lunes, 28 de febrero de 2011
¿QUIERES TENER PAZ CON DIOS?
"Todavía, hoy, estamos a tiempo de resolver el problema más grande de nuestra vida: nuestro destino eterno". LA REALIDAD
A comienzos del siglo XXI los seres humanos estamos viviendo como si Dios no existiera, orgullosos de “haber superado la idea de Dios” como si todas las cosas se hubieran hecho solas, como si no fuéramos a ser juzgados de todo lo que hacemos o dejamos de hacer. ¡Qué locura la de nuestra generación! ¡Qué suicidio el de nuestro tiempo! Porque ciertamente la ira de Dios se muestra contra toda indiferencia e ignorancia voluntaria que las personas mostramos hacia El, pues su eterno poder y la realidad de su existencia se aprecian claramente por medio de la magnífica obra de la creación del mundo y del universo, de manera que no hay excusa a nuestra actitud, porque habiendo reconocido en lo íntimo que solamente por medio de un Creador pudo ser hecho lo que está creado, nuestros razonamientos se oscurecieron al rechazar después esta verdad, la más grande de todas, y vivir razonado como si Dios no existiera, ¡Como si fuéramos un producto de la casualidad! Sin darle gracias reconociendo que la vida viene de El, sin contar con El para nada ni en las decisiones pequeñas o grandes de nuestra vida; sin adorarle como corresponde a su Majestad. Y las tinieblas de nuestro entendimiento se hacen más espesas cuando la adoración se la damos a seres creados y no al Creador, a hombres y mujeres que se destacan en algo o por algo, ellos son nuestros dioses; A imágenes y esculturas creadas por la imaginación humana; o al dinero, a los placeres. ¡Corremos tras ellos desenfrenadamente! Y así presumiendo de sabios, demostramos que no lo somos al desechar la Fuente de toda sabiduría. (1) Epístola a los Romanos 1:18-23
MÁS HONDO EN LA CAIDA
Al desechar nosotros a Dios de esta manera, El también nos dejó a la dureza de nuestro corazón, y hundimos en impurezas nuestros deseos sexuales, estando llenos de toda corrupción en las costumbres y de toda lascivia, deshonrando entre nosotros nuestros propios cuerpos, caídos en pasiones viles, haciendo usos sexuales contra naturaleza, llenos nuestros pensamientos de fornicación y adulterio. A nosotros que cambiamos la verdad de Dios por la mentira adorando a la criatura antes que al Creador, Dios nos abandonó a nuestra mente réproba, y estamos viviendo llenos de engaño, envidia, contienda, y malignidad. Siendo chismosos, maldicientes, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, vanagloriosos, desobedientes a los padres, insensatos, desleales, sin afecto natural, sin compasión. (2) Epístola a los Romanos 1:24-31.
EL JUSTO JUICIO DE DIOS
Con todo esto ¿Cómo no vamos a provocar la ira de Dios? El está contra toda impiedad e injusticia que cometen los seres humanos siendo la muerte, la condenación eterna, la justa sentencia de Dios para los que practican tales cosas; y ninguno de nosotros podrá escapar de ese juicio de Dios quien pagará irá, enojo, tribulación y angustia a todo ser humano que hace lo malo, ¡Y cuantas de las denuncias anteriores son ciertas en nuestra vida! Todos hemos venido a ser reos delante de Dios. Y es inútil pensar que nos servirán de algo argumentos como: "No mato", "No robo", "No hago mal a nadie". Con cosas así nos podremos justificar delante de los hombres, pero no delante de Dios, ya que es necesario para ser declarado justo delante de El, toda una vida sin mancha ni pecado, o sea, obedecer siempre perfectamente sus mandamientos, y así, delante de Dios ¡no se justificará ningún ser humano! (3) Epístola a los Romanos 2:1-11; Salmo 143:2
LA SALVACION OFRECIDA POR DIOS
