martes, 17 de abril de 2012

JESUS SIGUE DIVIDIENDO HISTORIAS

Uno de los temas fundamentales en la vida cristiana es el de la resurrección. ¡Jesucristo ha resucitados! Si Jesús no hubiera resucitado seríamos los más miserables de todos los hombres, nuestra fe sería en vano, pero Él resucitó ¿se alegra? Esa es la realidad, Jesús ha resucitado, y eso es importante comprenderlo. Uno de los temas que lamentablemente tenemos que tocar, pero que a nadie le gusta, es el de la muerte. Hay muertos continuamente, este viernes pasado nos tocó acompañar a una familia en el cementerio, la muerte no respeta feriados, fines de semana, cualquier día visita a aquellos que vivimos en este planeta, y observé a muchas otras personas que estaban visitando la tumba de sus seres queridos, adornándolas y seguramente compartiendo su dolor por la separación.

Uno de los principales periódicos de Guatemala dice que en estos días de asueto 53 personas murieron, lamentablemente 30 de ellas sufrieron una muerte violenta. Hace 100 años entre el 14 y 15 de abril de 1912, el Titanic – ese transatlántico impresionante, en su época que  salió de Inglaterra rumo a Estados Unidos, lleno de soberbia y orgullo, del que el fabricante dijo: Este barco ni siquiera Dios lo puede hundir. Lamentablemente en su primer viaje topó contra un iceberg y se fue al fondo del mar. Nos cuentan que mil 512 personas fallecieron. Aún se encuentra ahí en el fondo del mar como una gran tumba.

Cada época tiene sus  grandes acontecimientos. Todos recordamos el 11 de Septiembre del 2001 cuando las torres gemelas, en Nueva York, fueron destruidas literalmente por dos aviones que se impactaron en ellas. La mayoría de los que estamos aquí vimos, por la televisión en vivo y en directo, la muerte de casi tres mil personas. La muerte llega, mueren los no creyentes, mueren los creyentes, pero Jesucristo dijo: El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y esa es nuestra esperanza, que moriremos físicamente, pero tendremos vida eterna.

Recuerdo la conversación que leí de tres hombres que estaban platicando y decían, entre sí: ¿Qué te gustaría que dijeran cuando estés tendido en tu caja de muerto en la funeraria? Si pudieras oír ¿qué te gustaría oír? Y uno que era muy orgulloso por su formación académica, siendo maestro, dijo: ¡Ah! A mí me gustaría que pasaran mis alumnos y dijeran: Qué gran maestro fue, qué bien me educó, tanto que aprendí de este maestro. Y el segundo dijo: A mí me gustaría oír cunado esté en la funeraria, que pasen mis hijos y que digan: que buen papá tuve, mi papá fue extraordinario, fue ejemplar, fue íntegro, responsable, eso me gustaría oír. Luego el tercero dijo: Lo que a mí me gustaría oír cuando esté en la caja es que alguien se acerque y diga: Se está moviendo, se está moviendo. Pues aunque nadie diga que usted se está moviendo, cuando muera se estará moviendo en la presencia de Dios. Usted resucitará, usted tendrá vida eterna, porque eso es lo que el Señor nos ha ofrecido.

Así como nosotros, a veces, visitamos un cementerio para acompañar a un ser querido y otras veces vamos para adornar el lugar donde descansan los restos de un ser querido, también hubo unas mujeres que amaban a Jesús, y estas mujeres se levantaron muy de mañana para ir a ver el sepulcro donde estaba, porque eso es  lo que uno va a ver a un cementerio, los sepulcros. No están ahí las personas, ahí están los restos de su casa temporal de habitación, nuestro cuerpo es una casa  temporal de habitación que se va gastando, se va envejeciendo hasta que se vuelve polvo. Lo dice Mateo 28:1-10 “Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Sucedió que hubo un terremoto violento, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve.Los guardias tuvieron tanto miedo de él que se pusieron a temblar y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: —No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron. Luego vayan pronto a decirles a sus discípulos: “Él se ha levantado de entre los muertos y va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán.” ¡Qué experiencia tan impresionante! Yo sé que usted ama mucho a su mamá, pero si se le apareciera, después de tres días de muerta, es probable que se asustara un poco. Y si no es su mamá sino la mamá de su mujer, más se asustaría. A nadie le agrada la idea de encontrarse con un muerto, sin embargo, Jesús le había dicho a sus discípulos: Yo tengo que morir para que se cumplan las Escrituras, pero voy a resucitar, a los discípulos hasta se les había olvidado esa verdad que Jesús les había adelantado. Y eso fue lo que ocurrió.

