domingo, 21 de noviembre de 2010

El Señor me dijo:

“Te he puesto por fortaleza en mi pueblo, como al atalaya sobre una torre, para que conozcas y examines los caminos de ellos. A los líderes de las iglesias anunciarás lo que descubras”.

Esta palabra tiene su fundamento bíblico en Jeremías 6:27 y 5:5a.

LA DOCTRINA DE JESÚS

1 Nos dice el apóstol Juan que cuando venga alguien a nosotros, y no traiga la doctrina de Cristo, no le recibamos en casa, ni le digamos ¡bienvenido! para que no participemos de sus malas obras (2Juan 10-11). Esto implica el mandato de que debemos aprender a discernir lo que traen consigo los ministros visitantes.

2 Así que es necesario que conozcamos con toda certeza cuál es la doctrina de Cristo, para que estemos en condiciones de poder despedir a algunos antes de que crucen la puerta, es decir que no les permitamos el uso del púlpito en la iglesia para predicar.

3 Esta prohibición de Dios a través del apóstol Juan nos pone en una situación aparentemente difícil, pues sabemos que existe una gran diversidad de doctrinas que se oponen unas a otras, ya sean estas acerca del bautismo, de la salvación, de la expulsión de demonios, de la imposición de manos, del gobierno de la iglesia, etc. Cada una de las iglesias afirma que su propia doctrina es la correcta, significando que las demás están equivocadas, razón por la cual si nos guiáramos por ese precepto para determinar quién sí trae la doctrina de Cristo y quien no, tendríamos que hacer precisamente lo que hacen algunas iglesias: Recibir solamente a ministros de la misma denominación, bajo el supuesto de que nuestra doctrina es la correcta.

4 Lo anterior pareciera ser la solución adecuada, sin embargo eso ha traído como consecuencia que resulte imposible la reconciliación de unos que se llaman hijos de Dios con otros que también se autodenominan hijos de Dios, teniendo como consecuencia que el mundo no crea (Juan 17:21).

5 Por lo tanto, resulta un concepto errado considerar que la doctrina de Cristo consista en la postura que una iglesia equis tome sobre varios temas bíblicos. No obstante, viendo en las páginas de Internet, detectamos que la mayoría de las iglesias presenta en su página principal aquello en lo cual creen, lo que equivale a declarar “según nosotros, esta es la doctrina de Cristo”.

6 Considerando que lo antes expuesto podría estar equivocado, tenía yo entonces la inquietud de saber cuál pudiera ser la verdadera doctrina de Cristo. Recordé las palabras del apóstol Pablo cuando dice que “el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1ª. Corintios 4:20), y esta otra: “la palabra de la cruz es poder de Dios para los que se salvan (1ª.Corintios 1:18).

7 Sin embargo, observamos que las iglesias no tienen el poder de Dios, con excepción de algunos pocos ministros que realizan cruzadas; muchos de los cuales no están sometidos a nadie. En esta situación, me veo impelido a considerar que las iglesias en general no tienen la doctrina de Cristo, por esa ausencia de poder.

8 Luego me encuentro en el libro de los Hechos un texto que viene a dar la respuesta a la inquietud planteada, porque tal como dijo Jesús: “El que busca, encuentra”. Dice en 13:12 que “entonces el procónsul Sergio Paulo, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor”. ¡Eureka! Me dije a mí mismo, aquí atrasito ha de estar un tremendo discurso de Pablo en el que explique completa y muy detalladamente en qué consiste la doctrina de Cristo. Así que me devolví unos cuantos versículos, para buscar esa elocuente predicación de Pablo. No importa cuán larga estuviera, yo la iba a leer de punta a punta para disipar toda duda al respecto.

9 ¿Pero qué fue lo que encontré? Ningún discurso, ninguna predicación, ninguna palabra de humana sabiduría o conocimiento respecto a los textos bíblicos. Ninguna erudición sobre hermenéutica, apologética, exégesis, etc., materias que resultan indispensables de aprobar en los institutos bíblicos contemporáneos para extenderles el título de ministro.

10 Lo que encontré fue el caso en el que el embajador del reino llamado Saulo, que es Pablo, lleno del Espíritu Santo, es decir lleno del poder de Dios, proclama un decreto de ceguera física contra el mago Elimas, por el cual “inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas”.

11 ¡Eso es! Aquí está comprobadísimo y declarado por la palabra que la doctrina del Señor no consiste en palabras, sino en poder de Dios. Falsas doctrinas de hombres, ¡están descubiertas! Simplemente pareciera que andamos todos perdidos en doctrinas humanas, sin que nos acompañe el poder de Dios, con señales, maravillas y prodigios, que es la verdadera doctrina de Jesús.

12 En una ocasión nos visitó un “evangelista”, ex boxeador, quien consiguió permiso del pastor de la casa para predicarnos, rogándole que por favor le ayudara, que le diera la oportunidad de predicar pues no traía ni cinco centavos para continuar con su viaje. Quizá el pastor hizo una obra de caridad; pero al costo de que toda la congregación participara de las malas obras de ese “evangelista” que no traía la doctrina de Cristo, pues solo vino con elocuencia y conocimiento; pero sin poder de Dios.

13 Así que volviendo con el planteamiento inicial acerca de cómo saber si alguien trae o no trae la doctrina de Cristo, esto ha quedado ahora totalmente resuelto: ¿Traes poder de Dios? Bienvenido hermano, pásale, y bendícenos con las manifestaciones de las riquezas en gloria de nuestro Dios. ¿No traes poder de Dios? Lo siento hermano, no te puedo recibir en la iglesia aunque seas muy elocuente, aunque traigas palabra bíblicamente correcta y muy entusiasta, inclusive aunque trajeras palabra de revelación y con mucha “unción”, porque nos contaminarías con tus maldades. Sigue tu camino, que te vaya bien, que el Señor tenga misericordia de ti para que no llegues a escuchar las palabras “Apártate de mí, maldito, no te conozco”.

14 Conclusiones: La falta de poder de Dios en un ministro, equivale a adulterar la doctrina del Señor. El poder de Dios es uno de los dos únicos ingredientes indispensables para que se pueda afirmar sin falsedad que traemos la doctrina de Cristo. El otro ingrediente para que la doctrina que trasmite una persona sea verdadera, es el amor fraternal no fingido.

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