Es triste, angustiosa, la situación en que nos encontramos si vivimos confiando en "nuestra buena conducta" algunas buenas cosas que hacemos y con las que tratamos de justificarnos; pero Dios ha hecho brillar una luz en este negro horizonte de la humanidad: Como algo aparte de nuestro comportamiento, ha dado a conocer abiertamente una salvación suya, El ha preparado por medio de Jesucristo una justicia, una perfección con la cual el ser humano cubra su miseria moral, su desnudez espiritual y pueda salvarse de la ira que vendrá. Dios va a reconocer como justos, olvidándose de los pecados cometidos, a todos los que crean en sus corazones que El resucitó a Jesucristo de los muertos y acepten y confiesen que Jesucristo es el Señor de sus vidas. A Dios le ha agradado salvar por medio de la fe en Jesucristo a todo aquel que crea, pues no hay diferencia entre ningún ser humano ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios. Ahora Dios justifica, perdona y salva gratuitamente al que cree en su corazón que Cristo resucitó de los muertos por el poder de Dios, y pide con ruegos su ayuda y protección, pues el que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan. No hay nada que pagarle ¡Tampoco habría con qué! La salvación a la que Dios nos invita es gratuita, El lo hace en su gracia y amor por nosotros, es un beneficio o favor que no nos merecemos, como un indulto concedido a un condenado a cadena perpetua. Pues hemos hablado al principio del estado de pecado y corrupción en que nos encontramos, quedando claro que por nuestras obras sólo nos vendrá castigo y juicio; mas Dios muestra su amor incomparable en que siendo pecadores Cristo murió por nosotros. El entendió y vio con trasparente claridad el terrible final de los seres humanos y a pesar de ser nosotros sus enemigos nos amó y se entregó para sufrir el castigo en nuestro lugar. Cristo dijo "No hay mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos" (S: Juan 15:13) ¡Y El la puso por sus enemigos! (5) Epístola a los Romanos 3:21-31; 10:10-13; 5:7-9)
LA EFICACIA DE LA MUERTE DE CRISTO.
En la muerte de Cristo hay redención, hay remedio, hay refugio; El dio su vida para salvar las nuestras, pagó el justo, el Perfecto por los injustos para que nosotros nos pudiéramos vestir con su perfección; El llevó en su cuerpo la paga que merecían nuestros pecados: Su sangre derramada fue el precio por nuestro rescate.
También el sacrificio de Cristo fue aceptado por Dios como obra perfecta para nuestra salvación, ya que la justa ira de Dios que merecíamos por nuestros pecados Cristo aceptó que se descargase sobre él. Así El tomó nuestras injusticias y pagó por ellas y nos ofrece sus perfecciones para que vivamos por ellas. De esta manera la justicia de Dios no queda rebajada ya que El afirmó que la paga del pecado es muerte y Cristo accedió morir en nuestro lugar para que por medio de su muerte tengamos vida eterna los que creemos en él. Así la sangre del Justo que en ninguna manera merecía la muerte, fue derramada para salvación de todo aquel que acepta por fe este precio por su rescate. (6) 1ª Pedro 2:24; 3:18; 1:18-19: S. Juan 3:16)
NO PIERDAS LA OPORTUNIDAD
Hemos visto la ruina de la humanidad y el remedio de Dios, este remedio es Su mano tendida al ser humano para salvarlo de las arenas movedizas del pecado donde se está hundiendo; si tú, lector rechazas esta salvación tan grande te hundirás más y más hasta que ya no haya remedio. ¡Cree en el Señor Resucitado! El vive y es poderoso para ayudarte y socorrerte porque es Dios, El te conoce y te ama; no esperes a cambiar antes, ¡ven tal como estás! descárgate de tu vida pasada en pecados en la obra libertadora de su cruz recibiendo el perdón que te ofrece; oye su voz en la Biblia y síguele. Hazle Señor de tu corazón y de tu vida obedeciendo por fe Su Palabra. La promesa que Dios te hace en su Palabra si crees, es que serás un nueva criatura para vivir una nueva vida: una vida con sentido, con rumbo, con esperanza, ¡con un destino eterno y glorioso! obrando en tu vida el poder de Jesucristo resucitado por medio de la fe que en El deposites, que te llevará a conocer la voluntad de Dios y te libertará del pecado en que vives esclavo. Hallarás descanso para tu alma, alivio para tu angustia, paz para con Dios, vida eterna y motivos para gloriarte en las tribulaciones. Serás librado de la ira de Dios la cual vendrá sobre todos los que no se arrepintieron y fueron incrédulos a la Palabra y a las promesas de Dios. (7) Hebreos 2:3; 2ª Corintios 5:17; Romanos 6:17-18; Mateo 11:28; Romanos 5:1-10.
