Muchas personas suponen que Israel ya no es el pueblo escogido de Dios. Algunos acusan a los judíos de haber asesinado a Jesucristo hace alrededor de 2000 años, causando con ello una denigración a la nación abrahámica a través de la historia de los últimos dos milenios, muy a pesar de que los romanos también deberían compartir esta infamia, pues tuvieron arte y parte en la ejecución del Mesías. Pero cabe al menos una pregunta, ¿es que acaso ese acto oprobioso de la crucifixión del Cristo dejaba por fuera los planes prometidos a Abraham? En ninguna manera, antes bien para cumplimiento de otras profecías servía esa crucifixión. Israel no fue desechada por decreto divino, no ha sido eliminada, sino castigada.
El apóstol Pablo escribe en su carta a los romanos, en capítulo 11, que ha acontecido endurecimiento para con el pueblo de Israel. El explica que esa dureza de corazón es consecuencia de un espíritu de estupor que le ha sido dado a la nación. Pero aclara el apóstol que gracias a esa mala conducta judía, el gran pueblo de los gentiles (el resto del mundo no judío) se ha beneficiado, pues ahora resulta incorporado en ese nuevo misterio que es la iglesia. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia (Efesios 5:32). Pablo desea aclarar a todos la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios (Efesios 3), a fin de que al abrir su boca le sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio (Efesios 6:19).
De manera que tanto la iglesia como el evangelio eran misterios escondidos desde los siglos en Dios, pero a Pablo le fue dado el hablar de esos misterios, pues por revelación le había sido declarado el mismo (Efesios 3). Este conocimiento no se dio a conocer a los hijos de los hombres en otras generaciones, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu (Efesios 3). De manera que por gracia los gentiles han sido incorporados al disfrute de las riquezas de Dios, a través del evangelio de Jesucristo. Y precisamente Pablo quien fue el encargado de este noble ministerio, escribió en la carta a los romanos que Dios no ha desechado a su pueblo.
Establece el apóstol varios hechos referentes a Israel: Primero, Israel está endurecida y por su endurecimiento los gentiles se benefician de un Dios justo y severo que castiga a su pueblo, pero que manifiesta su amor y misericordia para las naciones que no le buscaban. Segundo, que ese beneficio no debe llevar a los gentiles a ensoberbecerse contra Israel, pues se corre el riesgo de ser desechado por tal razonamiento. Tercero, llegará el tiempo en que se cumpla el cometido de los gentiles (la plenitud de ellos). Cuarto, acontecida la plenitud de los gentiles, todo Israel será salvo.
El apóstol hace una admonición para que no se caiga en la arrogancia contra Israel, diciéndose que ya Dios los desechó (como si se hubieran cumplido todas las promesas del Antiguo Testamento sobre el futuro de esa nación), pues muchas cosas faltan por completarse en ese pueblo. Israel tenía que ser una nación en el escenario del mundo actual, en el tiempo revelado al profeta Daniel como tiempo del fin. A Daniel se le dijo que sellara las palabras de la profecía hasta estos momentos, referenciados con los signos de una ciencia aumentada y de un correr exagerado de aquí para allá (los viajes).
Aquellos que confunden a la iglesia con Israel deben preguntarse ¿qué necesidad tienen los judíos de ser salvos si ya lo son por ser iglesia? ¿Por qué Pablo habla del pueblo de Israel que será salvo y de los gentiles en la iglesia como dos conceptos separados? Si Israel es la iglesia o la iglesia es el nuevo Israel, ¿por qué razón Israel va a ser salvo, una vez que la Iglesia haya cumplido su misión en la tierra bajo el concepto de la plenitud de los gentiles? El verso 12 de Romanos 11 habla de la plena restauración futura de Israel, de manera que queda claro que esta nación tendrá un papel protagónico en el escenario final del gobierno humano. El verso 15 nos refiere a la exclusión momentánea de Israel que produce la reconciliación del mundo, y se compara con la admisión futura de los judíos, la cual también producirá enorme ganancia. No te jactes contra las ramas, (verso 18), no te ensoberbezcas, sino teme (verso 20), pues de otra manera tú también serás cortado (verso 22).
