOS PARA SERVIR
Los dones del Espíritu para el servicio son aquellas ha¬bilidades y capacidades que Dios da a su pueblo para que éste pueda servirle adecuadamente. H. Orton Wiley define así los dones espirituales: “Son los medios y los poderes divinamente ordenados, con los cuales Cristo dota a su igle¬sia para facilitarle la realización máxima de su tarea terre¬nal.”2
“Los dones del Espíritu, entonces”, escribe Wiley, “son dotaciones sobrenaturales para el servicio determinados por el tipo de servicio o el oficio que tiene que realizarse.”3
Una de las más grandes denominaciones nombró una comisión especial para estudiar la obra del Espíritu Santo. Al terminar, informó que “las carisrnata pueden definirse como dotaciones y capacidades necesarias para la edificación y el servicio de la iglesia, ofrecidos por el Espíritu Santo a sus miembros, en virtud de los cuales, son fortalecidos para utili¬zar sus dotes naturales en el servicio de la iglesia, o son provistos de nuevas habilidades o poderes para este pro¬pósito.”
Es necesario distinguir entre los dones del Espíritu San¬to y los talentos naturales o los “dones” implícitos en el carácter o la personalidad del individuo, aunque sí existe una estrecha relación entre ellos. Los dones espirituales funcio¬nan a través de las facultades naturales, porque el Espíritu Santo canaliza su poder vitalizante en los dones que nos da.
Aun cuando el Espíritu da los dones espirituales, el aprovechamiento práctico que hagamos de ellos está sujeto a su desarrollo. Es rarísimo que un don surja plenamente desarrollado. Es menester descubrir y desarrollar los dones espirituales, tal como lo hacemos con los naturales. En Romanos 12:6-8, Pablo indica que los dones deben utilizarse conscientemente “según la gracia que nos es dada... con¬forme a la medida de la fe... con liberalidad... con solicitud… y con alegría”. De la misma manera que los talentos naturales se perfeccionan y se mejoran por medio de la instrucción y la práctica, los dones espirituales ad¬quieren mayor efectividad a medida que los vamos desarro¬llando por medio del uso fiel de ellos.
Los verdaderos dones espirituales difieren de los talen¬tos naturales porque éstos últimos pueden ser desarrollados y utilizados únicamente para la satisfacción propia. Pueden ser sumamente egoístas. Los dones del Espíritu en cambio es¬tán relacionados con “la vida corporal” de la iglesia.5 Re¬presentan la contribución individual de cada cristiano a la vi¬da de la comunidad cristiana a la que pertenece.
Esto no quiere decir que los dones espirituales no sean una fuente de profunda satisfacción para el individuo. Ade¬más de que contribuyen al bien y la vida corporal de la iglesia, la mayordomía correcta de los dones espirituales tiene un efecto en quien posee los dones. El creyente que utiliza sus dones no sólo sirve de bendición a otros, sino que él mismo es bendecido.
Así como el uso de los talentos naturales es una fuente de máxima satisfacción, el descubrimiento y el uso de los dones espirituales es una fuente de abundante y profundo gozo. El corazón cristiano siente la más grande satisfacción al desarrollar sus dones, en cooperación con el Espíritu Santo para ser usado por Dios.
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