UN MENSAJE VERDADERO
He aquí el mensaje de Dios para los hombres y mujeres de todas las épocas, también de la nuestra; sin duda resulta duro para la vanidad y el orgullo humanos, pero lo tremendo de él es que es verdad. Si fuera un hombre quien nos señalase de esta manera nuestra condición moral podríamos negarlo y él no podría probar muchas de estas cosas, pero con Dios no podemos hacer esto, El lo ve todo por eso habla con seguridad de nuestra situación, pues conoce nuestros pensamientos más secretos, nuestros pecados más ocultos y las intenciones escondidas de nuestro corazón. En el día que El nos juzgue todas estas cosas saldrán a la luz, entonces no servirán las excusas. (8) Salmo 139:1-3; Apocalipsis 20:12;
Las referencias debajo de cada línea, son de la Biblia, la Palabra de Dios, si la tienes puedes comprobarlas tú mismo, sino puedes comprarla en la librería cristiana más cercana, sino conoces alguna nos puedes pedir la dirección o solicitarnos el Nuevo Testamento que es la segunda parte de ella.
Si deseas ayuda para aclarar algunas cosas que no entiendes, puedes escribirnos haciéndonos las preguntas que quieras o solicitando una visita para hablar del evangelio.
LOS OVNIS A LA LUZ BIBLICA
Los objetos voladores llamados OVNIs constituyen un atractivo enigma para quienes los hemos visto en la distancia. No hay duda alguna de que este es un tema que genera mucho interés. Nuestra naturaleza gusta de aquello que está cubierto por algún tipo de misterio. ¿Qué son? ¿Cómo funcionan? ¿Qué pretenden sus tripulantes de nosotros? Estas son preguntas que todos nos hacemos, y hasta el momento han quedado sin una segura contestación.
Algunos, como el señor Enrique Castillo, nos aseveran que son de carácter mecánico; otros aseveran que son astrales o celestes. En estos artículos no nos proponemos contestar la pregunta de cómo funcionan, más bien la de qué son y qué buscan o pretenden sus tripulantes con nosotros. La prudencia nos indica que sin claras evidencias, lo único que podríamos hacer sería especular, cosa que no nos interesa realizar.
Estamos muy conscientes de que cualquier tipo de aseveración firme y categórica debe estar fundamentada en una base sólida y confiable. Mi fundamento como legítimo profeta del Señor es la Sagrada Escritura, libro este que contiene la Palabra de Dios. El gran apóstol Pedro, refiriéndose al Canon Sagrado, nos dice y exhorta del siguiente modo: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca...” (2 P. 1:19).
En el transcurso de los años la Biblia nos ha demostrado su confiabilidad. Un libro que nos enseña conceptos científicos muchísimos años antes de su descubrimiento, y que nos habla de eventos históricos con miles de años de antelación a su acontecer, es obviamente muy confiable. Muchos con mentalidades científicas pretenden oponerse a ella tratando con sus argumentos de destruirla, pero están “dando palos al aire” y de ese modo perdiendo su tiempo y, sobre todo, sus almas, porque: “...Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hch. 9:5). Es por todos nosotros conocido lo cambiante que es la ciencia. Esta cambia tanto y tanto que si la comparamos con la Biblia podemos concluir que es definitivamente desconfiable.
¿Qué son los OVNIs?
Muchas personas que han visto los OVNIs en distintas partes del planeta se preguntan: ¿Qué son los OVNIs? Este servidor puede decirte que independientemente de cuál sea su naturaleza (tecnológica o astral), tenemos que estar de acuerdo en que son medios de transportación, conforme lo declara la Escritura. Los platillos y objetos voladores que se están viendo por todo el planeta son medios de transportación angélicos.