Por eso las mujeres estaban asustadas, porque además de hablar con un ángel – no se hace todos los  días-, los soldados estaban tan asustados que tenían miedo por encontrarse con un ángel y ver la grande y pesada piedra que cubría la tumba que había sido movida. La realidad es que Jesús resucitó y gracias a estas mujeres obedientes, Jesús les dijo vayan y díganle a los discípulos que ya estoy vivo. Y las mujeres asustadas pero alegres, dice la Escritura, corrieron a dar la noticia. Hay quienes insinúan que el Señor se les apareció primero a las mujeres, porque son más comunicativas, eso no es lo mismo que ser chismosas. Hace muchos años se me acercó una señora muy querida, que ya descansa en la presencia del Señor, y me cuenta: Dicen que yo soy muy chismosa. Tú no eres chismosa –le contesto-, tú eres comunicativa. Se fue realizada, porque tenía un adjetivo calificativo mucho más agradable. La verdad es que en todas partes andaba comunicando el mensaje de Jesucristo. Estimadas mujeres, aprovechen ese don que tienen, compartan con otros que ¡Jesús no está muerto, ha resucitado! Y que Él es nuestro Señor y nuestro Salvador, por favor corran a dar la noticia a todas partes, háganlo todos los días. Y, por supuesto, también hay hombres que tienen ese don de la chismografía. Entonces, pasemos ese buen chisme: ¡Cristo no está muerto, Cristo ha resucitado!

Dos mujeres empezaron a contar el mensaje y la BBC de Inglaterra dice que hoy en día el cristianismo es la religión más grande del mundo, con cerca de 2 mil millones, 2.1 billones de seguidores. Por supuesto, en el mundo ya somos más de siete mil millones de habitantes o sea que aunque somos muchos todavía no somos todos. Y por eso tenemos que seguir el ejemplo de estas mujeres y llevar el mensaje de Jesús allá en nuestros colegios, universidades, clubes  trabajos, partidos políticos, equipos de fútbol, donde quiera que estemos tenemos que llevar el mensaje que Jesús está vivo. Hay muchos que por llevar el mensaje de Cristo han dado su vida, han pagado con su propia sangre ese mensaje que han llevado. El Nuevo Testamento está lleno de ejemplos, el primer mártir de la Iglesia se llamó Esteban, él por compartir el mensaje de Cristo lo apedrearon y cuando empezaron a apedrearlo dice que el cielo se abrió y veía sentado al lado derecho del trono de Dios a Jesús. El Señor le permite a usted ver cosas extraordinarias cuando usted muere con la fe puesta en Cristo Jesús.

Es importante entender que esos dos mil 100 millones de cristianos son producto de nuestro Señor Jesús. Hay personajes que han transformado distintos aspectos de la vida del hombre, pero el cambio más grande que se ha dado en la historia se dio a través de Jesús, al extremo que creyentes e incrédulos tienen que citar la historia  diciendo antes de Cristo y después de Cristo. Por eso llevamos más de dos mil años diciendo después de Cristo la historia es esta, pero hay muchos como los que vimos hoy pasar al altar y decir Señor heme aquí, límpiame, transfórmame, para ellos su historia empezará hoy, hoy podrán decir que se encontraron con Cristo y podrán decir mi vida antes de Cristo fue triste, solitaria, amargada, llena de vicios.

Un querido amigo nos contaba anoche – mientras predicaba este tema en el Auditórium Mayor de la Roosevelt- que antes de Cristo era un borracho y muchas cosas más. Y nos dice: “Yo frecuentaba una cafetería llamada Olimpia en la 12 avenida entre 17 y 18 calle de la zona 1, ya no existe, pero esa cafetería no tenía nada, lo que menos bebía la gente, al entrar, era café. Yo llegaba seguido, nos dice este hermano, y lo que hacía era comprar cerveza, beber licor y me sentaba en una mesa en la que me quedaba enfrente un espejo y ahí me tomaba mi cerveza y me quedaba viendo mi cara. Me levantaba, me iba al baño, me fumaba un pito de marihuana, lo que me sobraba lo dejaba ahí en el pestillo de la ventana, regresaba a la mesa, me echaba otro trago, encendía un cigarrillo y volvía a verme la cara en el espejo. Y eso lo hacía muchas veces y salía de ahí loco, borracho, drogado. ¿Qué tanto me miraba la cara en el espejo? A lo mejor estaba enamorado de mi desgracia”.