Estos tres textos mencionados hablan de la clara advertencia contra aquellos que neciamente se ufanan contra Israel, suponiendo que ya Dios los desechó para siempre. Hay una admonición y un castigo terrible para los que persisten en su soberbia contra la niña de los ojos de Dios. Ese castigo es ser cortado de la presencia de Dios. Acá no se implica que la perseverancia de los santos no sea suficiente, sino que se habrá de entender que los que así se expresan eran lobos vestidos de cordero, salieron de nosotros pero no eran de nosotros (Juan).
Los judíos son enemigos del evangelio por causa de los gentiles, en los propósitos eternos e inmutables de Dios, pero por causa de la elección son amados en razón de los padres (Abraham, Isaac, Jacob). Israel no puede ser la Iglesia porque los israelitas son enemigos por causa de la misma iglesia, el misterio de los gentiles en el reino; aunque sigue siendo amada por causa de la promesa dada a los padres. Y esto, agrega el apóstol, se debe a un solo principio: porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (verso 29). En otros términos, porque así lo ha querido Dios. De manera que los que sugieren que Israel ha sido desechada por Dios, que ya no tiene derecho a ser nación, a tener un territorio, a luchar por su supervivencia, resisten la voluntad irrevocable de Dios, así tengan el ropaje de cristianos. Su condena es ineludiblemente el ser cortados de en medio. Aun en esto se sigue cumpliendo la antigua promesa de bendeciré a los que bendijeren a Israel y maldeciré a los que le maldijeren. Si Dios corta es porque maldice.
Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia (versos 28 y 29). El apóstol va cerrando el capítulo y tiene que exclamar acerca de la manera como Dios hace las cosas: Porque ¿quién entendió la mente del Señor, o quién fue su consejero? (verso 34).
En realidad Pablo había sido el encomendado a manifestar el misterio de la iglesia a los gentiles, dando a conocer las riquezas de la gloria de este misterio que es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (Colosenses 1:27). Fue muy clara la advertencia para los gentiles, un llamado a no jactarse ni ensoberbecerse contra Israel. Una clara amenaza de rechazo para quienes tal hagan. El apóstol dijo en otra carta: de los dos pueblos hizo uno, hablando del pueblo de Israel y del pueblo gentil, pero el contexto expresado muestra claramente que se refería a una resultante final, la iglesia (Efesos 2:14). Así, tanto Israel como el pueblo gentil son uno en Cristo, uno como iglesia, en la medida en que un judío es convertido para salvación. Esa conversión del judío al cristianismo lo hace parte del mismo pueblo gentil convertido al cristianismo. No es que un judío pasa a ser gentil ni un gentil pasa a ser judío, sino que ambos pasan a ser un mismo pueblo una vez que son convertidos a Cristo. Pero no anula la identidad del uno ni la del otro.
Queda decir que por medio de Cristo, tanto judíos como gentiles tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. De los dos hizo uno implica que ambos grupos tienen ahora acceso al Padre, mas no a la usanza judía sino a la de la iglesia. No a la usanza gentil (por los ídolos, como si se pudiera), sino a la de la iglesia. Ambos son un pueblo dentro de la iglesia. Pero no se dice que el gentil deja de ser gentil y se convierte en judío, o que el judío deja de ser tal y se transforma en gentil.
En la carta a los Gálatas, 6:16, Pablo hace una referencia a los judíos creyentes, colocándolos en referencia opuesta a los judaizantes, o al Israel en la carne, y habla del Israel de Dios. Calvino creyó que el Israel de Dios se refería a la iglesia, como lo dejara ver en su Comentario a los Romanos, pero el texto no soporta semejante presunción. Posiblemente no tenía toda la visual de la que nosotros podemos echar mano en este tiempo histórico. Ciertamente el texto de Gálatas está hablando de dos grupos de creyentes, los que andan conforme a la regla que se viene mencionando a lo largo del capítulo 16, por lo cual agrega: Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación (verso 15); después añade paz y misericordia a este grupo y al Israel de Dios. De manera que se desprende del texto el que existen en su mente dos grupos a los cuales hace referencia, con lo cual queda claro que no supone el apóstol que el Israel de Dios sea la iglesia. Simplemente el apóstol le da un tratamiento de mención especial a ese otro grupo, para distinguirlo de aquellos cristianos que enseñaban a judaizar dentro de las iglesias, de los cuales el autor de la carta a los Hebreos hace bastante alusión contextual. Ciertamente, en varios libros del Nuevo Testamento se alude a varios tipos de judíos, los creyentes y los no creyentes (en el evangelio). Pablo manifiesta su especial amor para con el grupo al cual le hace favorable mención en la carta, llamándole el Israel de Dios. Este criterio salda de nuevo la presunción de que ese Israel sea la iglesia.