Ya te hemos dicho que el rebelde ángel Luzbel (Satanás) y sus huestes —una tercera parte de la población angélica, quienes lo siguieron en su rebelión— fueron arrojados por el Arcángel Miguel a este planeta (Ap. 12:7-9). A estas alturas el amigo lector debe estar en pleno conocimiento de que los llamados extraterrestres, indudablemente, son ángeles rebeldes que fueron lanzados al fondo del mar con sus coches o aparatos voladores. Este planeta estaba cubierto de agua, y nos dice Génesis que cuando Dios creó al hombre, separó las aguas de las aguas, y en los lugares secos colocó a su criatura (el hombre); mientras que en los mares (que constituyen tres cuartas partes del planeta Tierra) prevalece Satanás. Por esto no ha de sorprendernos las noticias que nos llegan por parte de los estudiosos de la ovnilogía, cuando estos declaran que ven entrar y salir aparatos voladores al fondo del mar. Son miles y miles los testimonios a este respecto.
Podemos estar completamente seguros de que los OVNIs no son otra cosa que medios de transportación angélicos. Los que se dejan ver con frecuencia son los de Lucifer (Satanás) y sus ángeles, y debemos rechazarlos. Sin embargo, la realidad es que Miguel o Cristo y sus ángeles fieles poseen también aparatos voladores que les permiten recorrer enormes distancias en el espacio en cuestión de minutos. No olvidemos que Dios es el Padre de la ciencia y la tecnología.
El hombre de este siglo ha creado un sinnúmero de vehículos y métodos para transportarse. Pero podemos decir que el hombre crea porque fue hecho a imagen y semejanza de Dios, quien es el Creador. Y si el hombre, que es menos facultado que los ángeles (Hebreos 2:6-7), ha logrado inventar aviones, y hasta naves espaciales que le han permitido llegar a la luna, no ha de extrañarnos que los ángeles, quienes poseen mayor facultad, inventen y posean aparatos voladores con una tecnología tan superior, que son capaces de viajar a velocidades extraordinarias y hacer virajes inimaginables para la limitada mente y tecnología humana.
Amigo lector, debes entender que la Biblia, el libro más confiable que tenemos a nuestro alcance, nos habla de medios de transportación. A los fines de probar que indudablemente la Sagrada Escritura sí nos habla de métodos de transportación, colocaremos aquí una serie de versículos que de forma clara así lo señalan; medios estos que con toda propiedad podemos calificar de OVNIs; veamos:
“Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.” (2 R. 2:11)
“Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego.” (Is. 66:15)
“Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.” (2 R. 6:17)
“He aquí que subirá como nube, y su carro como torbellino; más ligeros son sus caballos que las águilas...” (Jer. 4:13)
“El escudo de sus valientes estará enrojecido, los varones de su ejército vestidos de grana; el carro como fuego de antorchas; el día que se prepare, temblarán las hayas.” (Nah. 2:3)
Indubitablemente estos versículos que señalan carros de fuego o de torbellino nos hablan de medios de transportación. Y note el amigo lector lo próximo que os voy a señalar: La palabra nube aparece más de cien veces en la Escritura, y en aproximadamente cincuenta ocasiones implica o se refiere a un medio de transportación; veamos algunos de ellos:
(11) “Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre.”(Ez. 1:4-5)
“...He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto...” (Is. 19:1)
“...y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.” (Mt. 24:30)
“Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.” (Mt. 26:64)
“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá...” (Ap. 1:7)
“Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.” (Lc. 21:27)
Es muy evidente que cada vez que en la Biblia se nos habla de la venida de nuestro Señor, siempre esa declaración viene acompañada de algo que sostiene a Jesús en el aire —pueden ser nubes o coches de fuego o caballos—. Pero todo indica que Jesús vendrá en un medio de transportación. Jesús no posee alas, ni tampoco los ángeles las poseen. Eso es otra crasa distorsión de la Iglesia Católica-Romana. Los ángeles sí necesitan vehículos de transportación por causa de su naturaleza.
