miércoles, 31 de agosto de 2011

EL LLAMADO

Por Rick Joyner
clip_image002Muchos de los errores que devaluaron el respaldo del ministerio profético surgieron de la confusión de distinguir entre ser llamado y ser comisionado. Como vemos en el libro de los Hechos, Pablo fue llamado como apóstol varios años antes de ser comisionado a ese ministerio. Estimamos que ese tiempo fue entre ocho y catorce años. Queda claro en Hechos y por las cartas de Pablo que pasó esos años preparándose y durante ese tiempo ministró como profeta, maestro o ambos.
Si se está preguntando por qué aún no fue comisionado, entonces no lo ha sido. Cuando ocurre en realidad, queda claro que viene de Dios y no sólo de los hombres. Hasta ese momento estamos entrenándonos y cuanto más significativo sea nuestro llamado, más intenso, prolongado y duro será el entrenamiento.

Cada profeta en las Escrituras era único. Existen factores en común, pero el Señor que hizo cada copo de nieve diferente, ama la diversidad y se relaciona con sus hijos de una manera única y personal. Por esta razón no debemos copiar a nadie más. Podemos aprender de otros, pero debemos enfocarnos en el Señor, buscando su gloria para ser transformados a su imagen, si queremos llegar a ser aquello para lo cual fuimos creados.

Caminando en sensibilidad y obediencia al Señor

Esto nos lleva hacia otra verdad básica sobre lo profético: cada persona, Iglesia o situación en la que ministraremos, es única. Quienes reciben una palabra y luego tratan de aplicarla a cada situación o a todas las personas, en el mejor de los casos provocarán confusión. Aún cuando el Señor les habló a las siete iglesias en Apocalipsis, tuvo una palabra diferente para cada una. Todo esto existe en la misma área general y al mismo tiempo, pero todas son diferentes y todas necesitan una palabra diferente. En lugar de enfocarse sólo en nosotros mismos y en que nuestro mensaje sea verdadero, necesitamos enfocarnos mucho más en los que ministramos y ser sensibles a sus necesidades.

Esto no es negar el hecho que algunas palabras puedan ser para la Iglesia en general, como la palabra que Agabo entregó en Hechos sobre la hambruna sobre todo el mundo. Es obvio que esta es una palabra que todas las iglesias necesitaban oír. Sin embargo, la mayoría de las palabras que recibimos no se podrán aplican universalmente, por eso debemos ser aún más sensibles para saber cómo aplicarlas y cuándo entregarlas. Esto requiere una obediencia constante al Señor.

En las próximas semanas trataremos varios ejemplos sobre cómo la gente recibe revelaciones y también cómo se pueden interpretar o aplicar mal, para que otros no cometan los mismos errores. La Biblia es cándida en esto y también debemos serlo si queremos recibir una mayor autoridad y revelación. En la intensidad creciente de los tiempos, las voces proféticas maduras y confiables serán cada vez más importantes.

Hasta que sea comisionado como profeta, es libre para equivocarse y aprender de esos errores. Aquellos que piensan que no se pueden equivocar, están en un engaño peligroso. Aún los profetas comisionados y maduros cometen errores y si piensan que están por encima de ellos, los cometerán con toda seguridad. Vemos en parte, conocemos en parte y profetizamos en parte (1 Corintios 13:9). Aún la revelación parcial puede ser extremadamente útil, pero siempre deja espacio para la humildad, demostrada por una apertura para los demás y por la necesidad de buscar constantemente al Señor. Ambas son esenciales para todos los que quieren mantenerse verdaderos en el Señor.

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