Hace más de cuarenta años que este mi hermano amado dejó la bebida y dejó todos los pecados y ahora es un siervo del Señor, cristiano, predicador del Evangelio que ya no se mira la cara en ese espejo sino que se mira en el espejo de la Palabra de Dios, para ser cada vez más como es nuestro Señor Jesucristo. Porque ahora marca su vida en un antes y un después de Cristo. Aquí hay miles de personas que nos pueden decir cómo era su vida  antes de Cristo. Usted seguramente conoce a muchos que antes de Cristo no los aguantaba ni su propia madre, pero ahora hasta usted los aguanta, porque el Señor ha obrado el cambio. Dios transforma a la gente.

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! – Dígale a su vecino Por gracia usted ha sido salvado-. Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Efesios 2:1-10).


Nadie puede hacer obras suficientes para alcanzar su salvación. La salvación no se obtiene por obras que hagamos. Podemos dar todo nuestro dinero a los pobres y no comprar la salvación. Podemos dar nuestro cuerpo, ser quemado por otras personas y no alcanzar la salvación. La salvación no se obtiene por obras, se obtiene por la gracia de Dios. Gracia de Dios es el favor de Dios para nosotros. Gracia es dar lo mejor del cielo para salvar a lo peor del suelo. Por la fe en Cristo somos salvados. Usted puede hacer todo tipo de penitencias, andar de rodillas en todo el periférico de Fraternidad Cristiana, pelarse las rodillas y sangrarse, pero eso no va a lograr su salvación, la única sangre que vale la pena para su salvación es la que Jesús derramó en la cruz del Calvario, y por eso somos salvos por gracia, por su misericordia, por la fe en Cristo Jesús. ¿Son malas las obras? No. Las obras buenas son necesarias, leemos que fuimos creados en Cristo para buenas obras. Usted no es salvado por las buenas obras, pero es salvado para hacer buenas obras. Y eso es parte de nuestra vida cristiana.

Isaías 1:18 dice Vengan, pongamos las cosas en claro dice el Señor. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana! Lo que Dios nos dice a través del profeta es que nos transforma. Por eso hemos conocido gente amargada que cuando conoce a Cristo se vuelve gente feliz. Hemos conocido gente resentida que cuando conoce a Cristo se vuelve gente perdonadora, llena de paz y de amor, porque Dios transforma nuestra vida. 2 Corintios 5:17: Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!
Romanos 6:4 dice: Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. ¿Qué espera Dios de nosotros una vez que nos convertimos en sus hijos, en sus discípulos? Que llevemos una vida nueva, el que mentía que no mientas más, el que robaba que ya no robe más, el que pedía mordidas que no pida más ni tampoco las dé. Tiene que haber un cambio, si usted somataba a su esposo, ya no lo haga más. Si usted torturaba a su hijo, ya no lo haga más. Si usted hijo le robaba dinero a su papá, no le robe más. Si usted como obrero le pagaban ocho horas pero trabajaba tres, ya no lo haga más. Nuestra vida es nueva y tenemos que vivir una vida nueva.

¿Cómo sabemos que vivimos en un después de Cristo, y que le hemos conocido? Lo sabemos porque vivimos como Jesús vivió. 1 Juan 2:3-6 dice: ¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos.  El que afirma: «Lo conozco», pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió.  ¿Cuántos afirmamos que permanecemos en Él? ¿Cómo se debe notar? Debemos vivir como Él vivió. Mañana temprano cuando vaya usted a las 6 de la mañana en su carro al trabajo y se le atraviesan unos cuantos desesperados ¿qué va hacer? ¿Recordarles toda su parentela? ¿Se va a conducir como lo haría  Cristo? ¿Los va a tratar con la paciencia y la tolerancia con la que Cristo los trataría?

Tenemos que vivir como Él vivió. Si asiste a la congregación, asiste a una célula, lee su Biblia, pero sigue viviendo comos antes de conocer a Cristo Jesús, usted todavía vive un verdadero antes de Cristo, porque el que se encuentra con Dios y experimenta su perdón recibe una nueva vida y todo lo viejo pasa y le da lugar a una vida que glorifica a Dios. Jesús murió y resucitó para que junto con Él, los que nos arrepentimos de nuestros pecados y lo reconocemos como nuestro Señor y Salvador, llevemos una vida nueva, una vida en la que nos convertimos en sus discípulos, lo reconocemos como el Hijo de Dios y vivimos como Él vivió. Si usted ha vivido hasta hoy en un después de Cristo únicamente a nivel de pensamientos ríndase por completo a Él y experimente un después de Cristo en su conducta y en su forma de actuar, porque el que afirma que permanece en El debe vivir como Él vivió.

¿Valdrá la pena vivir como Él vivió? Vale la pena mis hermanos, no es fácil, por eso Jesús dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz cada día y niéguese a sí mismo. Tomar la cruz cada día es estar dispuestos a morir cada día a nuestro orgullo, a nuestra vanidad y a vivir como Él vivió.

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