Naturaleza de los Ángeles
Los ángeles son antropomórficos (con forma humana). No existe una gran diferencia entre un ángel y un hombre (He. 2:6-7). El hombre es hecho, al igual que los ángeles, a imagen de Dios —entiéndase de Miguel o Cristo—. En una amplia y clara explicación bíblica de lo que es un ángel se nos enseña que son seres corporales similares a los hombres, aun cuando puedan ser sustancialmente superiores. Pablo nos enseña en Primera de Corintios capítulo 15, versículos 38 al 41 que hay cuerpos terrenales y hay cuerpos celestiales, pero nótese cómo ambos, los terrenales y los celestiales, son tenidos por cuerpos. Nadie crea en la falacia de que los ángeles son espíritus sin cuerpos; que son alados (con alas); y que se transmutan en semejanza de hombre cuando así lo desean. No hay ninguna base bíblica para tal señalamiento. La realidad es que los ángeles pueden determinar dejarse ver o no dejarse ver según su voluntad. Pero el hecho de que se dejen ver o no se dejen ver no altera la realidad de su naturaleza corporal. Veámoslo más bien desde el punto de vista de las vibraciones moleculares de sus organismos; pues tienen la potestad de compactarlas o separarlas para de ese modo hacerse visibles o invisibles ante nuestro órgano visual. Un leve ajuste en sus vibraciones les permite dejarse ver ante el lente humano o no dejarse ver. El sentido visual de los hombres ha perdido capacidad de percepción, y está limitado a ver materia compactada, no diluida o separada. El sentido visual angélico sí permite que ellos, independientemente de las vibraciones que promuevan en su organismo, puedan verse entre sí siempre.
Es obvio que aun dentro de la esfera humana existen distintas capacidades para ver y para oír. Y tenemos, también, por ejemplo, que la fauna felina, y aves como el búho, ven mejor en la oscuridad que el lente humano; y que el sentido auditivo de un perro es mucho mayor que el del hombre. Aun entre los hombres mismos, como hemos dicho, hay algunos que ven más que otros, y unos que escuchan u oyen mejor que otros.
La Escritura nos enseña que el hombre ha sido menos dotado que los ángeles. A Pablo le asiste toda la verdad cuando habla de que una es la gloria de los cuerpos celestiales y otra es la gloria de los cuerpos terrenales (1 Co. 15:40). El poder comprender este asunto es muy necesario para que entendamos que la idea de seres incorpóreos no es bíblica en lo absoluto, es un ardid satánico para detener el anhelo del corazón por lo celeste. Dicho de otro modo, se nos pinta la eternidad tan radicalmente distinta al mundo donde vivimos a los fines de que no deseemos nunca salir de este siglo. Pero la gran realidad celeste es que la sociedad futura será como la presente, aunque mucho más brillante y clara que esta en que nos hayamos. Marchamos hacia un mundo de absoluta luz.
La comprensión de este asunto aquí expuesto te llevará a entender lo ocurrido en Sodoma y Gomorra, donde entraron dos varones (ángeles) sin alas. No es sostenible, bajo ningún concepto, la idea de que dejaron las alas a la puerta de la ciudad, más bien es que se manifestaron visiblemente tal como son dentro de su dimensión vibratoria. Así también puedes comprender por qué el profeta Daniel cuando ve al ángel Gabriel lo proclama varón (Daniel 9:21), y por qué cuando ve venir a Cristo ante el Padre, expresó la frase: “...he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre” (Dn. 10:16). Las ideas católicas han viabilizado conceptos antibíblicos de seres incorpóreos, habiéndolos heredado de la mitología helenística. Recuerda, son puros engaños satánicos. Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza, de manera, pues, que la imagen y semejanza de Dios en Cristo es la misma imagen que proyectan los ángeles. El Jesús antropomórfico que ascendió a los cielos es el mismo Jesús antropomórfico que descenderá de los cielos conforme lo declara Hechos de los apóstoles, capítulo 1 y versículo 11. Como Jesús ascendió sin alas —y va a volver según ascendió—, significa eso, entonces, que descenderá sin alas y necesitará un medio de transportación. Se ha probado científicamente que después de la atmósfera de la Tierra, donde la fuerza de gravedad de esta termina, se cae en un vacío donde un avión no puede volar. Solamente los artefactos de última invención pueden surcar el espacio en términos de trasladarse de un lugar a otro bajo esas condiciones. Y si las cosas son así, llevamos al lector a preguntarse: ¿Para qué sirven las alas?... Obviamente para nada.
PRINCIPIOS BASICOS DE LA BIBLIA
4.4 LA MUERTE ES INCONSCIENCIA
Por lo que hemos aprendido hasta ahora acerca del alma y el espíritu, se desprende que una persona muerta está totalmente inconsciente. Aunque Dios recordará las acciones de aquellos que son responsables ante Él (Mal. 3:16; Ap. 20:12; He. 6:10), no hay nada en la Biblia que sugiera que tenemos alguna conciencia durante el estado de muerte. Es difícil disentir de esto en vista de declaraciones tan precisas como las siguientes:
- "Sale su aliento [del hombre], y vuelve a la tierra; en ese mismo día [momento] perecen sus pensamientos" (Sal. 146:4).
