martes, 13 de abril de 2010

LA ENSEÑÁZA Y LA PRÁCTICA SACRAMENTAL EN LAS IGLESIAS DE LA REFORMA

Una primera pregunta que surge es qué se quiere dar a entender por sacramento, cuáles ceremonias han de ser aceptadas como sacramentos, y si los sacramentos pueden ser ubicados y entendidos bajo una teología sacramental común o si deben ser tratados de manera independiente. Para muchas personas formadas exclusivamente en una tradición particular pudiese parecer que estos asuntos son evidentes en sí mismos.

Pero un poco de reflexión mostrará que tenemos aquí problemas que no pueden ser evitados y diferentes respuestas que pueden tener resultados muy serios en la práctica y en el entendimiento sacramental.

La raíz del problema es que el término sacramento no es en sí mismo una palabra bíblica, y en verdad, que la Biblia no nos da término alguno para las ordenanzas en cuestión. La palabra misterio fue usada a menudo en la iglesia primitiva, y esta tenía la ventaja de ser un término escritural, aunque no parece ser aplicado  específicamente a los sacramentos. La palabra sacramento, en sí misma, es un término Latino para referirse al juramento que comprometía a un soldado a la obediencia, y simplemente describe un aspecto de lo que está implicado en estos medios de gracia. Por costumbre ha llegado a tener, de manera natural, un significado más especializado y abarcador, siendo aplicado a un acto divino que lleva consigo un significado o gracia específica. Pero persiste el hecho de que usamos para estas ordenanzas una palabra que no es, en sí misma, escritural, y así existe siempre el peligro de que su uso pueda ser controlado por la teología y la práctica en lugar de serlo por la Biblia en sí.

De hecho, muchas de las controversias con respecto a los sacramentos en general se deben a la amplitud en el entendimiento de este término, y bien pudiesen haberse evitado si se hubiera tomado el cuidado de sujetarlo al control bíblico.

Se podría argumentar que, dado que el término no es bíblico, es mejor evitarlo del todo. Por un lado, se debe recordar que la misma Biblia no nos da ninguna alternativa, de modo que, si acciones como el bautismo
y la Cena del Señor se hallan relacionados de alguna manera, y si pueden  considerarse correctamente  uniidas, con seguridad es permisible usar alguna palabra similar. Lo único es que debemos estar seguros de darle una referencia escritural en lugar de darle meramente una definición vaga e imprecisa, o imbuirle nuestra propia concepción de lo que pudiera o debiera ser un sacramento.

Los Reformadores vieron como necesario hacer una corrección en este punto de cara a la opinión y práctica corrientes en su 1. E.g., Efe. 3:3; I Tim. 3:16.
 continuara...........

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