Los calvinistas deberían entender que si Israel ahora es una nación en el Medio Oriente, luchando por su subsistencia, eso es voluntad suprema de Dios pues, como ellos mismos afirman, todo lo que acontece en el universo ha sido ordenado, dispuesto, decretado por Dios. Si nada escapa a su voluntad, entonces Israel está como nación por la voluntad de Dios. De manera que ese hecho histórico, y no solamente teológico, servirá para sugerir que se ha de pensar en la nación judía de la manera como lo recomienda Pablo en Romanos 11.
Y luego todo Israel será salvo—Entender esta gran declaración, como muchos la entienden aún, meramente en el sentido de la recepción gradual de judíos individuales hasta que al fin no quedara ninguno en la incredulidad, sería hacer a dicha declaración violencia así como a todo el contexto. No puede significar sino el ingreso final de Israel como nación, en contraste con el actual “residuo”. [Así opinan Tholuck, Meyer, De Wette, Philippi, Alford, Hodge.] (Jamieson, R., Fausset, A. R., & Brown, D. (2002). Comentario exegético y explicativo de la Biblia - tomo 2: El Nuevo Testamento (475). El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones.)
La pared intermedia que fue derribada era un vallado que separaba a judíos de gentiles (ethnos o naciones). En el templo judío una gran balaustrada separaba el patio de los gentiles del lugar santo. De esta forma, gentil que cruzara ese patio sufría pena de muerte. Los dos pueblos eran enemigos por causa de la fe en Dios, pero ahora se ha disuelto la enemistad por la participación conjunta en el cuerpo de Cristo que es la iglesia. También había en el templo de Jerusalén otra pared divisoria, esta vez entre el pueblo judío y el lugar santo donde los sacerdotes levitas oficiaban. Dos paredes tenía el templo para separar física y simbólicamente a los pueblos: una entre judíos y gentiles, la otra entre judíos y el lugar santo exclusivo para los sacerdotes de oficio. El velo del templo fue rasgado (con la crucifixión del Señor), hubo acceso al lugar santo (carta a los Hebreos), la enemistad entre los dos pueblos fue subsanada (Colosenses 2). Por él (Jesucristo) tenemos, tanto judíos como gentiles, entrada al Padre.
El consejo final de Pablo es que no ignoremos ese misterio que le fue revelado y que nos ha compartido, de manera que no seamos arrogantes, para que comprendamos que existe un período, un tiempo, mediante el cual se cumple la plenitud de los gentiles, después del cual será cambiado Israel para salvación. El privilegio de los gentiles (ethnos, las gentes) ahora es formar parte de la iglesia, junto con los judíos creyentes del evangelio. El privilegio del Israel antes de la iglesia era ser el custodio de los mandamientos de Dios, guardas del testimonio, testigos de los pactos de Jehová, partícipes de sus maravillas. Los dos pueblos ahora convergen en la iglesia, pero siguen siendo dos identidades separadas fuera de la Iglesia: pues no todos los gentiles son salvos como no todos los israelitas son parte de la iglesia. Cierto es que la salvación vino de Israel (Salmo 14:7), desde Sión, pero el Redentor vendrá para Sión (Isaías 59:20), para quitar de Jacob la impiedad. Hubo un pacto con los padres de Israel, pacto que presupone obligaciones y conexiones ancestrales, por lo que la nación nacida de Abraham según la carne es todavía parte de la promesa que se le diera al patriarca, por lo cual sigue siendo escogida para los propósitos eternos e inmutables de Dios, por lo cual dicha nación sigue siendo amada por Él. Decir eso no implica que ese Israel nación es salvo, pues la salvación es a través de Jesucristo, sino que el propósito histórico de Dios con sus pactos sigue vigente y se cumple en su línea trazada de acuerdo a lo prometido por Él mismo.
Finalmente, creo prudente dejar un texto muy importante a la hora de pensar en Israel, para que no derivemos el valor de tal nación a hechos propios de ella misma. En Deuteronomio 7:7 y 8 se lee:
No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto.
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