- "Los muertos nada saben... su amor y su odio y su envidia fenecieron ya" (Ec. 9:5:6). "En el Seol... no hay... sabiduría" (Ec. 9:10) – no hay pensamientos y por lo tanto no hay consciencia.
- Job dice que en la muerte él sería "como si nunca hubiera existido" (Job 10:8); consideró la muerte como el olvido, inconsciencia y la absoluta inexistencia que teníamos antes de que naciéramos.
- El hombre muere tal como mueren los animales (Ec. 3:18); si el hombre sobrevive conscientemente después de la muerte en algún lugar, así también debe ocurrir con ellos, no obstante tanto la Escritura como la ciencia no afirman nada de esto.
- Dios "se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo... y pereció, y su lugar no la conocerá más" (Sal. 103: 14-16).
Que la muerte es verdaderamente inconsciencia, incluso para los justos, queda demostrado por las repetidas súplicas de los siervos de Dios para que permitiera que se alargaran sus vidas, porque sabían que después de la muerte no podrían alabar ni glorificar a Dios debido a que la muerte es un estado de inconsciencia. Ezequías (Is. 38:17-19) y David (Sal. 6:4,5; 30:9; 39:13; 115:17) son buenos ejemplos de esto. A la muerte se le menciona repetidamente como un sueño o descanso, tanto para los justos como para los inicuos (Job: 3:11,13,17; Dn. 12:13).
Ya hemos reunido suficiente evidencia para afirmar de manera contundente que la idea popular de que los justos van a un estado de arrobamiento y galardón en el cielo inmediatamente después de su muerte, sencillamente no se halla en la Biblia. La verdadera doctrina de la muerte y naturaleza del hombre proporciona una gran sensación de paz. Después de todos los traumas y penas en la vida de un hombre, el sepulcro es un lugar de olvido total, Para aquellos que no han conocido los requerimientos de Dios, este olvido durará para siempre. Nunca más surgirán los viejos agravios de esta trágica y frustrante vida natural; ya no aparecerán ni nos amenazarán las fútiles esperanzas y temores de la mente humana natural.
En el estudio de la Biblia hay un sistema de verdad a descubrir. No obstante, lamentablemente, hay también un sistema de errores en el pensamiento religioso del hombre debido a su desatención de la Biblia. Los desesperados esfuerzos del hombre por suavizar la finalidad de la muerte lo han llevado a creer que él tiene un ‘alma inmortal’. Una vez que se ha aceptado que existe dentro del hombre un elemento inmortal, se hace necesario pensar que éste va a algún lugar después de la muerte. Esto ha llevado al pensamiento de que al morir debe haber alguna diferencia entre el destino de los justos y el de los inicuos. Para acomodar esto, se ha concluido que debe haber un lugar donde vayan las ‘almas inmortales buenas’, llamado Cielo, y otro lugar donde vayan las ‘almas inmortales malas’ llamado infierno. En páginas anteriores hemos mostrado que un ‘alma inmortal’ es una imposibilidad bíblica. Ahora analizaremos las otras falsas ideas inherentes al razonamiento popular:
1. Que el galardón para nuestra vida se da al morir por medio de asignar a nuestra ‘alma inmortal’ a un cierto lugar.
2. Que la separación entre justos e inicuos ocurre al morir.
3. Que el galardón para los justos es ir al cielo.
4. Que si todos tienen un ‘alma inmortal’, entonces todos deben ir ya sea al cielo o al infierno.
5. Que las ‘almas’ inicuas irán a un lugar de castigo llamado infierno.
El propósito de nuestro análisis no es sólo negativo; al considerar estos puntos en detalle, creemos que expresaremos muchos elementos de la verdad bíblica que son partes vitales de la verdadera situación referente a la naturaleza del hombre.
jueves, 3 de febrero de 2011
MARIA A LA LUZ BIBLICA
"¿Qué dice la Biblia acerca de la virgen María?"
María, la madre de Jesús era una mujer quien fue descrita por Dios como “muy favorecida” (Lucas 1:28). La frase “muy favorecida” viene de una palabra griega, que significa esencialmente “mucha gracia”. María recibió la gracia de Dios. La gracia es “un favor inmerecido”, significando que es algo que recibimos a pesar del hecho de que no lo merezcamos. María necesitaba de la gracia de Dios, al igual que el resto de nosotros. María misma comprendió esta hecho, al declarar en Lucas 1:47, “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.” María reconoció que ella necesitaba ser salvada, que ella necesitaba a Dios como su Salvador. La Biblia nunca dice que María fuera otra cosa que una humana ordinaria, a quien Dios eligió utilizarla de una manera extraordinaria. Sí, María era una mujer justa y favorecida (con gracia) por Dios (Lucas 1:27-28). Al mismo tiempo María también fue un ser humano pecador, como todos los demás, que necesitaba a Jesucristo como su Salvador, al igual que todos los demás (Eclesiastés 7:20; Romanos 3:23; 6:23; 1 Juan 1:8).
María no tuvo una “inmaculada concepción” – no hay una razón bíblica para creer que el nacimiento de María fue otra cosa que un nacimiento humanamente normal. María era una virgen cuando dio a luz a Jesús (Lucas 1:34-38), pero la idea de una virginidad perpetua de María es anti-bíblica. Mateo 1:25, hablando de José, declara, “Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús.” La palabra “hasta” indica claramente que José y María tuvieron una unión sexual después del nacimiento de Jesús. José y María tuvieron varios hijos juntos después de que Jesús nació. Jesús tuvo cuatro medios-hermanos; Jacobo, José, Simón, y Judas (Mateo 13:55). Jesús también tuvo medias-hermanas, pero no se mencionan sus nombres o el número de ellas (Mateo 13:55-56). Dios bendijo y favoreció a María dándole varios hijos, lo cual en esa cultura era una clara indicación de la bendición de Dios hacia una mujer.
Una ocasión en que Jesús estaba hablando, una mujer de entre la multitud exclamó, “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste” (Lucas 11:27). Nunca hubo una mejor oportunidad para que Jesús declarara que María era en realidad digna de alabanza y adoración. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? “Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Lucas 11:28). Para Jesús, la obediencia a la Palabra de Dios era MAS IMPORTANTE que el ser la mujer de quien nació. En ninguna parte de la Escritura Jesús, o alguien más, dirige alguna alabanza, gloria o adoración a María. Elisabet, la pariente de María, alabó a María en Lucas 1:42-44, pero su alabanza estaba basada en el hecho de que María daría a luz a Jesús. No estaba basada en ninguna gloria inherente en María.
María estuvo ahí en la cruz cuando Jesús murió (Juan 19:25). María estuvo con los apóstoles en el día de Pentecostés (Hechos 1:14). Sin embargo, María nunca vuelve a ser mencionada después del capítulo uno del libro de los Hechos. 1). En ningún momento los apóstoles le concedieron a María un papel prominente. La muerte de María no está registrada en la Biblia. Nada se dice de María acerca de su ascensión al cielo, o siendo de alguna forma exaltada en el cielo. María debe ser respetada como la madre terrenal de Jesús, pero no es digna de adoración. En ninguna parte indica la Biblia que María puede escuchar nuestras oraciones, o que puede ser mediadora para nosotros ante Dios. Jesús es nuestro Único abogado y mediador en el cielo (1 Timoteo 2:5) Si se le hubiera ofrecido alabanza, adoración, u oraciones, María hubiera dicho lo mismo que los ángeles: “¡Adora a Dios!” (Apocalipsis 19:10; 22:9) María misma establece el ejemplo para nosotros, dirigiendo su alabanza, adoración y glorificación solamente a Dios, “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones, porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre” (Lucas 1:46-49).
PRINCIPIOS BASICOS DE LA BIBLIA
4.3 EL ESPÍRITU DEL HOMBRE
Hay una desafortunada confusión en la mente de mucha gente entre el alma y el espíritu. Esto se ve agravado por el hecho de que en algunos idiomas y traducciones de la Biblia, las palabras ‘alma’ y ‘espíritu’ tienen sólo un equivalente. El ‘alma’, que fundamentalmente se refiere a todos los componentes de una persona, a veces se puede referir también al espíritu. Sin embargo, normalmente hay una diferencia en significado entre ‘alma’ y ‘espíritu’ según se usa en la Biblia; el alma y el espíritu tienen "fronteras" (He. 4:12 – Biblia de Jerusalén).
Las palabras hebrea y griega para ‘espíritu’ (‘Rúaj’ y ‘Pneuma’ respectivamente) también se traducen de las siguientes maneras:
vida; espíritu; mente; viento; aliento
En el Estudio 2.1 analizamos la idea de ‘espíritu’. Dios usa su espíritu para preservar la creación natural, incluyendo al hombre. Por lo tanto, el espíritu de Dios que está dentro del hombre es la fuerza de vida que está en su interior. "El cuerpo sin espíritu está muerto" (Stg. 2:26). "Jehová Dios... sopló en su nariz [de Adán] aliento [espíritu] de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Gn. 2:7). Job dice que el "hálito de Dios" está "en mis narices" (Job 27:3 compárese con Is. 2:22). Por lo tanto, el espíritu de vida que está dentro de nosotros se nos da al momento de nacer y permanece con nosotros mientras nuestro cuerpo esté vivo. Cuando se retira el espíritu de Dios de algo, esto perece inmediatamente, el espíritu es la fuerza de vida. Si Dios "recogiese así su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo. Si, pues, hay en ti entendimiento, oye esto" (Job 34:14-16). Esta última frase sugiere de nuevo que para el hombre es muy difícil aceptar esta exposición de su verdadera naturaleza.
Cuando, al momento de nuestro fallecimiento, Dios retira de nosotros su espíritu, no sólo muere nuestro cuerpo sino que cesa nuestra consciencia completamente. El conocimiento de esto llevó a David a confiar más bien en Dios que en criaturas tan débiles como son los seres humanos. Salmos 146:3-5 es un duro rechazo a las pretensiones del humanismo: "No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación. Pues sale su aliento [espíritu], y vuelve a la tierra [el polvo del cual estamos hechos]; en ese mismo día perecen sus pensamientos. Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob".
Al morir, "el polvo volverá a la tierra, como era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio" (Ec. 12:7). Anteriormente hemos mostrado que Dios está presente en todas partes por medio de su espíritu. En este sentido, "Dios es Espíritu" (Jn. 4:24). Cuando morimos "damos el último suspiro" en el sentido de que el espíritu de Dios, que está dentro de nosotros, nos deja. Ese espíritu es absorbido por el espíritu de Dios que se halla a nuestro alrededor; de este modo, al morir, "el espíritu volverá a Dios".
Debido a que el espíritu de Dios sostiene a toda la creación, este mismo proceso sucede a los animales. Hombres y animales tienen el mismo espíritu, o fuerza de vida, en su interior. "Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración [espíritu] tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia" (Ec. 3:19). El escritor pasa a decir que no hay diferencia visible entre el espíritu de los hombres y el de los animales referente al lugar a donde van (Ec. 3:21). Esta descripción de que los hombres y los animales tienen el mismo espíritu y mueren la misma muerte, parece aludir a la descripción de cómo hombres y animales que tenían el espíritu de vida de Dios (Gn. 2:7; 7:15), fueron destruidos con la misma muerte en el diluvio: "Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo hombre. Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices... murió.... fue destruido todo ser que vivía" (Gn. 7:21-23). De paso note cómo Salmos 90:5 compara la muerte con el diluvio. El relato de Génesis 7 muestra claramente que en términos fundamentales el hombre pertenece a la misma categoría de "toda carne... todo ser viviente". Esto se debe a que en su interior el hombre tiene el mismo espíritu que tienen los animales.
Algunos han argumentado que el hecho de que Dios sopló su espíritu en el hombre implica que por naturaleza tenemos inmortalidad dentro de nosotros. Esto no es así. El hecho de que Dios soplara en Adán el espíritu/poder de vida significa que el se convirtió en una criatura viva; pero este hecho es citado en 1 Co. 15:45 como prueba de que Adán era mortal; él era sólo un alma viviente, una criatura viva, pero era mortal comparado con la inmortalidad del Señor Jesús.
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